A continuación reproducimos, como adelanto a su inminente publicación por nuestra Editorial, las primeras páginas de la nueva obra del escritor bestseller H. P. Swindler, "Notas a las Apostillas de los Apéndices de los Prolegómenos de la Precuela a la Continuación de «El Códice de los Cátaros IV»":
Se ha convertido para mí en un ritual, agradable pero cada vez más exigente en tiempo y esfuerzo, el leer cada mañana los muchos mensajes en los que mis lectores me preguntan acerca de detalles de mi heptalogía de novelas "El Códice de los Cátaros", así como sus diversas precuelas, secuelas, apéndices, adendas, correcciones, glosas y manuales de lectura publicados ya sea por mí o por alguno de los negros que tengo contratados a tal efecto. Mi obra es tan extensa y tal es su complejidad semántica, historiográfica, cultural, bibliográfica y semiótica que mucha gente de nivel cultural inferior al de un catedrático emérito de Humanidades se pierde muchas de las sutilezas que intento transmitir. Es ello, y el jugoso contrato que me ofrece la editorial Shoddy Books Ltd, lo que me ha impulsado a escribir estas Notas, que espero sirvan para despejar algunas de las dudas más frecuentes manifestadas por mis estimados lectores habituales.
Empecemos sin más por la primera escena del libro. Se trata de un flashback. En él descubrimos al protagonista de la serie, el detective de lo oculto Nick T. Callaghan, leyendo a solas en su despacho de la Facultad de Odontología de Cincinnati. Como es bien sabido por otras novelas, la abuela materna de Nick Callaghan era canadiense. Esto ha llevado a algunos de mis exégetas a establecer una relación entre el nombre del protagonista y la venerable figura de Edmund Bailey O'Callaghan; lamento defraudar a mis seguidores, pero no hay nada más lejos de la realidad: lo cierto es que el nombre se me ocurrió en un momento en que quería comprarme un par de zapatos nuevos.
A lo largo de los primeros párrafos se describe el espacio de trabajo de Callaghan de tal forma que queden plasmados al instante los principales rasgos de carácter del protagonista. Como bien saben los expertos en feng shui, entre un hombre y sus armarios se establece una relación recíproca tal que conociéndole al uno se conocen a los otros, y viceversa. El riguroso ambiente académico en el que se mueve Callaghan queda reflejado en la pared principal de la cámara, donde se exponen sus doctorados en Odontología, en Taxidermia y en Lenguas Muertas Transcaucásicas; al mismo tiempo el sillón sobre el que se sienta Callaghan, de cuero de becerro afgano, nos habla de un carácter inconformista e iconoclasta (es bien sabido que el becerro afgano sólo pasta en prados orientados hacia el suroeste). Dedico media página a describir qué música está escuchando nuestro protagonista: una de las arias menos conocidas de la Zitronella, de Rodolfo Caspiani. Esto informa de que Callaghan es un hombre de profunda sensibilidad, por una parte, y de que le gustan los limones, por otra. El color negro de la pletina nos retrotrae al tono de la tipografía típica de los obituarios en la época de Mallarmé, sugiriendo al lector avezado que pronto alguien cercano al protagonista va a morir. Además, oculto entre los arpegios de la música se halla un complicado código matemático que, debidamente expresado en base hexadecimal, ofrecerá más adelante a nuestro héroe la clave para poder penetrar los Secretos de la Cripta de los Cátaros. Este detalle, revelado a su debido tiempo, cumple la finalidad de recordarle al lector su inmensa incultura, en contraste con los estupendos conocimientos de Callaghan y, por extensión, del novelista: moi. La descripción de la sala aporta un último detalle destinado desmentir la imagen de erudito algo aburrido del protagonista, poniendo de relieve su faceta como hombre de acción y patriota: los cadáveres de un grupo de terroristas que acaban de ser vencidos por Callaghan y han sido apilados cuidadosamente tras la papelera, a la espera del paso de la mujer de la limpieza.
Mi primer impulso fue hacer que el libro que lee Callaghan en la primera escena fuese la edición flamenca del Malleus Maleficarum de Kramer y Sprenger, pero pronto comprendí que eso podría herir la sensibilidad de una parte importante de mis lectores, en concreto la constituída por las suegras y otros practicantes profesionales de maleficios. En un segundo momento, me decanté por el Opus evangelicum de Wycliffe, pero mi editor me hizo notar muy acertadamente que eso podría causarnos problemas entre ciertas órdenes monásticas. Pensé entonces en algo más reciente, por ejemplo la excelente novela Nyanyi Sunyi Seorang Bisu, de Toer, pero luego caí en la cuenta de que eso desagradaría a los seguidores de Suharto que pudiera haber entre mi público fiel. Del mismo modo, el Westfälische Schilderungen de von Droste-Hülshoff podía levantar ampollas entre galicanos y jansenistas (por no hablar de los hugonotes). La siguiente opción fueron las 1080 Recetas de Cocina de Simone Ortega, pero eso habría sido inaceptable para miles de vegetarianos que no comulgan con el uso de la carne picada que promulgaba la desaparecida dama. Finalmente, opté por hacer que el libro que aparece entre las nudosas pero fuertes manos de Callaghan fuera la Guía Telefónica. Eso sí, escrita en latín.
Manteniendo un logrado ritmo narrativo que permite al lector aprehender estos detalles y al mismo tiempo avanzar ágilmente en la trama de la novela, se introduce un nuevo elemento con la llegada de Polly, la estudiante aventajada de Callaghan. Sin que él lo sepa -todavía- las vertiginosas curvas de Polly ocultan a una peligrosa asesina, perteneciente a la Orden Secreta de los Hermanos (Y Hermanas) Ocultos(as) Templarios(as) del Séptimo Sello del Arca de la Alianza y de los Muros de Jericó(á), sigilosa cofradía mística que se remonta al siglo XI y cuyo Gran Maestre mantiene una enconada rivalidad con Callaghan desde el segundo tomo de la serie (donde ambos compitieron denodadamente por conseguir un piso de alquiler en régimen de renta antigua). Haciéndose pasar por una tímida estudiante, Polly se ha matriculado en el curso de Ortodoncia Comparada para poder acercarse a su objetivo. Pero en el proceso, inevitablemente, se ha enamorado de su futura víctima y ahora se debate entre sus creencias sectarias y los efervescentes calores hormonales que sacuden su escultural anatomía.
La editorial me obliga a que en todos los capítulos de mis libros haya bien una escena amorosa bien una persecución, bien un tiroteo, bien cualquier combinación de las anteriores: así se facilita la adaptación al cine de las novelas. En este caso, me decanté por la opción erótica, si bien cualquiera de las otras dos habría venido a cuento igualmente bien. Polly entra en el despacho totalmente desnuda, tapándose los pechos con una carpeta (decorada, a la sazón, con una litografía de un baphomet en actitud esquiva, pero Callaghan está absorto en su lectura -va por la letra H- y no se da cuenta), y rompe el hielo de la conversación con un "hola, marinero" entonado de forma casual. Callaghan se da cuenta rápidamente de que algo sucede: esas son, casi exactamente, las palabras que dirigió la hechicera Circe a los miembros de la tripulación de Ulises para atraerles a su envenenado banquete. A Callaghan no se le escapa la asociación entre ambas ideas e intuye que Polly planea alguna cosa, algo con posibles Eróticas Consecuencias. Pero no está del todo seguro, de modo que decide poner a prueba a su estudiante: "Respóndame a esta pregunta, Polly. Si se le acerca un paciente que padece maloclusión moderada en la tercera pieza molar, ¿cuáles son los nombres de las once comedias de Aristófanes, en orden cronológico inverso?". Polly no se deja sorprender y comienza a enumerar, alternando a partir de las Tesmoforias los nombres de las obras con largos besos en la boca de su mentor, lo cual no hace sino profundizar las sospechas por parte de Callaghan de que la mujer se siente de alguna forma atraída hacia él.
A partir de este momento se desarrolla una tórrida escena de elevado contenido sexual, durante la cual apenas se menciona a los Clásicos y que por lo tanto no es del interés del lector. En el segundo capítulo...
Se ha convertido para mí en un ritual, agradable pero cada vez más exigente en tiempo y esfuerzo, el leer cada mañana los muchos mensajes en los que mis lectores me preguntan acerca de detalles de mi heptalogía de novelas "El Códice de los Cátaros", así como sus diversas precuelas, secuelas, apéndices, adendas, correcciones, glosas y manuales de lectura publicados ya sea por mí o por alguno de los negros que tengo contratados a tal efecto. Mi obra es tan extensa y tal es su complejidad semántica, historiográfica, cultural, bibliográfica y semiótica que mucha gente de nivel cultural inferior al de un catedrático emérito de Humanidades se pierde muchas de las sutilezas que intento transmitir. Es ello, y el jugoso contrato que me ofrece la editorial Shoddy Books Ltd, lo que me ha impulsado a escribir estas Notas, que espero sirvan para despejar algunas de las dudas más frecuentes manifestadas por mis estimados lectores habituales.
Empecemos sin más por la primera escena del libro. Se trata de un flashback. En él descubrimos al protagonista de la serie, el detective de lo oculto Nick T. Callaghan, leyendo a solas en su despacho de la Facultad de Odontología de Cincinnati. Como es bien sabido por otras novelas, la abuela materna de Nick Callaghan era canadiense. Esto ha llevado a algunos de mis exégetas a establecer una relación entre el nombre del protagonista y la venerable figura de Edmund Bailey O'Callaghan; lamento defraudar a mis seguidores, pero no hay nada más lejos de la realidad: lo cierto es que el nombre se me ocurrió en un momento en que quería comprarme un par de zapatos nuevos.
A lo largo de los primeros párrafos se describe el espacio de trabajo de Callaghan de tal forma que queden plasmados al instante los principales rasgos de carácter del protagonista. Como bien saben los expertos en feng shui, entre un hombre y sus armarios se establece una relación recíproca tal que conociéndole al uno se conocen a los otros, y viceversa. El riguroso ambiente académico en el que se mueve Callaghan queda reflejado en la pared principal de la cámara, donde se exponen sus doctorados en Odontología, en Taxidermia y en Lenguas Muertas Transcaucásicas; al mismo tiempo el sillón sobre el que se sienta Callaghan, de cuero de becerro afgano, nos habla de un carácter inconformista e iconoclasta (es bien sabido que el becerro afgano sólo pasta en prados orientados hacia el suroeste). Dedico media página a describir qué música está escuchando nuestro protagonista: una de las arias menos conocidas de la Zitronella, de Rodolfo Caspiani. Esto informa de que Callaghan es un hombre de profunda sensibilidad, por una parte, y de que le gustan los limones, por otra. El color negro de la pletina nos retrotrae al tono de la tipografía típica de los obituarios en la época de Mallarmé, sugiriendo al lector avezado que pronto alguien cercano al protagonista va a morir. Además, oculto entre los arpegios de la música se halla un complicado código matemático que, debidamente expresado en base hexadecimal, ofrecerá más adelante a nuestro héroe la clave para poder penetrar los Secretos de la Cripta de los Cátaros. Este detalle, revelado a su debido tiempo, cumple la finalidad de recordarle al lector su inmensa incultura, en contraste con los estupendos conocimientos de Callaghan y, por extensión, del novelista: moi. La descripción de la sala aporta un último detalle destinado desmentir la imagen de erudito algo aburrido del protagonista, poniendo de relieve su faceta como hombre de acción y patriota: los cadáveres de un grupo de terroristas que acaban de ser vencidos por Callaghan y han sido apilados cuidadosamente tras la papelera, a la espera del paso de la mujer de la limpieza.
Mi primer impulso fue hacer que el libro que lee Callaghan en la primera escena fuese la edición flamenca del Malleus Maleficarum de Kramer y Sprenger, pero pronto comprendí que eso podría herir la sensibilidad de una parte importante de mis lectores, en concreto la constituída por las suegras y otros practicantes profesionales de maleficios. En un segundo momento, me decanté por el Opus evangelicum de Wycliffe, pero mi editor me hizo notar muy acertadamente que eso podría causarnos problemas entre ciertas órdenes monásticas. Pensé entonces en algo más reciente, por ejemplo la excelente novela Nyanyi Sunyi Seorang Bisu, de Toer, pero luego caí en la cuenta de que eso desagradaría a los seguidores de Suharto que pudiera haber entre mi público fiel. Del mismo modo, el Westfälische Schilderungen de von Droste-Hülshoff podía levantar ampollas entre galicanos y jansenistas (por no hablar de los hugonotes). La siguiente opción fueron las 1080 Recetas de Cocina de Simone Ortega, pero eso habría sido inaceptable para miles de vegetarianos que no comulgan con el uso de la carne picada que promulgaba la desaparecida dama. Finalmente, opté por hacer que el libro que aparece entre las nudosas pero fuertes manos de Callaghan fuera la Guía Telefónica. Eso sí, escrita en latín.
Manteniendo un logrado ritmo narrativo que permite al lector aprehender estos detalles y al mismo tiempo avanzar ágilmente en la trama de la novela, se introduce un nuevo elemento con la llegada de Polly, la estudiante aventajada de Callaghan. Sin que él lo sepa -todavía- las vertiginosas curvas de Polly ocultan a una peligrosa asesina, perteneciente a la Orden Secreta de los Hermanos (Y Hermanas) Ocultos(as) Templarios(as) del Séptimo Sello del Arca de la Alianza y de los Muros de Jericó(á), sigilosa cofradía mística que se remonta al siglo XI y cuyo Gran Maestre mantiene una enconada rivalidad con Callaghan desde el segundo tomo de la serie (donde ambos compitieron denodadamente por conseguir un piso de alquiler en régimen de renta antigua). Haciéndose pasar por una tímida estudiante, Polly se ha matriculado en el curso de Ortodoncia Comparada para poder acercarse a su objetivo. Pero en el proceso, inevitablemente, se ha enamorado de su futura víctima y ahora se debate entre sus creencias sectarias y los efervescentes calores hormonales que sacuden su escultural anatomía.
La editorial me obliga a que en todos los capítulos de mis libros haya bien una escena amorosa bien una persecución, bien un tiroteo, bien cualquier combinación de las anteriores: así se facilita la adaptación al cine de las novelas. En este caso, me decanté por la opción erótica, si bien cualquiera de las otras dos habría venido a cuento igualmente bien. Polly entra en el despacho totalmente desnuda, tapándose los pechos con una carpeta (decorada, a la sazón, con una litografía de un baphomet en actitud esquiva, pero Callaghan está absorto en su lectura -va por la letra H- y no se da cuenta), y rompe el hielo de la conversación con un "hola, marinero" entonado de forma casual. Callaghan se da cuenta rápidamente de que algo sucede: esas son, casi exactamente, las palabras que dirigió la hechicera Circe a los miembros de la tripulación de Ulises para atraerles a su envenenado banquete. A Callaghan no se le escapa la asociación entre ambas ideas e intuye que Polly planea alguna cosa, algo con posibles Eróticas Consecuencias. Pero no está del todo seguro, de modo que decide poner a prueba a su estudiante: "Respóndame a esta pregunta, Polly. Si se le acerca un paciente que padece maloclusión moderada en la tercera pieza molar, ¿cuáles son los nombres de las once comedias de Aristófanes, en orden cronológico inverso?". Polly no se deja sorprender y comienza a enumerar, alternando a partir de las Tesmoforias los nombres de las obras con largos besos en la boca de su mentor, lo cual no hace sino profundizar las sospechas por parte de Callaghan de que la mujer se siente de alguna forma atraída hacia él.
A partir de este momento se desarrolla una tórrida escena de elevado contenido sexual, durante la cual apenas se menciona a los Clásicos y que por lo tanto no es del interés del lector. En el segundo capítulo...
7 comentarios:
Cari, pues a mi estas apostillas me han levantado las idem del cerebro. No es de extrañar, ahora que lo recuerdo, que el tuberculoso de mi maestro, Feliciano Teixeiro, me citara con tanto frecuencia este Códice... sobre todo para dormirme por las noches... ¡Como me decía siempre, si ofendes a un hugonote, te rompera el cogote, pero si ofendes a un luterano....! Y no sigo, pq mi maestro como verás usaba el metodo socrático (que veo que tu no, jajajaj).
Bien mirado, estos Cátaros de qué familia eran y para qué querían ellos un Códice? No les bastaba a los ijoputas con bailotear desnudos en una orgías inacabadas en el Castillo de Albi? No, estos pelmas tenían que tener todo codificado y apostillado, aún encima.
Eso si, la labor de investigación es inmensa, un monumento de la literatuar que alcanza así contigo la cúspide de lo más abyecto (no se si esta palabra entra bien aqui, pero tenia ganas de meterla aunque fuera a capón, ajaj).
El caso es que mi naturaleza recatada, y mi comprensible inocencia, mi formación clásica, mi elegancia natural y que ademas soy maricón, ¡que coño! me va a hacer saltarme la escena de Polly y el profe, que supongo babeando de lujuria y lascivia y que, realmente, ya vivi yo en persona en clase de mi profesor de semiótica....
En cualquier caso cuenta con mi firma para tu candidatura para el NOBEL o para que cobres el subsidio del desempleo, jajaja
Bezos.
Cari? Dónde están los comentaristas? Es que solo me he leido yo el post o a los demás los has dejado mudos? jajaja
Bezos
Jejej yo creo que nadie tiene tiempo para leer una entrada tan larga (y peñazo) en día laboral... Y yo lo entiendo perfectamente, jeje. Pero me lo paso pipa desfasando ;-)
Que verborrea la tuya, pero quiero con más detalle las escenas de alto voltaje...
Pues si Thiago, algo mudo si me he quedado, pero me temo que ha sido por culpa de un flemón que me lleva dando lata desde hace unos días... Pero desde ayer que pasé por el dentistas parace que remite y podré disfrutar y todo del concierto de la Naranjo.
Por eso he estado desaparecido... Ni cuerpo para conectarme... pero hablamos, ok?. Buen finde a los dos. Besos
He sacado un poco de tiempo de la hora manducatoire y me hallo con un desastre cervical y dáctilo-cliquero, pero la lectura ha merecido la pena, altamente...
No me identifico con el primer lín que inmortaliza el tono medium de tus caros lectores, pero la seducción de Polly a Callaghan es de tal barroquismo Trasobárico, o trans-silvánico, que me he quedado con una rigidez colateral inusitada, entre la cervical 2 y 3:-), ejejje.
El peligro es caer en una Wikipedia, un mundo paralelo peligroso, de consecuencias imprevisibles...pero me he centrado en el texto, sin parar de reír:-)
Un abrazo.
Ke alegrón me da encontrarlo por akí de nuevo!!
Pensaba ke lo había perdido para siempre....
Un abrazo infinito.
La entrada no sólo es larga (largas son las mías, las entradas, digo) sino además bien condensadita, eh!
Dios mío qué poderío de palabrerío (te has fijado cuánto íoooo? Me estaré volviendo egocéntrica?) te has marcado.
Sin palabras no me quedo, porque tengo la capacidad de hablar hasta debajo del agua, pero casi. Eso sí, espero que ese tórrido encuentro sea descrito con la misma minuciosidad
muaaaaahahahahaha
Publicar un comentario