diciembre 20, 2009

Leyes locales

Al final, el tiempo acompañó y cumplí mi amenaza de salir a pasear con la Canon (todas las fotos que se ven a continuación se agrandan al hacer clic sobre ellas).


Sí, los Picos de Europa se veían nítidos e impactantes desde la Bahía, pero sin embargo acabé dedicando casi toda mi atención a la fotografía de las cosas pequeñas y efímeras que aparecen con la marea baja.


En concreto, pasé casi una hora fascinado por los sistemas fluviales en miniatura que se forman en las zonas donde el agua se filtra desde las capas bajas de arena hacia el mar: ríos, afluentes, islas y deltas que vistos desde poco más de un metro de altura recuerdan a imágenes de satélite de accidentes geográficos un millón de veces mayores.


Formas complejísimas que casi parecen diseñadas por un ingeniero de caminos colocado hasta las cejas de LSD. Viendo aparecer de la nada esta maraña de caminos enrevesados casi se siente uno tentado de pensar que existe algún tipo de plan maestro detrás de todo ello. ¿Cómo si no puede aparecer orden y estructura a partir de la uniformidad de una lengua de arena mojada?


La respuesta está en las leyes locales. No existe un plan maestro, ni por supuesto una inteligencia oculta detrás de las formas fluviales en las playas. Cada grano de arena siendo arrastrado por la corriente no conoce qué están haciendo los demás granos que forman el diseño apenas unos decímetros corriente arriba o abajo. No hace falta: sólo mediante fuerzas microscópicas que operan localmente en el entorno del grano se va tejiendo una estructura que abarca docenas de metros y que tiene un complejidad pasmosa.

Todo empieza con una primera tirada de dados. El agua empieza a rezumar y en un momento dado un primer grano de arena se mueve, rueda y se deposita de una determinada forma, al azar. El grano de arena no es simétrico, y según queden orientadas sus caras el agua pasa con más fuerza por uno u otro de sus lados. De repente, es más probable que se deposite un segundo grano de arena en un sitio y no en otro. Al caer el segundo grano, une su masa al primero y el efecto se acentúa. Pronto, donde sólo había un flujo liso e informe de humedad se ha formado un riachuelo, retorciéndose en meandros dictados por el mismo juego de fuerzas y leyes locales. Citando al premio Nobel francés Jacques Monod, es la combinación del azar y la necesidad lo que hace aparecer de forma natural la complejidad a partir de lo sencillo. Lo mismo ocurre en la formación y movimiento de las ondas de arena en los fondos de las playas y, en mucha mayor escala, en la de las grandes dunas del desierto.


Para que ocurra esto es necesario un motor externo que proporcione la energía necesaria para "subir cuesta arriba" localmente la pendiente de la entropía, sin que se viole en ningún momento el sacrosanto Segundo Principio de la Termodinámica. En el caso de mis pequeños ríos de playa, los dos motores son el calor del Sol y la fuerza motriz de las mareas.

Vemos el mismo patrón por todas partes. Cuando en cada una de vuestras mitocondrias se produce el pequeño milagro químico de la respiración celular, las enzimas que ayudan a romper la glucosa para daros energía no actúan según ningún plan superior que os tenga a vosotros como individuos en mente: simplemente unas moléculas se acoplan a otras porque las leyes locales de la química así lo requieren. Cuando un embrión se desarrolla para convertirse en un ser vivo, su crecimiento no viene dado por un plano como el que hace un arquitecto de una casa, sino por una serie de recetas que determinan las reglas de juego de las leyes locales según las cuales se reproducen y especializan las células. El mismo tipo de principio de crecimiento basado en leyes locales se aplica una y otra vez: la cristalización del agua en los copos de nieve, el crecimiento de las manchas de líquen en las rocas, la protrusiones de las conchas de los moluscos marinos, el desarrollo de los sistemas circulatorios de los animales o las ramificaciones siempre irrepetibles de las copas de los árboles, que cobra todo su esplendor casi fractal con la caída de las últimas hojas a finales de otoño...

7 comentarios:

Allau dijo...

Todo muy fascinante, desde el camino de Santiago que recorren los mariscos hasta el marco incomparable que deviene Santander cuando es el fotógrafo que observa.

¡Y no me toques a la mitocondria, que le estoy enseñando a planchar las camisas!

matilde urbach dijo...

Caramba, Sufur, qué bien trabajan juntos el azar y la necesidad. Al menos en Santander.

Que pases unas buenas fiestas. O lo que sea eso que se nos avecina.

Nyc dijo...

Igual si hubiera tenido un profe de física como tú, me hubiera enterado de algo de esta materia en el instituto

Thiago dijo...

Jaja, eso me recuerda mis "intervenciones artísticas" en la playa este verano, jajaa

Beach-art le he llamado yo, jaja

Bezos.

Casanova dijo...

Las fotos preciosas,pero terminas "evangelizando",te detienes para explicar que a pesar de lo ordenado de la Naturaleza,no hay un Dios,detràs de ello.Y qué màs da?.

Me gusta mucho la primera foto,esas montanyas nevadas junto a un mar bravìo.Bello

MM de planetamurciano.com dijo...

Lo del azar y la necesidad lo veo taaan aplicable a mi vida...
Yo el finde tuve cienes de tentaciones de salir con la cámara, pero la mesa camilla es muy persuasiva.

quéinsólito dijo...

Que bonito. es verdad que yo tb me he fijado siempre mucho en esos surcos tan tremendos que se hacen de la nada y de repente se van y vuelven a aparaecer totalmente distintos...son además de una textura gustotísima.

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