octubre 29, 2009

Tratado sobre la Hermenéutica

Cielos, qué ilusión: mi primera entrada por encargo.

El miércoles, tras llegar al despacho después de mi segundo desayuno, mi compañero (y sin embargo amigo) P. me interpeló de la siguiente forma: "Sufur de mis entretelas" -él siempre me llama así, salvo a mis espaldas- "desde que leo tu blog llevo esperando como agua en mayo una entrada que, sin embargo, nunca llega. Qué decepción: veo que te has vendido a los poderes fácticos y, como ellos, has decidido soslayar un tema de gran trascendencia, diría incluso de importancia cósmica, y que sin embargo se ha visto vilipendiado por el olvido en esta sociedad podrida en la que vivimos. Estoy hablando, cómo no, de la Hermenéutica". En efecto, mi compañero y amigo P. es un pedante de tomo y lomo, pero eso no quita que su demanda tuviera su miga. En un pispás se había desatado un encendido debate en el despacho, girando en torno a los siguientes puntos: a) qué demonios es la hermenéutica (la teoría del Castor, "hermenéutica consiste en explicarle las cosas a tu hermana", fue rápidamente desestimada), b) si a los practicantes de la hermenéutica habría que llamarles hermeneutas o hermenotes, c) si un recipiente hermenéutico es bueno o no para conservar alimentos y d) qué opinará el Ministro de Educación sobre todo esto.



Vista la natural confusión que el asunto generaba, y teniendo en cuenta por una vez los deseos de P. (quien sigue esperando en vano que un día mi blog aparezca cuajadito de fotos de Jessica Alba en lugar de los habituales jamelgos que suelo colgar), me he estado informando sobre la hermenéutica y he decidido afrontar el tema de forma valiente, clara y decidida, sin obviar los aspectos más escabrosos del asunto, pero al mismo tiempo manteniendo el ameno estilo de divulgación que me caracteriza.



Porque, en definitiva, ¿qué podemos decir acerca de la Hermenéutica que no haya sido dicho ya? Lo primero, y lo digo a riesgo de contrariar a quienes me acusan de excesiva tibieza en mis declaraciones, es que se trata de un personaje controvertido, lleno de luces y sombras, rodeado de dimes y diretes, siempre en boca de correveidiles, sicofantes y otras malas lenguas. Porque la Hermenéutica, pese a todos los infundios que se han vertido sobre ella, no es otra cosa que una criatura viva y real, una persona de carne y hueso, un ser humano que siente y que padece, que ríe y que llora, que cuece y que enriquece: un alma imperecedera enfundada en un cuerpo mortal, sólo que de talla XXL. Sí señores: estamos hablando de la hija de la estanquera de mi barrio.

La Hermenéutica, hija natural de la Fulgencia (años después, en la cresta de la ola de la moda iniciada por la Princesa de Asturias, la buena mujer insistía en rodearse de un cierto aire aristocrático haciéndose llamar Fulgenzia) y de un disecador de mofetas bielorruso anónimo de nacimiento, sintió desde muy niña el canto de sirena de las artes, llamada a la que sin embargo nunca pudo responder por culpa de las vicisitudes de la vida. En sus propias palabras: "yo de pequeña quería ser bailarina, pero como era muy bruta, me metí a puta". Entre medias de una y otra cosa, intentó hacer un curso por correspondencia de esteticién, pero tuvo que interrumpirlo antes de terminar el cuarto curso, cuando se dió cuenta de que era completamente analfabeta. Mujer no dada a arredrarse ante las dificultades, la Hermenéutica decidió en su lugar tatuarse la caricatura de un mono tití en el corvejón.

La Hermenéutica, junto con sus amigas la Mayéutica y la Propedéutica, solían frecuentar en sus años mozos la tasca-freiduría de Manolo (cuyo verdadero nombre era sir William Falsworth III), local de característica atmósfera compuesta en un 78% por nitrógeno y en un 22% por grasa. En ella, entre hamburguesa y hamburguesa de chotuno, las chicas se divertían comentando a los clásicos y haciendo concursos de eructos. Solían encontrarse allí con los muchachos de la banda de "El Rata", un positivista lógico que a la sazón cumplía condena en el reformatorio por defender en público los enunciados sintéticos de la razón frente a los analíticos. La Mayéutica y la Hermenéutica iban detrás del mismo zagal, un tal Juanejas "el apodíctico", lo que generaba inevitables tensiones entre las amigas. Pero como en la guerra y en el amor todo vale, la Hermenéutica aprendió a transgredir las leyes del espaciotiempo, se convirtió en coproductora de un exitoso disco de Perales y debido a ello es probable que la palabra "hermenéutica" les sea a ustedes familiar.



Lo cual lo explica todo, salvo el hecho de que ustedes sigan aún leyendo estas monsergas en lugar de estar divertiéndose con las últimas noticias del vodevil de Caja Madrid.




7 comentarios:

Anónimo dijo...

'chas gracias!!
P.

Mocho dijo...

¡Menudo par!
No me puedi ni imaginar cómo debe de ser ese despacho.

Allau dijo...

Woody Allen con olor a fritanga ;p

Nyc dijo...

Supongo que la Escolástica sigue fatal de lo suyo ;)

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Me ha encantado el "lín" de la Hermeneútica a cocer y enriquecer (Avecrem caldo de pollo). Me encanta que la Herme, se haga amiga de la Maye (útica), más que de la Dialéctica, que dicen que tiene un pico, que va por en medio que no calla, y claro, ella no quiere quedar atrapá entre dos bandos:-)
Me ha gustado también mucho lo de la Fulgenzia con zeta (peta):-), bueno, todo.
Besotes.

peritoni dijo...

Madre mía, lo que aprende uno por estos lares...

MM de planetamurciano.com dijo...

Me pregunto en ke momentos se pone usted a escribir post así y lo ke se le pasa por la cabeza, porke maremía, ke derroche de to.

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