Amiguitos: cada día que pasa estoy más jodido de la puta cabeza.
No sé dónde acabará esto.
No sé dónde acabará esto.
Desde muy jovencito he vivido engañado por dos de los grandes mitos de la cultura occidental, a saber: que la verdad, y por ende el conocimiento, nos hacen libres, y que la Razón es un faro que alumbra nuestro camino hacia la felicidad.
Mentiras cochinas.
Una y otra vez me he estrellado contra la evidencia de que el conocimiento sólo me sirve para ver con mayor claridad los barrotes de mi jaula, pero no me saca de ella. En cuanto a la Razón, me ayuda bien para tomar decisiones, pero se me muestra totalmente impotente a la hora de afectar en lo más mínimo ese núcleo irracional de emociones indefinibles, neurosis , miedos y conflictos que llevo en mi centro mismo, que es en último término el motor que me mueve y que no ha atendido jamás a razones de ningún tipo.
Casi treinta y seis años de vida, y aún no he aprendido a manejar mi irracionalidad.
¿Te crees un ser racional, querido lector? Lamento decirte que eres un iluso. Esta es la realidad acerca de los seres humanos: somos una fina capa de neuronas pensantes que rodean a un cerebro de mamífero primitivo, que a su vez rodea a un cerebro de reptil, que a su vez se superpone a un conjunto de glándulas semiautónomas: partes que no necesariamente tienen los mismos objetivos y que están mal ensambladas entre sí porque la evolución es ciega y chapucera. A algunos el cableado les funciona mejor que a otros: yo soy de los que funcionan tirando a mal, pero nadie se libra del todo.
No me consuela nada saber que no soy el único. Conozco científicos que son capaces de resolver complejos problemas fundamentales sobre el origen del Universo, pero no de cuidar de forma elemental su salud, sesudos intelectuales que se comportan como niños de seis años en la vida social, médicos que creen en la magia, profesores que enseñan una cosa y practican en su vida la contraria, filósofos virtualmente analfabetos, ingenieros homeópatas, catedráticos inseguros y envidiosos, activistas de izquierdas racistas, psiquiatras dementes... Todos víctimas de la misma ilusión de que inteligencia es sinónimo de cordura. El panorama es desolador y no es cierto que el mal de muchos sea consuelo de este tonto en particular.
Así va el mundo.
Mentiras cochinas.
Una y otra vez me he estrellado contra la evidencia de que el conocimiento sólo me sirve para ver con mayor claridad los barrotes de mi jaula, pero no me saca de ella. En cuanto a la Razón, me ayuda bien para tomar decisiones, pero se me muestra totalmente impotente a la hora de afectar en lo más mínimo ese núcleo irracional de emociones indefinibles, neurosis , miedos y conflictos que llevo en mi centro mismo, que es en último término el motor que me mueve y que no ha atendido jamás a razones de ningún tipo.
Casi treinta y seis años de vida, y aún no he aprendido a manejar mi irracionalidad.
¿Te crees un ser racional, querido lector? Lamento decirte que eres un iluso. Esta es la realidad acerca de los seres humanos: somos una fina capa de neuronas pensantes que rodean a un cerebro de mamífero primitivo, que a su vez rodea a un cerebro de reptil, que a su vez se superpone a un conjunto de glándulas semiautónomas: partes que no necesariamente tienen los mismos objetivos y que están mal ensambladas entre sí porque la evolución es ciega y chapucera. A algunos el cableado les funciona mejor que a otros: yo soy de los que funcionan tirando a mal, pero nadie se libra del todo.
No me consuela nada saber que no soy el único. Conozco científicos que son capaces de resolver complejos problemas fundamentales sobre el origen del Universo, pero no de cuidar de forma elemental su salud, sesudos intelectuales que se comportan como niños de seis años en la vida social, médicos que creen en la magia, profesores que enseñan una cosa y practican en su vida la contraria, filósofos virtualmente analfabetos, ingenieros homeópatas, catedráticos inseguros y envidiosos, activistas de izquierdas racistas, psiquiatras dementes... Todos víctimas de la misma ilusión de que inteligencia es sinónimo de cordura. El panorama es desolador y no es cierto que el mal de muchos sea consuelo de este tonto en particular.
Así va el mundo.
Dicen que el primer paso para curarse es reconocer la propia locura. Otra mentira ¿piadosa? Hace ya demasiado tiempo que admití estar como una puta regadera, y sigo en el mismo punto que entonces. En conflicto.
Tal vez el detalle sutil no sea darse cuenta de que hay un lunático en mi cabeza, sino en admitir que el lunático soy yo. Pero eso, ¿dónde me deja?
¿He de dejarme llevar?
¿Pero adónde?
Son preguntas ociosas, porque una de las dos cosas que jamás he sabido hacer, precisamente, es dejarme llevar a ningún sitio. La otra es parar de pensar.
Así que parece ser que tendré locura para rato...
¿He de dejarme llevar?
¿Pero adónde?
Son preguntas ociosas, porque una de las dos cosas que jamás he sabido hacer, precisamente, es dejarme llevar a ningún sitio. La otra es parar de pensar.
Así que parece ser que tendré locura para rato...
8 comentarios:
O tal vez está en el pasto?
Define locura. Y, entonces encontraras que todos caemos en esa definición.
Querido y admirado Sufur, sé que no es mucho consuelo, pero estamos muchos metidos en esa jaula de locura.
Te doy la razón completamente en que cuanto más ahondas en el conocimiento ves con más claridad los barrotes de la jaula. Y también en que somos una finísima capa de neuronas sobre un cerebro "primitivo". No podemos escapar de esta sinrazón, así que deberíamos tratar de vivir lo mejor posible. Hay veces que deberíamos hacer oídos sordos a las cosas que nos dice nuestro cerebro reptiliano, aunque sea difícil. Quizá por eso hay héroes, personas que se convierten en personajes cuando dejan a unlado esos miedos innatos.
En cuanto a locuras, sé de un ilustre ingeniero cuya tarjeta de visita rezaba: "Naturópata-Acupuntor". Y se fabricó un "casco" para detectar los puntos de "energía negativa". Ver para creer.
Salud, compañero.
El que esté cuerdo que tire la primera piedra... Y seguro que alguno se lo cree y lo hace.
Siempre he pensado, y cada día me reafirmo más, que somos masoquistas y nos gusta sufrir y de sufrir.
Parto de que no sé de qué hablas. Cuando la cosa alcanza ciertos niveles la cosa se vuelve bastante chunga, pero no sé si es tu caso. Entonces lo único que puedes hacer es abandonarte al ensayo y error del reajuste químico y rodearte de gente comprensiva. Sobre todo, como dices -o dicen- ser consciente de tu problema, y saber valorar e identificar a esas personas. Pero hay que seguir haciendo vida, social, laboral; emocional. No se puede renunciar a eso.
Si la cosa se limita a ciertos "indicios" y alguna recaída, momentos puntuales de crisis, etc. Puede controlarse mejor. Es más, estoy convencido de que a veces conviene más olvidarse de ello (sobre todo cuando todo va bien), más aún si eres una persona especialmente hipocondríaca. Es bastante común, después de todo, identificarse con la mayoría de los síntomas de cualquier tipo de trastorno psicológico.
No es un consuelo que no seas el único, pero al menos hay mucha gente que puede saber o puede identificarse con lo que te ocurre. Quieras o no, de ahí nace un sentimiento de solidaridad y comprensión.
Nosce te ipsum
¡Bahhh! Sei matto come un gatto ¿Y...?
Mucho mejor que ser gris (perla). Pásame el "putifino" que me voy a la playa, Janete:-)
Tu no te preocupes. Mientras tengas en la nevera y en el congelador, pues sus cosas, sus Hacendado y sus pimientos de piquillo...no es grave. Si hay carne humana descuartizada la cosa cambia....Yo siempre que voy a casas nuevas, lo primero la nevera:-).
Happy Summer.Besotes
Sufur, cuando me asaltan los pensamientos que describes en tu post, acabo llegando a la conclusión que los locos e irracionales són todos los demás.
A veces incluso pienso que, como en la invasión de los ladrones de cuerpos, estoy rodeado de extraterrestres, i en cualquier momento me convertirán en vaina. Tengo motivos para pensarlo.
Pues sí, locos estamos todos un poco... menos mal que existen estas pequeñas catarsis :-)
Publicar un comentario