Hoy
don Presunto Percal,
concejal con igual
Don Presunto Percal fue lo que se suele denominar un político de raza. Qué tipo de raza, no está muy claro: por su aspecto se asemejaba a un cruce entre un orangután engominado y una cotorra mollejuda del Afganistán, mientras que por su comportamiento cotidiano se diría más bien que provenía de la familia de las víboras malayas. En cualquier caso, nadie puede negar que ya desde muy niño apuntaba maneras de gran estadista.
Apuntaba maneras, y también apuntaba con el dedo. Chivato vocacional, se ganó la protección de sus profesoras de primaria denunciando discretamente todas las travesuras de sus compañeros, ya fueran éstas reales o inventadas. Al mismo tiempo, se ganó la simpatía de sus compañeros de clase señalando todos los defectos físicos o psicológicos de los maestros y adjudicándoles, para deleite del alumnado, todo un surtido de motes crueles capaces de hacer llorar a un legionario. El joven Presunto era muy consciente de sus (pocas) virtudes y (muchos) defectos y, sabiendo perfectamente que en él anidaban la misma capacidad de estudio y de trabajo honrado que en una tapa de yogur caducado, decidió que la mejor manera de properar en la vida era enfrentar a los unos contra los otros a su alrededor y aprovechar la confusión resultante para hacerse con el poder. Sin comerlo ni beberlo, en pocos meses la atmósfera del jardín de infancia se había vuelto espesa como un potaje de castañas y tensa como los papos de Nicole Kidman tras un chute de bótox. Los tristemente famosos Disturbios de la Guardería del 67, en los que perecieron noventa y ocho personas, fueron atribuidos por algunos malpensados a los tejemanejes del pequeño Percal. Afortunadamente, nuestro héroe no pudo ser procesado por no haber hecho aún la primera comunión.
De las ruinas humeantes del Jardín de Infancia el niño Presuntito pasó directamente a la Escuela Elemental de los Padres Bigotudos de San Pascasio de Alburquerque. Allí los pacientes curas lograron transmitir a ese futuro prócer de la patria los valores de la oración y de la fe, pero fracasaron estrepitosamente en inculcarle cualquier tipo de conocimiento. Llegado el examen final de matemáticas, Presunto fue suspendido por no saber resolver la siguiente ecuación:
Don Presunto, indigniado, declaró que el resultado del examen era un "flagrante ataque contra la democracia", una "maniobra persecutoria por parte de un poder judicial excesivamente politizado" y un "escandaloso complot contra los derechos humanos que tan laboriosamente conquistaron nuestros padres", dado que "nadie podía demostrar que por no haber respondido a esa pregunta él no supiera la respuesta". Don Presunto recurrió a la Consejería de Educación, posteriormente al Ministerio de Obras Públicas, luego al Supremo, al Constitucional, al Tribunal de Estrasburgo y finalmente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, quien autorizó una misión de paz por parte de los Cascos Azules para intentar contener la difícil situación. El proceso se alargó lo suficiente como para que los continentes cambiaran apreciablemente de forma y a don Presunto se le acabó concediendo, por puro cansancio, no sólo en graduado escolar sino un máster en dirección de empresas por la Universidad de Georgetown.
De ahí el salto a la política fue algo natural para el buen Percal. Nuestro protagonista fichó por un partido conservador cuyos altos ideales éticos le cautivaban, donde rápidamente pasó a encargarse de la organización de actos públicos de cara a las elecciones municipales de su pueblo. Hombre capaz de pensar a lo grande, don Presunto solicitó al Gobierno Central la cantidad de 250 millones de euros en concepto de subvención para organizar un mítin. El monto puede parecer un poco sobredimensionado, sobre todo teniendo en cuenta que el pueblo de don Presunto tenía a la sazón veintisiete habitantes censados, pero si algo saben nuestros prudentes gobernantes es que nunca hay que escatimar en las cuestiones verdaderamente importantes. ¿Y qué puede haber más importante que gastar grandes sumas de dinero en que los candidatos políticos puedan regodear sus egos en mítines a los que sólo asisten personas que ya están convencidos de ir a votarles? Evidentemente, la subvención fue concedida en su totalidad y don Percal preparó un presupuesto para un macro evento con la asistencia estelar de cierta Lideresa nacional del partido, envuelta en loor de multitudes y acompañada por los coros del Ejército Ruso, estrellas de la farándula de la talla de Shakira o Norma Duval y, presidiéndolo todo, el cuerpo congelado e incorrupto de Walt Disney. Pero por desgracia el dinero desapareció, aparentemente por culpa de una combustión espontánea, y don Presunto, a quien nunca se pudo culpabilizar del asunto, acabó montando en su lugar una especie de reunión de tupperware político a la que asistió como autoridad un cuñado de Federico Trillo y, como animador, Tony Genil. En cualquier caso el partido ganó las elecciones ese año, que era lo importante, y don Presunto fue recompensado con una concejalía.
La concejalía en cuestión era la de Asuntos Bélicos, desde la cual ejerció una paciente y concienzuda labor de rellenar crucigramas. En los ratos libres, y dado que la ley se lo permitía, don Presunto montó un pequeño negocio de compraventa, para lo cual le vinieron de perlas 250 millones de euros que justamente acababa de heredar de una difunta tía hasta entonces desconocida. Don Presunto compraba y vendía todo tipo de mercancías, centrándose sobre todo en agentes de policía, periodistas y magistrados. De ahí, y dado que las cosas le fueron moderadamente bien, pasó a comprar un equipo de fútbol de primera división y un club de peleas de gallos, negocios ambos tan similares entre sí que en más de una ocasión sustituó por error a algún entrenador por una gallinácea sin que nadie se diera cuenta hasta pasadas varias temporadas de liga.
Todo era paz y armonía bajo el yugo de don Presunto. Bajo su cetro florecieron las artes, las ciencias y sobre todo las obras públicas. Fue muy sonada la inauguración del gran puerto marítimo local, impresionante obra de ingeniería sobre todo teniendo en cuenta que el pueblo de don Presunto se encontraba en plena Sierra de Gredos. Pero ya saben ustedes lo malas que son la envidia y la maledicencia: un mal día un juez corrupto y facineroso, sin duda enemigo de la democracia, osó abrir una investigación contra don Presunto por un asuntillo insignificante de trata de blancas. Don Presunto, en rueda de prensa exclusiva desde uno de sus burdeles, negó todos los cargos y pidió públicamente la cabeza del juez mercenario, echando la culpa de todo al Gobierno Central, "que las viste como putas". Por suerte la Justicia, siempre rauda y eficaz en nuestro país, logró incapacitar al juez rebelde en menos que se tarda en decir "prevaricación" y todo pareció quedarse en un sustillo sin importancia.
Pero no: las sombras oscuras de la duda y del oprobio se cernían sobre la noble y hermosa testuz de nuestro dirigente, a quien inexplicablemente se le acumulaban medio centenar de juicios pendientes y causas abiertas. Y por tanto, lógicamente, la Cúpula Nacional del partido se alineó en bloque a favor del señor Presunto, dándole todo su apoyo y confirmándole como cabeza de lista en las próximas elecciones. A lo que don Presunto aportó: "las urnas demostrarán mi inocencia".
Y, por supuesto, lo hiceron. Faltaría más. Y Sálvame Deluxe, también.
Apuntaba maneras, y también apuntaba con el dedo. Chivato vocacional, se ganó la protección de sus profesoras de primaria denunciando discretamente todas las travesuras de sus compañeros, ya fueran éstas reales o inventadas. Al mismo tiempo, se ganó la simpatía de sus compañeros de clase señalando todos los defectos físicos o psicológicos de los maestros y adjudicándoles, para deleite del alumnado, todo un surtido de motes crueles capaces de hacer llorar a un legionario. El joven Presunto era muy consciente de sus (pocas) virtudes y (muchos) defectos y, sabiendo perfectamente que en él anidaban la misma capacidad de estudio y de trabajo honrado que en una tapa de yogur caducado, decidió que la mejor manera de properar en la vida era enfrentar a los unos contra los otros a su alrededor y aprovechar la confusión resultante para hacerse con el poder. Sin comerlo ni beberlo, en pocos meses la atmósfera del jardín de infancia se había vuelto espesa como un potaje de castañas y tensa como los papos de Nicole Kidman tras un chute de bótox. Los tristemente famosos Disturbios de la Guardería del 67, en los que perecieron noventa y ocho personas, fueron atribuidos por algunos malpensados a los tejemanejes del pequeño Percal. Afortunadamente, nuestro héroe no pudo ser procesado por no haber hecho aún la primera comunión.
De las ruinas humeantes del Jardín de Infancia el niño Presuntito pasó directamente a la Escuela Elemental de los Padres Bigotudos de San Pascasio de Alburquerque. Allí los pacientes curas lograron transmitir a ese futuro prócer de la patria los valores de la oración y de la fe, pero fracasaron estrepitosamente en inculcarle cualquier tipo de conocimiento. Llegado el examen final de matemáticas, Presunto fue suspendido por no saber resolver la siguiente ecuación:
x = 3 + 4
Don Presunto, indigniado, declaró que el resultado del examen era un "flagrante ataque contra la democracia", una "maniobra persecutoria por parte de un poder judicial excesivamente politizado" y un "escandaloso complot contra los derechos humanos que tan laboriosamente conquistaron nuestros padres", dado que "nadie podía demostrar que por no haber respondido a esa pregunta él no supiera la respuesta". Don Presunto recurrió a la Consejería de Educación, posteriormente al Ministerio de Obras Públicas, luego al Supremo, al Constitucional, al Tribunal de Estrasburgo y finalmente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, quien autorizó una misión de paz por parte de los Cascos Azules para intentar contener la difícil situación. El proceso se alargó lo suficiente como para que los continentes cambiaran apreciablemente de forma y a don Presunto se le acabó concediendo, por puro cansancio, no sólo en graduado escolar sino un máster en dirección de empresas por la Universidad de Georgetown.
De ahí el salto a la política fue algo natural para el buen Percal. Nuestro protagonista fichó por un partido conservador cuyos altos ideales éticos le cautivaban, donde rápidamente pasó a encargarse de la organización de actos públicos de cara a las elecciones municipales de su pueblo. Hombre capaz de pensar a lo grande, don Presunto solicitó al Gobierno Central la cantidad de 250 millones de euros en concepto de subvención para organizar un mítin. El monto puede parecer un poco sobredimensionado, sobre todo teniendo en cuenta que el pueblo de don Presunto tenía a la sazón veintisiete habitantes censados, pero si algo saben nuestros prudentes gobernantes es que nunca hay que escatimar en las cuestiones verdaderamente importantes. ¿Y qué puede haber más importante que gastar grandes sumas de dinero en que los candidatos políticos puedan regodear sus egos en mítines a los que sólo asisten personas que ya están convencidos de ir a votarles? Evidentemente, la subvención fue concedida en su totalidad y don Percal preparó un presupuesto para un macro evento con la asistencia estelar de cierta Lideresa nacional del partido, envuelta en loor de multitudes y acompañada por los coros del Ejército Ruso, estrellas de la farándula de la talla de Shakira o Norma Duval y, presidiéndolo todo, el cuerpo congelado e incorrupto de Walt Disney. Pero por desgracia el dinero desapareció, aparentemente por culpa de una combustión espontánea, y don Presunto, a quien nunca se pudo culpabilizar del asunto, acabó montando en su lugar una especie de reunión de tupperware político a la que asistió como autoridad un cuñado de Federico Trillo y, como animador, Tony Genil. En cualquier caso el partido ganó las elecciones ese año, que era lo importante, y don Presunto fue recompensado con una concejalía.
La concejalía en cuestión era la de Asuntos Bélicos, desde la cual ejerció una paciente y concienzuda labor de rellenar crucigramas. En los ratos libres, y dado que la ley se lo permitía, don Presunto montó un pequeño negocio de compraventa, para lo cual le vinieron de perlas 250 millones de euros que justamente acababa de heredar de una difunta tía hasta entonces desconocida. Don Presunto compraba y vendía todo tipo de mercancías, centrándose sobre todo en agentes de policía, periodistas y magistrados. De ahí, y dado que las cosas le fueron moderadamente bien, pasó a comprar un equipo de fútbol de primera división y un club de peleas de gallos, negocios ambos tan similares entre sí que en más de una ocasión sustituó por error a algún entrenador por una gallinácea sin que nadie se diera cuenta hasta pasadas varias temporadas de liga.
Todo era paz y armonía bajo el yugo de don Presunto. Bajo su cetro florecieron las artes, las ciencias y sobre todo las obras públicas. Fue muy sonada la inauguración del gran puerto marítimo local, impresionante obra de ingeniería sobre todo teniendo en cuenta que el pueblo de don Presunto se encontraba en plena Sierra de Gredos. Pero ya saben ustedes lo malas que son la envidia y la maledicencia: un mal día un juez corrupto y facineroso, sin duda enemigo de la democracia, osó abrir una investigación contra don Presunto por un asuntillo insignificante de trata de blancas. Don Presunto, en rueda de prensa exclusiva desde uno de sus burdeles, negó todos los cargos y pidió públicamente la cabeza del juez mercenario, echando la culpa de todo al Gobierno Central, "que las viste como putas". Por suerte la Justicia, siempre rauda y eficaz en nuestro país, logró incapacitar al juez rebelde en menos que se tarda en decir "prevaricación" y todo pareció quedarse en un sustillo sin importancia.
Pero no: las sombras oscuras de la duda y del oprobio se cernían sobre la noble y hermosa testuz de nuestro dirigente, a quien inexplicablemente se le acumulaban medio centenar de juicios pendientes y causas abiertas. Y por tanto, lógicamente, la Cúpula Nacional del partido se alineó en bloque a favor del señor Presunto, dándole todo su apoyo y confirmándole como cabeza de lista en las próximas elecciones. A lo que don Presunto aportó: "las urnas demostrarán mi inocencia".
Y, por supuesto, lo hiceron. Faltaría más. Y Sálvame Deluxe, también.
2 comentarios:
Creo que es la mejor vida de políticos que has hecho... inspirado, sin dudas XDxd.
Y pensar ke cualkier extranjero se tomaría esta entrada de cachondeo cuando es más verdad ke los curriculums de los políticos...
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