Esta semana comienza el otoño. Según las efemérides astronómicas para el año 2010, el equinoccio otoñal será el jueves 23 a las 3:10, Tiempo Universal (las 5:10 en la España peninsular).
Casualmente, justo el mismo día comienzo las clases. El curso se presenta movidito: conservo las dos asignaturas del año pasado más una parte de una nueva asignatura del Grado... sí, el famoso Plan Bolonia nos invade. Voy a tener que dedicar más tiempo a la docencia, y creo que "no gano para disgustos" se va a convertir en mi lema oficial. Tengo motivos para ello: este año en septiembre sólo ha aprobado un quince por cierto de los alumnos convocados a examen, y eso significa que este curso tendré el aula llena de repetidores. Espero que tengan la decencia de no pisar el aula, porque si no tendré que contener continuamente mis impulsos de estrangular a algunos de ellos...
Puestos a comenzar, esta semana empiezo a trabajar en un nuevo despacho. Se ha producido una vacante y uno de los codiciados despachos de la primera planta se ha quedado vacío; por antigüedad -qué mal suena eso- me iba tocando tener despacho propio, así que abandono a los chicos del 018 y me voy al otro lado del pasillo. Me da mucha pena dejar a P. y al Castor y al otro P., pero al fin y al cabo no es como si me fuera a Katmandú... ¡y ahora tendré más espacio para meter mis libros y mis porquerías! Aún tengo que decidir la decoración: dudo entre un estilo clásico y sobrio (una fuente rococó con querubines meando en el centro de la sala, rodeada de enanitos de jardín y galgos de porcelana del Todo a 100), algún tema étnico (alfombras de piel de cebra y leopardo, cabezas de rinocerontes disecados en las paredes y un esclavo nubio medio en bolas para abanicarme), algo más nuestro (estanterías llenas de conservas de bonito en aceite, anchoas y latas de espárragos, barricas de vino peleón y jamones colgados del techo) o bien crear algo de ambiente más adecuado para la revisión de exámenes (argollas, cadenas, potro de tortura con equipamiento completo, dama de hierro, grilletes y, para los alumnos que lo merezcan, un buen sling). ¿Alguna sugerencia?
Mientras tanto, inauguro el nuevo despacho con un poco de jazz otoñal.
Después de un verano entregado a mis ineludibles (y gozosas) citas con la ciencia-ficción, también comienzo la temporada de ensayo con "On being certain", un libro divulgativo sobre neurología y ciencia cognitiva que trata de lo que pasa en nuestros cerebros cuando estamos absolutamente seguros de algo aunque en realidad ese algo no sea cierto... cosa que nos sucede casi todo el tiempo. Por lo visto las partes del cerebro que procesan el pensamiento racional y las que producen creencias (incluyendo la creencia de estar seguro de algo) no solamente están bastante alejadas entre sí, sino que además están pésimamente conectadas la una con la otra: por eso nos pasa lo que nos pasa. Me han recomendado este libro como buena herramienta para fortalecer el pensamiento crítico, empezando por la crítica hacia uno mismo. Ya os contaré... ¡y prometo ser muy crítico!
Hablando del final de verano, el otro día apareció en El País una columna de Almudena Grandes que consiguió que se me hiciera la boca agua. No sé si sería coincidencia, pero justo seis días después el pijérrimo restaurante santanderino Deluz organizó una cena-degustación de despedida del verano en la que todos los platos (postre incluído) llevaban como ingrediente estrella algo de tomate. El osezno nos invitó a un servidor y unos amigos y tuvimos una velada agradable a la par que rica en licopenos... aunque hiciera un poco de frío para estar en el jardín.
Hablar de cenas y cuchipandas me lleva a pensar que tengo que comenzar de nuevo las sesiones de gimnasio. Entre pitos y flautas este verano ha sido demoledor con mi organismo y cada día me parezco más a un saco de patatas relleno de gelatina y untado de mantequilla; ahora que preveo al menos un mes y medio sin viajes largos espero poder establecer una rutina de cuatro visitas semanales a esa moderna sala de torturas que estoy pagando. Me temo que no me va a dar tiempo a recuperar mi peso antes de la boca de E., pero al menos espero no tener que comprarme un pantalón nuevo porque el traje me esté pequeño...
Ay, cuántos comienzos. ¡Feliz Año Nuevo!
Casualmente, justo el mismo día comienzo las clases. El curso se presenta movidito: conservo las dos asignaturas del año pasado más una parte de una nueva asignatura del Grado... sí, el famoso Plan Bolonia nos invade. Voy a tener que dedicar más tiempo a la docencia, y creo que "no gano para disgustos" se va a convertir en mi lema oficial. Tengo motivos para ello: este año en septiembre sólo ha aprobado un quince por cierto de los alumnos convocados a examen, y eso significa que este curso tendré el aula llena de repetidores. Espero que tengan la decencia de no pisar el aula, porque si no tendré que contener continuamente mis impulsos de estrangular a algunos de ellos...
Puestos a comenzar, esta semana empiezo a trabajar en un nuevo despacho. Se ha producido una vacante y uno de los codiciados despachos de la primera planta se ha quedado vacío; por antigüedad -qué mal suena eso- me iba tocando tener despacho propio, así que abandono a los chicos del 018 y me voy al otro lado del pasillo. Me da mucha pena dejar a P. y al Castor y al otro P., pero al fin y al cabo no es como si me fuera a Katmandú... ¡y ahora tendré más espacio para meter mis libros y mis porquerías! Aún tengo que decidir la decoración: dudo entre un estilo clásico y sobrio (una fuente rococó con querubines meando en el centro de la sala, rodeada de enanitos de jardín y galgos de porcelana del Todo a 100), algún tema étnico (alfombras de piel de cebra y leopardo, cabezas de rinocerontes disecados en las paredes y un esclavo nubio medio en bolas para abanicarme), algo más nuestro (estanterías llenas de conservas de bonito en aceite, anchoas y latas de espárragos, barricas de vino peleón y jamones colgados del techo) o bien crear algo de ambiente más adecuado para la revisión de exámenes (argollas, cadenas, potro de tortura con equipamiento completo, dama de hierro, grilletes y, para los alumnos que lo merezcan, un buen sling). ¿Alguna sugerencia?
Mientras tanto, inauguro el nuevo despacho con un poco de jazz otoñal.
Después de un verano entregado a mis ineludibles (y gozosas) citas con la ciencia-ficción, también comienzo la temporada de ensayo con "On being certain", un libro divulgativo sobre neurología y ciencia cognitiva que trata de lo que pasa en nuestros cerebros cuando estamos absolutamente seguros de algo aunque en realidad ese algo no sea cierto... cosa que nos sucede casi todo el tiempo. Por lo visto las partes del cerebro que procesan el pensamiento racional y las que producen creencias (incluyendo la creencia de estar seguro de algo) no solamente están bastante alejadas entre sí, sino que además están pésimamente conectadas la una con la otra: por eso nos pasa lo que nos pasa. Me han recomendado este libro como buena herramienta para fortalecer el pensamiento crítico, empezando por la crítica hacia uno mismo. Ya os contaré... ¡y prometo ser muy crítico!
Hablando del final de verano, el otro día apareció en El País una columna de Almudena Grandes que consiguió que se me hiciera la boca agua. No sé si sería coincidencia, pero justo seis días después el pijérrimo restaurante santanderino Deluz organizó una cena-degustación de despedida del verano en la que todos los platos (postre incluído) llevaban como ingrediente estrella algo de tomate. El osezno nos invitó a un servidor y unos amigos y tuvimos una velada agradable a la par que rica en licopenos... aunque hiciera un poco de frío para estar en el jardín.
Hablar de cenas y cuchipandas me lleva a pensar que tengo que comenzar de nuevo las sesiones de gimnasio. Entre pitos y flautas este verano ha sido demoledor con mi organismo y cada día me parezco más a un saco de patatas relleno de gelatina y untado de mantequilla; ahora que preveo al menos un mes y medio sin viajes largos espero poder establecer una rutina de cuatro visitas semanales a esa moderna sala de torturas que estoy pagando. Me temo que no me va a dar tiempo a recuperar mi peso antes de la boca de E., pero al menos espero no tener que comprarme un pantalón nuevo porque el traje me esté pequeño...
Ay, cuántos comienzos. ¡Feliz Año Nuevo!
9 comentarios:
pues ser tu alumno debe estar bien...
En la decoración escogería la última opción, quien sabe, de repente aparecen algunos a quienes les guste y estén todo el día consultando dudas en el despacho. O también algo muy victoriano, la disciplina inglesa tiene sus adeptos ;)
Bueno, pues los alumnos canta-britos van a flipar, entre el decor-sling y el nubio: yo pondría alfombras de cebra sintética, con el nubio mirando, abrigado también por si se acatarra (pero con gabardina reversible, que en un plás lo deje hecho un desnudista):-)
El libro ése que lees del vaso medio lleno, nuse...mú de ciencias, yo estoy con las Dorothy Parker, con el Marías y con nuevas cosas de policíaco, que me entretengo...
Y Miles Davis, siempre acompaña...El licopeno me parece muy bien, con un poco de tofu, adelgaza, pero si no va ligao con salsa, claro...Sino al Gym a bajar lipo...¿Para cuándo filmaciones de tu "disciplina británica" con repetidores y alumnos poco aplicados? ¡Uhmmmm!:-)
Besotes
Wow, tengo que leerme ese libraco. Aunque todavía no estoy acostumbrado a leerme libros en inglés y me imagino que no habrá edición traducida.
Apoyo lo de los galgos de porcelana del Todo a 100.
Cuando quieras te doy unas clases de algo, Nils. ¿Qué tal se te da la física?
Lo del estilo victoriano tiene su aquel, Starfighter, aunque yo creo que soy más eduardiano...
Si yo soy de letras, Ripley, jajaj
Te lo paso en cuanto lo acabe, Leralion... tiene un lenguaje sencillo y letra gorda, así que no va a ser difícil :-)
Pues yo, para la decoración de su despacho, propongo el look étnico a lo decorado del "un, dos, tres...". Unas cuantas lianas de plasticorro, unos cuantos ídolos de poliexpán, unos cuantos tigres-animatronics de segunda mano del Cortylandia y usted ataviado a lo "rey León_El Musical", con pareo colorido, pecho al descubierto y un montón de plumas en la cabeza.
El plan Bolonia ha llegado a la ciudad. (Pendiente de calificación por edades).
La decoración debe tener una gitana de las del televisor como cosa imprescindible; da conversación con extraños, alegra la mañana, si la usas como arma arrojadiza hace daño y no es cara de reponer...En fin, ke todo son ventajas.
jaj hoy un post variadito, eh.. Eso del despacho por "antiguedad" suena definitivamente mal, cari, Y ya que a tu vida entran los bolonios, te diré que ya no hay sitios de todo a 100, ajaj que ahora son sitos de todo a 1 euro, así que moderniza la univiersidad y tus decoraciones, jaja.
Bueno, bezos.
Yo le recomendaría que colgase el sling rodeado de jamones colgando del techo. Y que el nubio estuviese en mitad de una fuente flanqueada por galgos disecados que mirasen en dirección al sling... por intimidar al alumno cuando le haga de "maestro" de ceremonias...
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