En unas declaraciones hechas hace un tiempo a la cadena SER, el cardenal Rouco Varela1 afirmaba que Madrid es la capital mundial del pecado.
Por una vez en la vida, tiene toda la razón. O la tendría si usara la palabra "pecado" en el sentido coloquial del término y no en el teológico.
Ayer estuve en Madrid. Espero que ningún madrileño que lea esto se ofenda porque yo haya estado en la capital y no haya llamado para quedar. Se trataba de una quedada con dos de mis más viejos y queridos amigos, a quienes veo sólo una vez al año, y para diez horas que paso con ellos de cada trescientos sesenta y cinco días, creo que lo justo es pasarlas exclusivamente en su compañía, charlando y poniéndonos al día de mil cosas. Y, ya puestos, gastándonos cantidades obscenas de pasta en compras innecesarias por el centro de Madrid.
Madrid es Sin City. Toda la zona comprendida entre la calle Barquillo y Plaza de España es la jungla, a plena luz del día. Que un tipo del montón y que se enrolla fatal como yo pueda en un mismo día flirtear con un cajero de la Fnac, tontear con un camarero italiano de un Starbucks y cruzar miradas-scanner con media docena de tipos en sitios tan dispares como la plaza de Callao o el Vips de Gran Vía, todo ello mientras se está a otras cosas y sin que los amigos que uno tiene al lado se den cuenta, es algo a lo que no estoy acostumbrado ni de coña. Ese tipo de cosas sólo pasan en ciudades tan grandes, libres y, sí, pecaminosas como Madrid. En provincias ese tipo de tensión sexual en la via pública es algo que tiende rápidamente a cero.
Por no hablar de tentaciones extras como las mesas que han puesto los bomberos en Callao para vender su calendario o, ya puestos, las mil saunas, cuartos oscuros, sex-clubs y áreas de cancaneo distribuidas por toda la ciudad.
No me hago ilusiones con respecto a mi fuerza de voluntad. La razón fundamental por la que no suelo caer en tentaciones es que las tentaciones tienen por norma mantenerse más bien lejos de mí. Soy la clase de persona que puede evitar comprar chocolate en el supermercado, pero que si lo tiene en casa se comerá la tableta entera, de una sentada, antes de que hayan pasado veinticuatro horas.
Creo que si viviera en Madrid mi relación de pareja acabaría viéndose muy seriamente perjudicada, o convertiéndose en otra cosa. Por eso no sabéis cuánto admiro a las personas que como Maggie y sumanué, o Mocho y su Tx, o Nils y su rubio, se las apañan, cada cual con su fórmula secreta, para vivir en Sin City y mantener cierto grado de cordura. Olé por vosotros, mozos.
Por una vez en la vida, tiene toda la razón. O la tendría si usara la palabra "pecado" en el sentido coloquial del término y no en el teológico.
Ayer estuve en Madrid. Espero que ningún madrileño que lea esto se ofenda porque yo haya estado en la capital y no haya llamado para quedar. Se trataba de una quedada con dos de mis más viejos y queridos amigos, a quienes veo sólo una vez al año, y para diez horas que paso con ellos de cada trescientos sesenta y cinco días, creo que lo justo es pasarlas exclusivamente en su compañía, charlando y poniéndonos al día de mil cosas. Y, ya puestos, gastándonos cantidades obscenas de pasta en compras innecesarias por el centro de Madrid.
Madrid es Sin City. Toda la zona comprendida entre la calle Barquillo y Plaza de España es la jungla, a plena luz del día. Que un tipo del montón y que se enrolla fatal como yo pueda en un mismo día flirtear con un cajero de la Fnac, tontear con un camarero italiano de un Starbucks y cruzar miradas-scanner con media docena de tipos en sitios tan dispares como la plaza de Callao o el Vips de Gran Vía, todo ello mientras se está a otras cosas y sin que los amigos que uno tiene al lado se den cuenta, es algo a lo que no estoy acostumbrado ni de coña. Ese tipo de cosas sólo pasan en ciudades tan grandes, libres y, sí, pecaminosas como Madrid. En provincias ese tipo de tensión sexual en la via pública es algo que tiende rápidamente a cero.
Por no hablar de tentaciones extras como las mesas que han puesto los bomberos en Callao para vender su calendario o, ya puestos, las mil saunas, cuartos oscuros, sex-clubs y áreas de cancaneo distribuidas por toda la ciudad.
No me hago ilusiones con respecto a mi fuerza de voluntad. La razón fundamental por la que no suelo caer en tentaciones es que las tentaciones tienen por norma mantenerse más bien lejos de mí. Soy la clase de persona que puede evitar comprar chocolate en el supermercado, pero que si lo tiene en casa se comerá la tableta entera, de una sentada, antes de que hayan pasado veinticuatro horas.
Creo que si viviera en Madrid mi relación de pareja acabaría viéndose muy seriamente perjudicada, o convertiéndose en otra cosa. Por eso no sabéis cuánto admiro a las personas que como Maggie y sumanué, o Mocho y su Tx, o Nils y su rubio, se las apañan, cada cual con su fórmula secreta, para vivir en Sin City y mantener cierto grado de cordura. Olé por vosotros, mozos.
12 comentarios:
Bueno, que sepas que SÍ que me jode que vengas a Madrid y no avises, pero no te lo tengo en cuenta porque los buenorros no sé qué tenéis que no puedo enfadarme ni nada...
Y no sé los demás, pero yo no piso apenas el centro así que no te creas que corro mucho peligro por el norte de la ciudad.
qué fotos enlazadas menos porno!
¿Te parece poco porno el segundo? Niño, que hay menores leyendo... ;-)
Mi querido amigo, en este último post del año dejar patente y por escrito, lo mucho que te quiero jodio... eres lo más grande que me ha pasao por el mundo bloguero!
Como decían en Casablanca, aunque nuestra amistad ya está consolidada, creo que esto es el principio de algo muy grande... gracias por formar parte de mi vida.
Besos miles. Alber
Pues yo que quisiera pecar más y no me dejan... Sí, lo de provincias es el reino de Rouco, mal que nos pese, jiji.
P.D.Las tabletas de chocolate son irresistibles y hay poco porno, confirmo
Feliz 2009! Geniales las ilustraciones de Sin City. Yo tambièn trabajo las tintas de un modo parecido. Te invito a que visites mi blog, en el publico dibujos propios (también textos) de temática homoerótica.
Mi blog es:
http://sayyesama.blogspot.com
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Saludos desde Buenos Aires,
Fabro.
Hay que ver qué fijación con el porno... ¡Ciegos os vais a quedar todos! :-)
jaja que razón tienes, ayer estaba asi el centro de la ciudad... y llena de tentaciones. Creo que mucha gente al acabar el año busca desesperadamente el polvo que no ha echado antes, pero efectivamente es fácil montartelo en Madrid: ¡si para eso han puesto probadores las tiendas del centro! jajaja y que morbo tiene hacerlo mientras el de al lado se prueba una camiseta, jajaja
Bezos y feliz polvo nuevo, jaja
Querido sufur, buenos días y feliz año desde madrid.
Besos.
Sí, es cierto que a veces la gente que te acompaña no se entera de lo que haces. Claro, que también puede deberse a que están inmersos en la búsqueda de esos otros monumentos que se pueden encontrar por Madrid, en la zona centro y en pleno día comercial. Aunque, ciertamente, bien puede deberse al empanamiento mental que le entra a los provincianos cuando visitan la capital del reino y ven tanta gente.
Por lo que a mí respecta, la dependienta del tenderete de maquillajes fue la mejor. Qué lástima que no vendiera chocolate.
Bueno, perdonadas las diez horas que es muy poco tiempo. Me encanta que veas a Madrid como "Sin City": alguna gente también lo dice...Igual la segunda parte, es que te quedas, te acostumbras, y alomejor no te pasa nada, no sé...Alomejor sí, y siempre hay algo que te puede sorprender...lo malo que el número de heteros también se multiplica:-), pero es normal. Encantado de que lo hayas pasado bien. ¡Feliz Año Nuevo! (creo que ya te lo he dicho cuatro veces, pero mejor):-)
Besotes.
Es que a los que somos de provincias se nos escapan estas cosas. Pero supongo, Sufur, que al final de todo termina cansándose uno. Te imaginas qué hartura de flirtear si cada día del año estuvieras a ello. Jesús, me cansa sólo pensarlo.
Yo también he pasado por Madrid y no he llamado a nadie, claro que yo no tengo el número ni del tato, jaja. Y que mis horas de llegada y partida a lo que tú llamas Sin City son cuanto menos escandalosas.
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