Lo recuerdo como si fuese ayer, lo cual tiene cierta lógica ya que efectivamente lo que voy a contar sucedió hace poco más de veinticuatro horas. Una de las chicas tenía el aspecto de ser la clase de jovencita que hasta hace exactamente dos semanas ha llevado su carpeta forrada con fotos de Ricky Martin. La otra recordaba vagamente a un hámster que se hubiera pasado los últimos seis meses alimentándose exclusivamente a base de tocino. Nos encontrábamos en el autobús camino a la Universidad y yo intentaba por todos los medios concentrar mi atención en mi Wodehouse, he de decir que sin conseguirlo. La conversación que estaba teniendo lugar entre las dos estudiantes se parecía al triste espectáculo de ver a un perro atropellado por un camión en la carretera: algo horripilante pero que por algún extraño motivo no puedes dejar de mirar. Voy a intentar reproducir fonéticamente el intercambio verbal entre las dos:
En el aparcamiento de la Facultad me encontré con mi compañero, y sin embargo amigo, P. Yo no había desayunado aún y con un pequeño esfuerzo convencí a P para que me acompañara a una de las cafeterías que están frente al Interfacultativo para tomar un café y un pincho de tortilla. La cafetería estaba llena de chiquillería estudiantil.
Por fin aparecieron nuestros cafés y la tortilla. Tuvimos que levantarnos a por ellos. Eché un vistazo al pincho y empecé a desmontarlo metódicamente.
— Tía... ¿qué quiere decir "a capeya"?Y unos minutos más tarde:
— Creo que "a capeya" es algo que tiene música.
— Tía... ¿Sebastián se escribe con acento?Miré los libros que llevaban bajo el brazo: estudiantes de Económicas, la flor y nata de la intelectualidad española. A juzgar por su conversación anterior, deduje que de la escuela neoliberal, como mínimo. Bajé del autobús con una cierta sensación de escalofrío.
— Primera noticia, tía.
— Pues entonces el profesor se ha equivocado en los apuntes que nos ha dado.
— Qué burro, ji, ji.
— Ja, ja.
En el aparcamiento de la Facultad me encontré con mi compañero, y sin embargo amigo, P. Yo no había desayunado aún y con un pequeño esfuerzo convencí a P para que me acompañara a una de las cafeterías que están frente al Interfacultativo para tomar un café y un pincho de tortilla. La cafetería estaba llena de chiquillería estudiantil.
— Puaj, cuánto humo —me dijo P, contumaz fumador de puros y de pipa.Mientras esperábamos largamente a que el único camarero del local nos atendiera, P volvió a la carga:
— Me siento viejo.La conversación rápidamente siguió por otros derroteros:
— Mi querido amigo: eres viejo.
— Pues tú eres un año mayor que yo.
— Yo no soy viejo. Soy un señor de mediana edad.
— ¿Te has fijado en lo incongruente que es la moda de los chicos de hoy en día? —me preguntó mi amigo.P se fija mucho en estos detalles. Yo, por el contrario, rara vez pienso en la indumentaria de los chicos: tiendo a dedicar más tiempo a imaginármelos desnudos. Me fijé atentamente en los tabacosos post-adolescentes que me rodeaban y tuve que darle la razón a P: había algo raro en esa combinación tan extendida de polos Lacoste con pañuelos palestinos. Si este es un fenómeno puramente santanderino o si ocurre también en otras ciudades, es algo que desconozco.
Por fin aparecieron nuestros cafés y la tortilla. Tuvimos que levantarnos a por ellos. Eché un vistazo al pincho y empecé a desmontarlo metódicamente.
— ¿Qué porras haces, majadero? —me preguntó con todo su amor P.Y nos fuimos sin terminar el café, jurando amargamente no volver jamás a ese sitio. En lo que volvíamos al trabajo, los siguientes conceptos empezaron a rondarme por la cabeza: elitismo intelectual, desagrado ante la juventud, incomprensión de las tendencias, paladar desarrollado, petulancia. Le dije a mi compañero:
— Quito el jamón de oferta en el Carrefour e intento dejar sólo la tortilla.
— Tiene pinta de estar bastante reseca.
— Concretamente, sabe a suela de zapatilla.
— Pues el café está lleno de posos.
— Qué horripilancia.
— Yo diría más aún: qué repugnancia.
— Adónde vamos a llegar.
— Sí, amigo: adónde.
— ¿Te das cuenta, P de mis entretelas, de que cada vez nos parecemos más a Frasier y Niles, salvo por el detalle de que no tenemos ni auténtica elegancia, ni verdadera cultura, ni dinero?
— Y también ligamos menos que ellos.
— Oh, cielos.
— Tú lo has dicho: cielos.
15 comentarios:
te ha quedado un post requeteresulton!
y bienvenido a la madurez!
sí, un gran post!
La cultura en este país está cada vez peor y lo peor de todo es que no hablabas de 2 niñas de ESO, sino de estudiantes de universidad!!!!
Por cierto, en Girona polo lacoste/pañuelo palestino, pues va a ser que no.
Por estos lares sí que he visto esa combinación e inclusoo tras más horripilantes todavía.
Que sepas que Frasier y Niles son dos de mis ídolos. Me brindaron momentos de humor excepcionales.
No conozo la serie pero me siento como tú y ellos todo el tiempo . Y no me avergüenza detestar a los jóvenes y a los niños en los lugares públicos, he hecho de mi aversión un emblema.
Si hay niños o jóvenes en manada en mi tren me cambio de vagón, por ejemplo.
Un niño berrea por la calle mientras su madre trata de calmarlo y me aparece una sonrisa beatífica, felicitándome mil veces por no tener ni querer niños.
Lo dicho, un apostolado de la irritación.
No hay nada de malo en detestar a los jóvenes, podría ser incluso un indicador de buena salud. Es algo que se viene haciendo desde tiempos inmemoriales y ayuda a reforzar los lazos con los contemporáneos, a los que de otro modo también detestarías. Yo, que ya empiezo a notar los efectos, me estoy reconciliando poco a poco con mi generación.
P.S.: He eliminado el comentario anterior por contener una errata juvenil.
a pesar de lo poco que me gusta leer que tomas cafés con gente que no soy yo y que aún lo tenemos pendiente...
me ha encantado.
Sí que ligas: nuestropequeñoNils te está tirando los trastos.
u Can't Touch this
Verificación de la palabra: surturia
Muy tuya.
Anda, como yo!, putos reviejos del blues... jajajajajaja
Lo reconozco, los miembros de la generación de la decadencia tienden...¿tendemos?...a cierto nivel de bruteza intelectual. En todos lados.
Caramba, sin comerlo ni beberlo me acabo de convertir en el Portavoz Cascarrabias de Mi Generación. Es bueno tener un papel en la vida...
Para quitarle algo de fuego al asunto, diré una cosa positiva en favor de todos aquellos jovenzuelos: ninguno de ellos se hallaba bebiendo Lambrusco en esos momentos.
PD1. Habrá café, Nils, no lo dudes.
PD2. Pues mira la mía, Mocho: "inesto". No sé por qué, suena muy de cine de guarrio, muy tuya...
PD3. Rickisimus2: creo que Frasier es la mejor comedia que se ha hecho, y P piensa igual que yo. Eleuterio, te recomiendo que te hagas con la serie ya mismo :-)
Piense una cosa; si estar reviejos es no ponerse palestino, ke viva la decrepitud!
Seguramente no se ha dao ni cuenta, pero las primeras cuatro lineas de su post son de un humor fino ke ya lo hubieran kerido los guionistas de Frasier. Sin desmerecer el resto de la entrada, claro.
El post es genial... pero no se preocupe por ser cascarrabias, que es muy sano. La misma opinión que tiene usted de esas jovenzuelas, la tengo yo de la práctica totalidad de la humanidad.
Lo de los palestinos, lo de los palestinos... mejor me callo.
Lo de los palestinos pasó de ser algo "alternativo" a venderse en el Zara.
Qué bueno poner a los hermanos Crane ahí, juas!
La juventud está perdida! Lo malo es que llevan siglos diciendo lo mismo...
Publicar un comentario