Por motivos que no vienen al caso, ambos tenemos la suficiente cantidad de trabajo como para que no haya puente, ni hostias. La única ventaja que tienen los festivos es que esos días no hay que dar clase, pero como las clases son –a pesar de lo que diga Esperanza, virtual analfabeta que fue Ministra de Educación y Cultura– únicamente la punta del iceberg del trabajo de un profesor universitario, el alivio no es mucho. Hasta el día de la Constitución se trabaja, aunque sea en casa.
El problema es que, desde un tiempo a esta parte, en casa nos es difícil concentrarnos para trabajar.
A pesar de que cuando compramos el piso dedicamos una habitación a despacho donde trabajar a gusto, no siempre conseguimos que la cosa funcione. Al principio creía que era algo mío, pero últimamente me he dado cuenta de que para el osezno es peor todavía. Las posibles causas son muchas: la proximidad de la televisión, la perpetua amenaza y tentación que es el frigorífico, la interferencia mutua entre nosotros, los juegos de los gatos o el perpetuo estado de acoso sexual al que someto al osezno (¡yo no tengo la culpa de que esté tan bueno!).
Por otra parte ir a trabajar al despacho, que sería lo lógico en estas condiciones, es algo que causa bastante tristeza en los días festivos.
Así que muchas veces hacemos algo totalmente absurdo: agarramos nuestros libros y nuestros portátiles y nos vamos a trabajar a alguna cafetería, a ser posible de las que frecuentan las abuelas santanderinas.
Mano de santo, oiga. Por ridículo que parezca, estar inmersos en el murmullo de voces decrépitas y el cacharreo de las copas y tazas de café en la barra nos provoca cotas de concentración inauditas.
Es algo que me resulta muy novedoso. Mientras estudiaba la carrera algunos de mis compañeros decían no poder concentrarse para estudiar salvo en las atestadas bibliotecas de la Complutense. Yo me burlaba de ellos, sospechando que realidad no querían estudiar, sino intentar ligar con alguna de las paisanas. Pero ahora no lo tengo tan claro.
El problema es que, desde un tiempo a esta parte, en casa nos es difícil concentrarnos para trabajar.
A pesar de que cuando compramos el piso dedicamos una habitación a despacho donde trabajar a gusto, no siempre conseguimos que la cosa funcione. Al principio creía que era algo mío, pero últimamente me he dado cuenta de que para el osezno es peor todavía. Las posibles causas son muchas: la proximidad de la televisión, la perpetua amenaza y tentación que es el frigorífico, la interferencia mutua entre nosotros, los juegos de los gatos o el perpetuo estado de acoso sexual al que someto al osezno (¡yo no tengo la culpa de que esté tan bueno!).
Por otra parte ir a trabajar al despacho, que sería lo lógico en estas condiciones, es algo que causa bastante tristeza en los días festivos.
Así que muchas veces hacemos algo totalmente absurdo: agarramos nuestros libros y nuestros portátiles y nos vamos a trabajar a alguna cafetería, a ser posible de las que frecuentan las abuelas santanderinas.
Mano de santo, oiga. Por ridículo que parezca, estar inmersos en el murmullo de voces decrépitas y el cacharreo de las copas y tazas de café en la barra nos provoca cotas de concentración inauditas.
Es algo que me resulta muy novedoso. Mientras estudiaba la carrera algunos de mis compañeros decían no poder concentrarse para estudiar salvo en las atestadas bibliotecas de la Complutense. Yo me burlaba de ellos, sospechando que realidad no querían estudiar, sino intentar ligar con alguna de las paisanas. Pero ahora no lo tengo tan claro.
Y por eso pido la opinión del respetable público. ¿A alguien más, aparte de al osezno y a un servidor, le ocurre algo así? Estamos locos o se trata del fruto de algún complicado plan para estimular el consumo en cafeterías viejunas, a base de ondas hipnóticas? ¡Una solución quiero!
7 comentarios:
Siempre te quedará la cámara de gas (=paraninfo) sillas cómodas, mesas individuales con luz y colas para entrar de media hora antes de que abra ;-). Yo no sería capaz de concentrarme en una cafetería, ya me distraía mirando a los coches desde mi casa. De todas formas si os viene bien, ¿por qué no?
Me pasa exactamente lo mismo. En casa a mí lo que me distrae es el ordenador en sí, la libertad de poder buscar cualquier cosa, y como novedad mi compañero contribuye a que de cuando en cuando nos hagamos visitas. En la universidad tampoco me gusta trabajar por que me siento muy sólo (ya ve usted que cosa)
Entonces sí, en Madrid he utilizado frecuentemente alguna cafetería como sede de estudio, en una llegué a preocupar a la camarera los Jueves (siempre los Jueves) que no iba. Aquí en París bien me vendría buscar algo así, porque llevo 4 meses y no he dado un palo al agua.
Un abrazo
Me pasa me pasa... nos pasa... y lo solucionamos... no, nos automarginamos, tú en la terraza, yo en el salón o dormitorio, intentamos no levantarnos y no vernos... pero al final... acabamos en el baño, dándonos una relajante ducha los dos juntos.
¿Relajante, o excitante?
El lugar donde me concentro mejor es en el sauna, pero tiene el inconveniente que se me mojan los documentos
¿Y en qué te concentras exactamente cuando estás en la sauna, Blackmount? :-)
En mi época estudiantil no me importaba estudiar en lugares públicos, aunque intuyo que no le sacaba gran provecho, pues debía de estar siempre con la antena puesta.
Ahora, cuando quiero ser productivo, me encierro frente al ordenador con la toquilla y el Johnnie Walker.
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