RETRASO DE LA ENTRADA: 23 días
Soy la clase de individuo que considera que encender una lavadora, programar un vídeo o poner una cafetera son tareas titánicas, solo aptas para mentes privilegiadas formadas en la Academia de Ciencias Rusa, como mínimo. Ante mi incapacidad para manejar cualquier tipo de tecnología que supere un palo de avellano, suelo disculparme diciéndole a todo el mundo que qué se le va a hacer si soy de letras. A la gente le sorprende un poco, sobre todo a aquellos que han estado en casa de mi madre y han visto la pared donde la santa mujer ha colgado con un primoroso enmarcado mi título de Doctor en Ciencias. Pero es la pura verdad, y para demostrarlo basta con hacer un sencillo ejercicio visual:
La anterior fórmula es una vieja conocida de los seguidores de este blog, la forma compacta de las ecuaciones de campo de Einstein, y si os fijáis bien en ellas hay muchísimas más letras que números. ¡Luego que nadie se atreva a decirme que no soy de letras!
Digo todo lo anterior para satisfacer a los incautos que, atraídos tal vez por el título de esta entrada, hayan venido pensando encontrar una discusión sobre los clásicos de la literatura universal. Se siente: en realidad mi intención es tocar un tema muchísimo menos interesante. Voy a hablar de hombres.
El señor osezno y un servidor pasamos unos días atacados por la sobrecarga sensorial que supone estar rodeados de chulazos en flor a todas horas. Y eso que Chania no es Mykonos... ni falta que le hace. Desde el primer momento tuvimos las hormonas en máxima tensión: el conductor del autobús que nos llevó desde Heraklio hasta Chania era uno de esos griegos de piel tostada, ojos claros color miel, labios generosos, vello dorado por el sol, sonrisa pícara y aspecto de macho limpio pero a la vez algo descuidado que los miembros del Tribunal de la Haya están considerando seriamente incluir en el listado de Armas de Destrucción Masiva. Y la cosa fue progresivamente a peor.
No es de extrañar que a los pocos días un osezno totalmente en celo me hiciera la pregunta del millón:
¿Quiénes te gustan más, los griegos o los italianos?
Ah, ¿pero es que hay que elegir?
Vengaa, supongamos por un momento que fuera necesario hacerlo. Tarea difícil: los griegos y los italianos, especialmente los del sur, se parecen mucho. Como repetían constantemente en la película Mediterraneo: "una faccia, una razza". Además, mi ideal de belleza física se corresponde bastante con el del mediterraneo clásico, así que tanto griegos como italianos me encantan.
Aun con todo, yo noto pequeñas diferencias. Algunas de ellas puede que estén en la mezcla de genes (tal vez en Grecia se de más a menudo la combinación de piel morena y ojos claros, o tal vez sea una imaginación mía), pero la mayoría se deben, creo yo, a formas de vida diferentes.
Los italianos venden imagen. Recuerdo una frase que leí en la sección de viajes de una revista gay: "Italia es el lugar perfecto para sentarse en una terraza y ver pasar un permanente desfile de hombres que parecen gays, pero que no lo son". O que dicen que no lo son, añadiría yo. Los italianos son capaces de desorientar hasta el gaydar más afinado. Existe entre ellos una obsesión por el aspecto físico totalmente desproporcionada. Cuando yo vivía en Italia no dejaba de llamarme la atención la cantidad de horas que echaban en el gimnasio durante el invierno con el objetivo de estar divinos de la muerte y poder lucirse en la playa en el verano. De acuerdo, eso lo hacen también los españoles y todos los demás. Lo gracioso venía luego, cuando ibas a la playa y te dabas cuenta de que casi nadie se bañaba: el plan consistía, aparentemete, en chamuscarse al sol y pasear arriba y abajo durante horas marcando músculos y paquete ante las nenas (y, en algunas selectas playas y calas, ante los nenes). Cada minuto dentro del agua parecía ser para ellos un minuto perdido en el que nadie admiraba lo bien que les quedaba el speedo último modelo. La procesión de torsos depilados, piercings y tatuajes a la última y minibañadores ultrafashion llegaba a hacerse cansina. La mentalidad orientada al márketing de los italianos se traduce en tres detalles importantes: aspecto de estatuas de cera, cuerpos depilados y actitud de mírame-y-no-me-toques.
Los griegos (o al menos los cretenses, que son los que conozco mejor) también quieren estar guapos, pero son más perezosos. El sueño dorado de todo buen cretense es poder sentarse en una butaca cómoda con vistas a la calle, pedir un frappé y ver pasar la vida: con decir que hasta en los bares de copas y en los conciertos todo el mundo se queda sentado todo el rato, lo digo todo. En la parte estética, la mentalidad relajada de los cretenses se traduce en tres detalles importantes: aspecto natural (redondeces y pelambreras incluidas), barbas de cinco días (según el osezno, para no tener que afeitarse más que una o dos veces por semana) y culos. Lo de los griegos culones es algo digno de verse: constantemente dan ganas de ofrecerles la cara para que se sienten en ella. Ahora que lo pienso, la vieja asociación de ideas entre culo y griego me encaja a la perfección.
En palabras del osezno: los italianos están más buenos, pero los griegos son más guapos.
En el apartado de vestimenta, sin embargo, salen ganando los italianos: la horterez de los janiópotas es sólo comparable a la que se puede ver entre los chonis que habitan los aparcamientos del Lidl un sábado por la tarde. Claro que las griegas son mil veces peores...
Faltaría por comparar el último detalle: su funcionamiento en la cama. Ahí tengo que reconocer que me falta la suficiente estadística. Habrá que hacer un esfuerzo, digo yo: ¡todo sea por la ciencia!
Y al final, ¿con quiénes me quedo? ¡Evidentemente, con los dos!
Update: después de un fin de semana extremadamente gay en Copenhague, tengo que reevaluar muy positivamente mi opinión acerca de los rubios... ¡pero no mezclemos churras con merinas! Ya tocará hablar del tema...
6 comentarios:
yo soy de griegos en general y de guapos (italianos o griegos) en particular, así que tampoco me importa liarme con un italiano q me vuelva loco... eso sí, hay nacionalidades que NUNCA podría.
Italianos depilados, no.
Griegos con culaco sí.
A mí los rubios lánguidos no me llaman mucho, a menos que estén dotados de otras "cualidades", ejem.
Los Italianos van de machirulos aunque por la calle ves cada uno que te dan ganas de silbarle como si fuera una tía.
Con los griegos no tengo el placer...bueno...ejem. eso, que no conozco helenos, pero un tío con un buen culaco me altera la meninge esa que tenemos los gays según doña Margarita aquella...
Y los rubios me encantan!
Toooooodos los chicos me gustan! (léase con la musiquilla aquella de los 60's)
Pero oye... ¡¿tú no estabas hablando de números y letras?!!
pues a mi, si es para una noche loca, mientras esté bueno me da igual lo que hable... aunque me gustan el latín, el griego me vuelve loco
Conozco poco a los italianos, ni en la calle ni en al cama.
En cambio, los griegos me gustan mucho. Si tienen cuerpos y narices clásicas soy capaz de silbarlos por la calle.
Los cosianos no son tan guapos como los cretenses, podría afirmarse.
Yo, con los italianos no puedo.
A los griegos sí que les hacía varias cosas un poco indecentes (de hecho no se las hice el año pasado por que se cruzó un tranvía en mi vida).
Y aunque yo soy más de morenos, a los rubiaken daneses les hacía de todo... bueno ya vio usted el estado de excitación permanente en que me tuvieron toda la semana pasada.
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