julio 04, 2010

Herbert vs. Herbert: una comparativa

Frank Herbert (1920-1986) fue un escritor de ciencia ficción, autor la novela de culto Dune y de varias continuaciones de mayor o menor acierto. A Frank Herbert le obsesionaban la ecología, la política, el poder alienante de las religiones y el papel fundamental de la educación y el adiestramiento en el desarrollo humano. Fruto de esas fijaciones son unas novelas densísimas, en las que la psicología predomina de forma apabullante sobre la descripción, hasta al punto de que a veces la acción parece congelarse por completo. Leyendo a Frank Herbert uno siempre tiene la sensación de estar perdiéndose capas y capas de mensajes superpuestos... o eso, o de estar sufriendo una enorme tomadura de pelo.

Brian Herbert (1947-), hijo de Frank Herbert, es un vendedor de libros de ciencia ficción, coautor junto con el infame Kevin J. Anderson de innumerables precuelas, secuelas e intercuelas de la saga Dune. A Brian Herbert le obsesiona exprimir al máximo la gallina de los huevos de oro de la obra de su padre. Fruto de esa fijación son unas novelas inanes, absurdas, mal escritas, llenas de personajes más planos que el busto de Assumpta Serna y que sin embargo se venden como churros, en las que la acción sin fundamento predomina de forma apabullante sobre todo lo demás, hasta el punto de que los desquiciados giros argumentales y los recursos a algún deus ex machina se convierten en el pan nuestro de cada día.


Ambos autores son tan parodiables que no me puedo resistir a comparar sus estilos utilizando una misma escena:
CAPITULO I, por Frank Herbert

Lady Melissa entró en la sala sin anunciarse. Su rostro, de elegantes rasgos clásicos y ovalados, era una máscara de autocontrol que no traicionaba el torbellino de su interior. "Esta bien puede ser mi prueba definitiva", pensó mientras atravesaba en silencio el espacio que le separaba de su temido destino, "es aquí donde se comprobará si todos mis años de adiestramiento Bene Gesserit han servido para su propósito o no". El pensamiento la sumió durante un instante en el más absoluto terror y hubo de luchar con todas sus fuerzas para reprimir un escalofrío. Con tres rápidas inspiraciones, colocó su mente en el trance de relajación prana-bindu, calmando sus pulsaciones y contrayendo sus esfínteres de forma imperceptible mientras que sus músculos asumían una posición de relajada alerta, listos para saltar en cualquier momento.

Frente a ella se encontraban tres mujeres, todas ellas vestidas con los hábitos negros de su Orden. Melissa estudió sus rostros con minuciosidad, atenta a los más minúsculos detalles. La primera y más anciana tenía una barbilla débil, signo inequívoco de una falla en su línea genética. La segunda poseía una mirada dura y de ojos fríos. "
Cuidado con ésta", avisaron a Melissa las voces de sus antepasadas muertas eones atrás, "hay violencia en cómo se muerde las uñas". La última mujer, por el contrario, permanecía enigmática e impasible tras una pose de austera diginidad. Melissa creyó reconocer en ella la reserva de un filósofo Zensunni y su sentido interior de alarma se disparó aún más. Fue la tercera mujer la primera en hablar.

- Hola -dijo.

¡Qué aterradora fuerza en esa Voz! Melissa sintió como si la huberan golpeado físicamente. A punto de perder el control, recitó internamente la Letanía Contra La Angustia Existencial hasta que una especie de calma volvió a instaurarse en su interior. ¿Qué habría querido decir esa terrible mujer con esa palabra? ¡La infinidad de subtextos que se escondían en esa cuidada entonación! Montañas de información compimidas en una clave indescifrable y que sin embargo afectaban a lo más profundo de su esencia humana. Ya Aristóteles había utilizado argucias similares, pero ya nadie fuera de la Bene Gesserit lo recordaba. Melissa sintió que estaba siendo manipulada. Recordó entonces una de las enseñanzas de sus Maestras Censoras: "un círculo no tiene fin en si mismo, pero el infinito no puede ser encerrado en una mofeta disecada". Cayó en simulflujo, siguiendo al mismo tiempo tres líneas de pensamiento en niveles de conciencia supepuestos: el plano físico, donde su cuerpo seguía enfrentándose a sus rivales, pero existiendo simultáneamente en otro nivel en el que volvía a ser una Acólita de Tercer Grado aprendiendo las sutilezas del pensamiento no-aristotélico. En un nivel aún más profundo ponderaba la permutaciones lingüísticas que habían dado origen a esa palabra que ahora trastocaba su existencia. Una Reverenda Madre Bene Gesserit como ella no podía dejar de percibir la sutil interpenetración de los tres planos, lingüistico, memorístico y físico, y de actuar en consecuencia. Melissa supo lo que tenía que hacer. En total, había pasado menos de una fracción de segundo.

- Hola -respondió. Con su respuesta, Melissa les estaba diciendo a sus oponentes: "he aquí una que ha mirado a través de vuestros artificios y ha visto vuestros calcetines, y tenéis un agujero en ellos". Las mujeres quedaron impresionadas por su respuesta, demostrándolo con casi imperceptibles gritos de desesperación y rasgaduras de sus vestidos que Melissa registró en su memoria holográfica para un posterior análisis. ¡Dejemos que traguen esto! Y acto seguido, poniendo en sus palabras toda la amenaza que sólo una adepta como ella era capaz de transmitir, añadió:

- ¿Quién da la vez para la pescadería?






CAPITULO I, por Brian Herbert

Lady Melissa entró en la sala moviéndose como una gacela mortal. Girando y volteándose en una precisa pirueta, decapitó con sus manos desnudas a seis mujeres que se habían atrevido a blandir sus barras de pan contra ella. Rápida como una centella y goteando sangre humana de sus sobacos, aterrizó frente a las malignas arpías que se interponían entre ella y los preciados salmonetes que había venido a comprar.

- Nosotras estamos antes -dijo una de las malvadas mujeres- y no dudaremos en sacrificar a toda la Humanidad con tal de llevarnos las mejores ofertas.

Estaba claro que no tenían las mejores intenciones y por tanto Melissa se preparó para aniquilarlas a todas con una llave de
shuap-shú, un arte marcial que acababa de inventarse. Pero antes de poder actuar, la portavoz de las mujeres dijo:

- Hemos escondido una bomba atómica de inimaginable potencia en el mostrador de los embutidos. Levanta un dedo contra nosotras y la haremos detonar volatilizando la ciudad en el proceso. Ahora que lo mencionamos, es posible que lo hagamos de todas formas, porque somos malas, y las malas hacen ese tipo de cosas.

- Pero yo soy buena y os lo impediré -dijo Melissa, aunque la verdad es que no se le ocurría cómo.

Pero en aquel momento se apareció Paul Atreides, que tenía poderes, y acabó con la Amenaza del Supermercado a tiempo para llegar a comer a casa.



7 comentarios:

Leralion dijo...

Sólo me he leído Dune y me ha encantado. Y, dada la fidelidad de la parodia de Frank, guardaré distancia con los libros de Brian.

Allau dijo...

No me gustó ni siquiera el "Dune" bueno, con lo que me doy por satisfecho con la lectura de la parodia de la parodia del hijo.

starfighter dijo...

Pude acabar Dune más por perseverancia que por placer. Pero no he continuado con la saga más que nada porque si los siguientes libros son igual de densos, ufff. Eete caso me suena al de los Tolkien, donde al hijo solo le falta decir "papa, levántate y escribe más". Impresentable.

Sufur dijo...

Sí, yo tambiénm pensaba en ese otro gran aprovechado, el hijo de Tolkien...

Deric dijo...

Leí todos los libros de Frank, los devoré, pero los de su hijo ni los he tocado, ni ganas

Anónimo dijo...

Parece que tienes un monton de adoradores. Deberias plantearte en serio refundar el sufuranismo y dejar de parodiar a los Herbert imitando a Terry Pratchett. Un dia de estos recibiras una llamada anonima y no tendras ni Idea de quien sera

Anónimo dijo...

Genial. Muy bien parodiado.
Sólo te ha faltado poner en la sección de Brian, que una de las malas, era un Ghola que despertaba tras recordar un absurdo recuerdo de su pasado pre-Ghola. Y darse cuenta que era Gurney Halleck con un cambio de sexo.

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