agosto 28, 2009

Apuntes escoceses

  1. Un viaje accidentado. Me ha pasado de todo estos días: en Santander, no me facturaban la maleta hasta Glasgow. En Madrid, el sistema informático de Iberia no reconocía mi reserva (menos mal que el de British Airways, sí). En Glasgow, mis tarjetas de crédito parecían no funcionar. Al día siguiente de mi llegada se me fundió el portátil, con mi charla y mi último artículo en las últimas fases de revisión dentro. He pasado tres días sin poder conectarme, pero afortunadamente el brazo del servicio técnico de DELL es largo y poderoso, y el miércoles un eficiente a la par que merendable técnico me desmontó el portátil en menos de diez minutos, reemplazó casi todas las placas, volvió a montarlo todo y, voilà, todo se solucionó a tiempo de poder dar la charla. Que, por otra parte, ha despertado poco entusiasmo entre el público.


  2. Glasgow, ciudad hetero(génea). Existen ciudades que actúan como un imán para mi ojo fotográfico y ciudades en las que ni siquiera llego a sentir el gusanillo de sacar a pasear mi cámara. Glasgow, pese a lo interesante que resulta, pertenece a este segundo grupo. No he visto mayor mezcla de estilos arquitectónicos en tan pocos metros cuadrados: un precioso edificio en imitación del barroco puede compartir bloque con un monstruo de cristal, una casa prácticamente en ruinas y unos semiadosados victorianos. Marea un poco. Edinburgo, por contra, es una ciudad completa y gozosamente fotografiable:







  3. En tu país, ¿también llueve? Tres españoles, cuatro italianos (sólo uno de los cuales está bueno), un inglés y dos singapurenses (amigos y residentes en Francia) se sientan alrededor de la misma mesa. Parece un chiste de los de Arévalo, pero es una situación real bastante típica en congresos de este tipo. En estas circunstancias, las dos únicas opciones consisten o bien en hablar de trabajo, o bien en hacer preguntas banales acerca de los países del resto de la gente. Se trata del tipo de conversación que yo llamo "y en tu país, ¿también llueve?". De alguna manera, por estúpida que sea, hay que rellenar el tiempo y los silencios incómodos durante la cena.


  4. Sabiduría que da la experiencia. Después de haber pisado algunas baldosas, sabes de una forma intuitiva que si te piden 60 libras por asistir a la social dinner de un congreso celebrado en el Reino Unido, tiene que haber gato encerrado. Probablemente, en la cazuela de las cocinas: en efecto, la cena consistió en una sopa de tomate perfectamente vulgar, una pechuga de pollo insípida y un pastel de, ehm, algo vagamente dulce con montañas de nata montada. Todo ello regado con un vino australiano sólo apto para un botellón de calimocho. ¿Que dónde estaba el truco y por qué acepté ir a semejante timo? Porque se celebraba en un museo abierto esa noche exclusivamente para nosotros y porque pasearse durante hora y media entre cuadros de Rembrandt y Rubens, con una copa de champán en la mano, sin la presión de hordas de turistas, es algo que no se puede hacer todos los días.


  5. Camino a las Highlands. Por fin terminó el primer congreso de la temporada y he empezado a disfrutar un poco del país. Me voy a pasar el fin de semana recorriendo esas enrevesadas carreteras escocesas, comiendo haggis y bebiendo cantidades minúsculas de un whisky soberbiamente caro a la menor oportunidad...












4 comentarios:

starfighter dijo...

Que envidia más malsana y corrosiva me está entrando, jejeje. Tengo Escocia pendiente desde que fue una amiga y le encantó.

Nils dijo...

como el técnico fuera igualito al de la foto... madre mía!!

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Qué maravilla, no debe hacer calor, y hombres en faldas ¿Has levantado alguna, ó...hace airecillo?
Yo quiero un técnico Dell así también, pero no tengo Dell, jo:-)
Lo de la cena en el museo cómo mola, y el "haggis" qué raro,a ver qué tal sabe...
Besotes.

Otto Más dijo...

Edimbra es una ciudad encantada ^^

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