Una vez más, otro mes más. Tu vida es precaria, oscura y difícil. Sientes que te ahogas, que te extiendes como una capa de mantequilla intentando cubrir una rebanada demasiado grande de pan. Mides cada movimiento, cada salida, intentando ajustar al máximo tus recursos. Anhelas cosas que sabes perfectamente que no puedes tener. Te sacrificas. Estás triste.
Y de repente un día notas que las metafóricas nubes se abren, dejando caer sobre tí un rayo de sol que ilumina con luz purísima todo cuanto te rodea. Respiras un aire fresco y maravilloso.
El sueldo. Te han ingresado el bendito sueldo.
Feliz como un niño con lanzallamas nuevo, corres a tapar agujeros. Reservas amorosamente más de la mitad de tu estipendio para pagar, un mes más, la hipoteca. Cubres el mínimo necesario en la cuenta de gastos para que cuando llegue el cargo de la tarjeta de crédito no te quedes en números rojos. Rezas para que la factura del móvil de este mes no sea demasiado alta. Te das un capricho comprándote unas botas nuevas para no tener que ir al trabajo con los pies mojados y fríos en los días de lluvia. Te permites el lujo de invitar a tu osezno a una cañita y un pincho de jamón.
La vida te sonríe. El mundo es dulce. Te sientes bien, contento, en equilibrio. Casi poderoso. Miras hacia adelante con tranquilidad incluso, sabiendo que puedes seguir tirando un tiempo más... hasta que el dinero se te acabe, en unos diez o quince días, y vuelvas a estar como al principio, viviendo un fin de mes que dura dos o tres angustiosas semanas. En los meses buenos.
Y de repente un día notas que las metafóricas nubes se abren, dejando caer sobre tí un rayo de sol que ilumina con luz purísima todo cuanto te rodea. Respiras un aire fresco y maravilloso.
El sueldo. Te han ingresado el bendito sueldo.
Feliz como un niño con lanzallamas nuevo, corres a tapar agujeros. Reservas amorosamente más de la mitad de tu estipendio para pagar, un mes más, la hipoteca. Cubres el mínimo necesario en la cuenta de gastos para que cuando llegue el cargo de la tarjeta de crédito no te quedes en números rojos. Rezas para que la factura del móvil de este mes no sea demasiado alta. Te das un capricho comprándote unas botas nuevas para no tener que ir al trabajo con los pies mojados y fríos en los días de lluvia. Te permites el lujo de invitar a tu osezno a una cañita y un pincho de jamón.
La vida te sonríe. El mundo es dulce. Te sientes bien, contento, en equilibrio. Casi poderoso. Miras hacia adelante con tranquilidad incluso, sabiendo que puedes seguir tirando un tiempo más... hasta que el dinero se te acabe, en unos diez o quince días, y vuelvas a estar como al principio, viviendo un fin de mes que dura dos o tres angustiosas semanas. En los meses buenos.
7 comentarios:
A veces toca pensar más en las cosas buenas que tenemos sin necesidad de dinero, porque nos guste o no, éste no lo es todo.
Ufff... si yo te contara mis malavarismos!. Pero bueno intento organizarme con el sueldo, si quiero llegar a fin de mes, me agobia además andar pelado.
Tengo por norma dejar una cantidad mínima fija intocable en la cuenta, para estar tranquilo, por lo que pueda pasar o imprevistos.
Y también estoy con Nils, el dinero no da la felicidad, aunque si podemos vivir un pelín holgados se agradece, siendo sincero!
Besos
No me espies!!!
Eso es mi vida no?
Qué manera sublime de contar el goteo constante de dinerito que se va con una facilidad que abruma!
Lees Mafalda? Es que este post me ha recordado una ocasión en la que están de vacaciones en la playa y mientras la nena juega con la arena, haciendo algunas de sus geniales reflexiones, al padre se le quiebran los nervios, pues ve cómo su salario, al igual que la arena de las manos de su hija, se va escapando de forma inexorable.
Jooooder, ke reflejado me siento, y con un agravante; ni sikiera tengo hipoteca, ni sueldo ni trabajo fijo. Si le sirve de consuelo....
Ay, sí, ya los sé: el dinero no da la felicidad. Si fuera de la clase de personas que dan más importancia a los ingresos que a la calidad del trabajo, me habría hecho dentista y no investigador.
Pero aun así... qué estrecheces, a veces.
De verdad que es horrible sencillamente: ganar dinero para vivir un mes para trabajar y poder seguir viviendo para ir a trabajar y ganar dinero...
Bueno, supongo que esto lo explico mejor yo Marx, jajaja. Bezos.
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