Scomparso in Italia

Sí, llevo más de diez días sin actualizar más que con un chiste que tiene más de veinte años de antigüedad... Realmente, no he tenido nada que contar, o más bien nada que me apeteciera contar. Y preveo que la cosa va a seguir así por un tiempo, así que paciencia. Don't panic: no voy a dejar el blog, pero un descanso sí que me voy a tomar.

Tras un viaje accidentado, con un retraso de 24 horas por causa de la nieve que obligó a cerrar el aeropuerto de Bolonia, he vuelto a casa. Las horas pasadas en el aeropuerto fueron menos malas de lo esperable gracias a la presencia oseznil y a que conocimos a un grupo de estudiantes de italiano la mar de majos que habían ido de excursión a la Emilia Romagna y se habían visto atascados por la misma nevada. Resulta curioso que la inmensa mayoría de los españoles adultos que asisten a la escuela de idiomas para aprender cualquier cosa que no sea inglés pertenezcan únicamente a una de estas dos categorías: o mujeres o gays. Según el osezno lo de las mujeres se explica porque ellas conservan más ganas de aprender que los hombres, y según un servidor lo de los gays se explica porque aprender una lengua amplía considerablemente las posibilidades de follar con algún extranjero.

Y, por si quedaban dudas, Iberia es el Mal.


Pero me voy por los cerros de Úbeda. Italia es un lugar especial donde perderme: lo suficientemente extrajero como para sentirme solo y lo suficientemente familiar como para no sentirme abandonado. Italia y yo tenemos una relación de amor difícil: en ella he pasado alguna de las peores crisis de mi vida y también alguno de los mejores momentos. Si miro hacia atrás, durante los últimos ocho años Italia ha servido como catalizador de algunas de las transformaciones más radicales de mi vida adulta. Normalmente en mis crónicas de mis viajes a Italia me quedo en el nivel superficial de la gastronomía y el paisaje, pero lo cierto es que cada visita a Italia es una pequeña prueba donde me enfrento a mis virtudes y miserias, a mis triunfos y fracasos personales, a mis neurosis.



En esta ocasión, después de tres días iniciales de ajetreo en compañía de montones de compañeros de trabajo, he tenido la oportunidad de pasar una semana trabajando y viviendo a solas; me ha servido, entre otras cosas, para constatar que aún no me llevo del todo bien conmigo mismo. No voy a negarlo: vuelvo revuelto. Que todo esto sea una fase breve o larga, lo dirá el tiempo. Mientras tanto, creo que me apetece un poco de silencio. Quién sabe, igual mañana mismo vuelvo a tener ganas de escribir... pero probablemente tarde algo más.

Nel frattempo, cuídense...