En las postrimerías del meeting, con las últimas charlas levantando ecos en una sala que va quedándose gradualmente desierta a medida que los cientifiquitos y las cientifiquitas se van volviendo a sus países de origen, miro a mi alrededor y descubro que, a pesar del cansancio de toda una semana que pesa sobre mis acogotadas neuronas, las ideas geniales aún siguen presentándose cuando menos me las espero.
El hall del Area della Ricerca del CNR de Bolonia está presidido por una briosa escalera de caracol que ocupa el centro de la sala, comunicando la entrada del edificio con las salas de reuniones del primer piso. Todos los días los miembros del rebaño de aspirantes a Genios del Mal subimos y bajamos las escaleras charlando, tomando café y pensando en nuestros experimentos Contra Natura. El primer día no está mal del todo, pero en seguida se hace repetitivo y uno se cansa rápidamente del espectáculo. De alguna manera me da la sensación de que es un desperdicio darle un uso tan cansino y prosaico a semejante escalera. Estaría mucho mejor en el escenario de un gran teatro de variedades. Y eso me ha hecho preguntarme cómo sería el Musical de Planck.
Aún no tengo muy elaborado cuál sería el argumento, pero me da igual. Al fin y al cabo, ¿quién se fija en los argumentos de los musicales? Basta con echar mano del plot genérico que comparten prácticamente todos ellos, y que se reduce a lo siguiente: el tenor (en este caso uno de los dos PIs) quiere hacer cosas con la soprano (en este caso el otro PI, forzando el falsete y con una buena peluca), pero el barítono (el agente de la ESA) se interpone.
Lo importante es el espectáculo. Este será un musical épico y dramático pero, lo que es más importante, con muchas lentejuelas. No faltarán ni el clásico y emotivo dueto en el que los dos PIs se cantan románticamente el uno al otro en torno a una propuesta de financiación, ni los inevitables y conmovedores solos en los que un foco de luz blanca y pura ilumina a uno de los protagonistas mientras éste abre su corazón y sus cargas útiles ante una sobrecogida audiencia. Habrá momentos de gran tensión dramática cuando la agencia espacial italiana retire los fondos para el radiómetro de 100 GHz, e instantes de pánico relacionados con cierto sorption cooler. Habrá peleas simuladas en las que bandas de atrevidos bailarines rivales compitan por el favor del Science Team y frenéticos cambios de ritmo de la orquesta a medida que las deadlines van yendo y viniendo.
El momento culminante será el gran final: bajo una lluvia de purpurina dorada, los dos PIs bajarán, ataviados con vistosos tocados y boas de plumas, la escalera que me ha provocado esta fantasía febril. A su alrededor los coros de Planck scientists y miembros de los Core Teams cantarán odas a la cosmología de precisión, mientras un ejército de becarios y becarias engalanados con sus mejores calculadoras saltarán de un lado a otro, haciendo cálculos, piruetas y gorgoritos sin parar. En un clímax de incomparable grandiosidad, muy al estilo de Broadway pero al mismo tiempo también muy Monte Carlo, todos se marginalizarán hasta condensarse en una hermosa ristra de parámetros cosmológicos. Ah, y aparecerán unos cuantos elefantes enjoyados, sin motivo aparente, porque es algo que siempre he querido ver en un escenario.
Al terminar, el reparto saldrá a saludar en riguroso orden alfabético. El público aplaudirá a rabiar y pedirá insistentemente un bis, pero esto sólo será posible para el LFI.
El hall del Area della Ricerca del CNR de Bolonia está presidido por una briosa escalera de caracol que ocupa el centro de la sala, comunicando la entrada del edificio con las salas de reuniones del primer piso. Todos los días los miembros del rebaño de aspirantes a Genios del Mal subimos y bajamos las escaleras charlando, tomando café y pensando en nuestros experimentos Contra Natura. El primer día no está mal del todo, pero en seguida se hace repetitivo y uno se cansa rápidamente del espectáculo. De alguna manera me da la sensación de que es un desperdicio darle un uso tan cansino y prosaico a semejante escalera. Estaría mucho mejor en el escenario de un gran teatro de variedades. Y eso me ha hecho preguntarme cómo sería el Musical de Planck.
Aún no tengo muy elaborado cuál sería el argumento, pero me da igual. Al fin y al cabo, ¿quién se fija en los argumentos de los musicales? Basta con echar mano del plot genérico que comparten prácticamente todos ellos, y que se reduce a lo siguiente: el tenor (en este caso uno de los dos PIs) quiere hacer cosas con la soprano (en este caso el otro PI, forzando el falsete y con una buena peluca), pero el barítono (el agente de la ESA) se interpone.
Lo importante es el espectáculo. Este será un musical épico y dramático pero, lo que es más importante, con muchas lentejuelas. No faltarán ni el clásico y emotivo dueto en el que los dos PIs se cantan románticamente el uno al otro en torno a una propuesta de financiación, ni los inevitables y conmovedores solos en los que un foco de luz blanca y pura ilumina a uno de los protagonistas mientras éste abre su corazón y sus cargas útiles ante una sobrecogida audiencia. Habrá momentos de gran tensión dramática cuando la agencia espacial italiana retire los fondos para el radiómetro de 100 GHz, e instantes de pánico relacionados con cierto sorption cooler. Habrá peleas simuladas en las que bandas de atrevidos bailarines rivales compitan por el favor del Science Team y frenéticos cambios de ritmo de la orquesta a medida que las deadlines van yendo y viniendo.
El momento culminante será el gran final: bajo una lluvia de purpurina dorada, los dos PIs bajarán, ataviados con vistosos tocados y boas de plumas, la escalera que me ha provocado esta fantasía febril. A su alrededor los coros de Planck scientists y miembros de los Core Teams cantarán odas a la cosmología de precisión, mientras un ejército de becarios y becarias engalanados con sus mejores calculadoras saltarán de un lado a otro, haciendo cálculos, piruetas y gorgoritos sin parar. En un clímax de incomparable grandiosidad, muy al estilo de Broadway pero al mismo tiempo también muy Monte Carlo, todos se marginalizarán hasta condensarse en una hermosa ristra de parámetros cosmológicos. Ah, y aparecerán unos cuantos elefantes enjoyados, sin motivo aparente, porque es algo que siempre he querido ver en un escenario.
Al terminar, el reparto saldrá a saludar en riguroso orden alfabético. El público aplaudirá a rabiar y pedirá insistentemente un bis, pero esto sólo será posible para el LFI.
4 comentarios:
Yo terminaría el primer acto con algo espectacular, algo así como la explosión de una supernova que dejase al público comooo ... ¿derretidos en sus asientos? Y no te olvides de que tiene que haber un contrapunto cómico, ¿una estrella enana tal vez?
¿Esto qué es? ¿Un post sin un solo enlace-sorpresa de contenido guarrindongo? ¿Ha sido usted poseído por el espíritu de Frank Lloyd Weber, o qué?
Estoy de acuerdo en que hay que hacer un gran final del primer acto... un número coral en el que uno por uno todos los científicos vayan contando sus penas, mientras que los malos (el ministro de educación, dos burócratas que gestionan las subvenciones, un astrólogo y un homeópata) cantan sus maldades, como no. Terminan todos cantando a la vez y coordinando perfectamente sus voces.
Lo de la supernova de Starfighter lo dejaría para el final, final... en medio, la gente quiere dramatismo ¿un crucifijo se abate y destroza una maqueta del sistema heliocéntrico? ¿una hoguera con ejemplares del origen de las especies?
Palabra de verificación: gente... qué curioso.
Agradecido y emocionado con esta propuesta de musical. Ni Andrew Lloyd Webber oiga.
Eso sí, espero que haya muchos fogonazos y efectos especiales. Oh, y la escenografía de cartón-piedra del bueno eh. No hay que escatimar...
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