Último día en Bologna. Me levanto temprano por la mañana y decido dedicar un par de horas a caminar por las rojizas calles antes de acudir al congreso. En vez de desayunar en el hotel, me apetece tomar un caffè y un bollo en alguna de las cafeterías de la ciudad, mezclarme un poco con la gente real y despreocuparme del trabajo por un instante.
Hace frío. El aire viene con presagios de llovizna y el pavimento está algo resbaladizo. Me gusta esta sensación de frío en la cara y calor bajo el abrigo. El café caliente, denso y aromático me sienta bien y, pese a que anoche me acosté tarde y con unas cuantas copas de más, me siento despierto, ligero y alegre. Es agradable disfrutar de unas horas para mí mismo.
Llego a la Piazza del Nettuno, saludo silenciosamente a la estatua, entro en la Piazza Maggiore y me paro frente a la fachada desnuda de la catedral, observando las palomas que recorren el enlosado como dándose aires de importancia. Luego entro en la zona del mercado viejo, donde las tiendas ya están abiertas. Compro cuatrocientos gramos de tortelloni ripieni di salsiccia e carciofi, que la tendera envuelve primorosamente, como si fueran diamantes del Congo. Husmeo los puestos de libros sintiéndome extrañamente feliz.
Hace frío. El aire viene con presagios de llovizna y el pavimento está algo resbaladizo. Me gusta esta sensación de frío en la cara y calor bajo el abrigo. El café caliente, denso y aromático me sienta bien y, pese a que anoche me acosté tarde y con unas cuantas copas de más, me siento despierto, ligero y alegre. Es agradable disfrutar de unas horas para mí mismo.
Llego a la Piazza del Nettuno, saludo silenciosamente a la estatua, entro en la Piazza Maggiore y me paro frente a la fachada desnuda de la catedral, observando las palomas que recorren el enlosado como dándose aires de importancia. Luego entro en la zona del mercado viejo, donde las tiendas ya están abiertas. Compro cuatrocientos gramos de tortelloni ripieni di salsiccia e carciofi, que la tendera envuelve primorosamente, como si fueran diamantes del Congo. Husmeo los puestos de libros sintiéndome extrañamente feliz.
Y de repente veo algo que no estaba aquí hace unos meses. ¿Un supermercado? No, espera... ¿una librería? ¿Las dos cosas juntas?
Qué idea original. Cada librería Coop es a la vez tienda para gourmets, cafetería, librería, comedor comunal, enoteca y punto de reunión. Recorro las tres plantas parsimoniosamente, oliendo el aroma del café molido, probando trocitos de queso y embutido, hojeando libros. Un dependiente-camarero bastante guapo me sonríe y me dice "buongiorno". Pienso que el sitio es perfecto: tiene todas las cosas que me gustan juntas. Descanso en la cafetería de la tienda tomándome otro espresso: su sabor me explota en la parte posterior del paladar extendiendo por todo mi cuerpo oleadas de placer.
Naturalmente, acabo picando: "se una notte d'inverno un viaggiatore", de Calvino, y "Flatland", de Abbott, junto con una crostata di albicocche para el osezno, que le encantan.
Paso por la libreria Igor, donde charlo un buen rato con el dueño, sobre la crisis, lo poco que leen tanto los italianos como los españoles, el precio de las casas en Andalucía, y sobre Gus & Waldo. Conozco también a Igor, que resulta ser un perro de carne y hueso.
De vuelta al hotel y al congreso, paso por la Feltrinelli Internazionale, donde cae esta cosa rara. Antes de llegar al hotel, paro en otra cafetería y me tomo el tercer chute de cafeína de la mañana. En circunstancias normales eso bastaría para hacer hervir mi cerebelo, pero nada consigue estropear una mañana tan placentera.
Al menos, hasta que llego al congreso, claro está.
Qué idea original. Cada librería Coop es a la vez tienda para gourmets, cafetería, librería, comedor comunal, enoteca y punto de reunión. Recorro las tres plantas parsimoniosamente, oliendo el aroma del café molido, probando trocitos de queso y embutido, hojeando libros. Un dependiente-camarero bastante guapo me sonríe y me dice "buongiorno". Pienso que el sitio es perfecto: tiene todas las cosas que me gustan juntas. Descanso en la cafetería de la tienda tomándome otro espresso: su sabor me explota en la parte posterior del paladar extendiendo por todo mi cuerpo oleadas de placer.
Naturalmente, acabo picando: "se una notte d'inverno un viaggiatore", de Calvino, y "Flatland", de Abbott, junto con una crostata di albicocche para el osezno, que le encantan.
Paso por la libreria Igor, donde charlo un buen rato con el dueño, sobre la crisis, lo poco que leen tanto los italianos como los españoles, el precio de las casas en Andalucía, y sobre Gus & Waldo. Conozco también a Igor, que resulta ser un perro de carne y hueso.
De vuelta al hotel y al congreso, paso por la Feltrinelli Internazionale, donde cae esta cosa rara. Antes de llegar al hotel, paro en otra cafetería y me tomo el tercer chute de cafeína de la mañana. En circunstancias normales eso bastaría para hacer hervir mi cerebelo, pero nada consigue estropear una mañana tan placentera.
Al menos, hasta que llego al congreso, claro está.
10 comentarios:
La palabra envidia se queda corta para describir el cuerpo que se me ha quedado después de leer la entrada, lo sepas
Calvino, albaricoques y Bologna es una mezcla letal. Benditos los Erasmus que lo pueden disfrutar.
Vaya, no era mi intención dar envidia, Nyc... ¡pero la verdad es que me encanta Italia!
Y me hubiera encantado haber hecho un buen Erasmus aquí, Allau, aunque quién sabe... con lo tonto que era yo en mis años de estudiante (aún más tonto que ahora, que ya es decir) no estoy seguro de si habría sabido aprovechar la experiencia...
Anoche se me pasó por alto tu enlace de Carmen Consoli a la que en casa consideramos una diosa. ¿Te compraste su último disco, aparecido hace una semana? A BCN todavía no ha llegado.
¡Qué grande la Consoli! Es una pena, pero no sabía que hubiera sacado disco nuevo... ¡podría haberlo traído!
Espero que conozcas "l'anfiteatro e la bambina impertinente" o algo así, su disco en directo desde Taormina, porque es un clásico inmarcesible.
¡Lo conozco! :-)
Hombre, así cualkier se va de congresos..Tanto kejarse, tanto kejarse.
Qué gustito oiga, cómo lo cuenta usted. Dan (más) ganas de rico sólo para poder vivir la vida normal, sin diamantes de de esos de cristal ni nada.
Preciosa canción de la Consoli. Y menudo paseo gastronómico-cafetero-cultural...
"Si una noche de invierno un viajero", es el típico libro que te da pena que se acabe. Y esa "Filosofía" de los Monty Phyton tiene que ser muy divertida...La verdad que así da gusto que la maleta pese un poco más.
Besotes.
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