diciembre 05, 2011

Sexo al amanecer

Tengo que admitir que soy un tipo prosaico. 

Echando un vistazo a la distribución por géneros de los libros que tengo almacenados en mi Kindle, nos encontramos con los siguientes números: 103 novelas de diversa índole, 30 ensayos, 8 libros de texto, 11 obras de teatro, 5 libros de viaje y solo 3 libros de poesía. Estas cifras reflejan bastante bien las proporciones que se encuentran taambién en mi biblioteca, bastante mayor, en papel. Sin embargo, los porcentajes no reflejan del todo fielmente mis gustos: por ejemplo, reconozco que aunque tengo algunos libros de ese tipo, no leo poesía jamás. Y que a pesar de que tengo muchas más novelas que ensayos, en el fondo es este último tipo de obra lo que más me gusta leer. Tal vez por algún tipo de deformación profesional, me resulta más interesante aprender datos nuevos que seguir las andanzas de algún personaje ficticio, y más estimulante andar a la caza de razonamientos que de metáforas. El motivo principal por el que al final acabo leyendo más novela que ensayo es el mismo por el que como más patatas que foie de oca: que una cosa es más fácil de digerir y empalaga menos que la otra. Bueno, y que también me gustan las patatas.


Menciono todo esto porque acabo de terminar uno de esos ensayos que enganchan tanto como una buena novela,  pero al mismo tiempo vienen repletos de ideas sorprendentes y un tanto provocadoras. Además está escrito con bastante sentido del humor, lo que hace que la lectura sea muy amena. El libro en cuestión se llama Sex at Dawn: the prehistoric origins of modern sexuality, escrito por Christopher Ryan, doctor en psicología, y Cacilda Jethá, psiquiatra (como curiosidad, ambos autores viven y trabajan desde hace años en Barcelona).



Como el subtítulo indica, el libro se dedica a estudiar cómo la sexualidad humana ha evolucionado a lo largo del tiempo que nuestra especie lleva existiendo, utilizando para ello los datos que proporcionan la biología, la antropología y la psicología modernas. Por lo tanto, podría decirse que se trata de un libro de psicología evolucionista, aunque las conclusiones a las que llega son bastante diferentes a las de la rama ortodoxa de dicha disciplina. 

En particular, Sex at Dawn critica fuertemente lo que los autores denominan la narrativa estándar de la sexualidad humana, vista por la psicología evolucionista. La narrativa estándar se resume más o menos así:
  • El comportamiento sexual humano es, como cualquier otro componente de su biología, fruto de la evolución. A lo largo de incontables generaciones las especies evolucionan de acuerdo a los mecanismos de la selección natural y la selección sexual identificados por Darwin. Para unas condiciones ambientales dadas, el organismo que mejor se adapta tiene mayor probabilidad de transmitir sus genes; al final, toda la evolución se puede entender como una carrera por la propagación de material genético en la que cuenta es la calidad relativa de las distintas estrategias que cada organismo utiliza para transmitir sus cromosomas. 
  • El macho humano tiene una sexualidad activa y potente. Intenta propagar sus genes de la mejor forma posible para él. Para ello busca las mejores candidatas: sus gustos se han adaptado evolutivamente de modo que se ve atraído sobre todo por hembras de aspecto fértil (caderas anchas, pechos generosos) y jóvenes (vírgenes, a ser posibles, para reducir el riesgo de que hayan sido fecundadas por otros machos). Su cuerpo genera cantidades ingentes de gametos con los que puede fertilizar a cualquier hembra en pocos minutos —demasiados pocos, en opinión de las interesadas— de un modo fácil y divertido. Pero por otro lado los cachorros humanos están notablemente indefensos y son de maduración lenta, así que para maximizar las probabilidades de que su descendencia sobreviva al macho le conviene permanecer cerca de sus hijos y contribuir a su cuidado y alimentación. Sin embargo, sería un desperdicio dedicar todo ese esfuerzo a cuidar los hijos de otro macho, por lo que al macho le conviene formar una familia, atar en corto a la hembra y tenerla vigilada: de ahí el papel de los celos, que se activan sobre todo ante la posibilidad de que la hembra pueda copular con otro (celos sexuales). Al mismo tiempo, las probabilidades de transmitir los genes del macho aumentan más todavía si éste es capaz de compaginar el cuidado de sus hijos y el control de su hembra con el mayor número posible de escarceos sexuales breves y sin ataduras con otras hembras jóvenes y lozanas. En otras palabras, el macho ha evolucionado para ser un cabrón celoso y posesivo que aplica un doble rasero exigiendo fidelidad sexual a su casta esposa mientras se cepilla al mayor número posible de jovencitas de cabeza hueca que se liga en un bar de carretera.


  • La hembra humana tiene una sexualidad pasiva, débil, casi inexistente. Ella también intenta propagar sus genes de la mejor forma posible y para ello busca los mejores candidatos, solo que en su caso la elección es más complicada. La hembra dispone de pocos y valiosos óvulos, que una vez fecundados conducen a un costosísimo proceso de gestación, lactancia y cuidado de las crías. Por lo tanto ella debe ser muy selectiva, escogiendo cuidadosamente un macho que pueda aportar alimento, protección y estatus a sus descendientes: un hombre maduro, generoso y a ser posible con muchas acciones en el mercado de valores. La hembra debe formar una familia, atar en corto al macho, aislarle de posibles competidoras y mantenerle a su lado durante toda la vida mediante todos los medios a su alcance. Y un buen medio de mantener la atención del macho es estar siempre disponible sexualmente para él, a pesar de que ella por naturaleza esté poco interesada en el sexo per se. Aparecen también los celos, que en el caso de la hembra se enfocan más hacia el peligro de que el macho desarrolle una relación de intimidad sentimental con otra hembra (celos románticos). Por último, todo lo anterior no quita que la hembra pueda estar dispuesta, en un momento dado (sobre todo cuando se encuentra cercana a la ovulación) y con la más absoluta discreción, a acostarse de forma puntual con algún otro macho de mandíbula cuadrada y espaldas poderosas que pueda hacerle un hijo genéticamente superior al que le proporcionaría el barrigón de su marido. En otras palabras, la hembra es una manipuladora de cuidado que ofrece su cuerpo a cambio de bienes materiales para ella y sus hijos, amén de una castradora del marido, pero que al mismo tiempo está más que dispuesta a dejarse preñar por el butanero cachas y endosarle la paternidad de la criatura resultante al calzonazos de su esposo si la oportunidad se presenta en determinados días del mes.
  • Dicho de otra forma más cruda todavía, ambos sexos han desarrollado estrategias evolutivas mutuamente contrapuestas, en las cuales cada sexo utiliza al otro como un mero recurso reproductivo. A primera vista, ambas estrategias parecen como si estuveran diseñadas para que hombres y mujeres se hagan mutuamente infelices los unos a los otros. Es la famosa guerra de sexos ("los hombres son de Marte, las mujeres de Venus") de la que tanto hablan los psicólogos evolucionistas.


Esta poco edificante imagen tiene la virtud de sonar bastante plausible, está avalada por toda una serie de estudios científicos y además concuerda estupendamente con toda una serie de estereotipos culturales, incluyendo el de la familia nuclear que defienden los obispos y el de la mujer casi asexuada (salvo como dadora de placer al marido) de la moral victoriana. Es una imagen tan extendida que, aparte de formar parte de la cultura popular, constituye casi un dogma de fe en ciertas escuelas de la psicología, la biología evolutiva y la antropología.  

Se trata de un modelo estupendo cuyos únicos inconvenientes son que sólo suena razonable si no se le compara con ninguna otra alternativa; que se apoya en estudios científicos mal diseñados y propensos a sesgos de tipo subjetivo; que no tiene sentido ni económico ni biológico cuando lo trasladamos a las condiciones de vida, previas al desarrollo de la agricultura, en las que evolucionó el ser humano; que no concuerda con las particularidades anatómicas y bioquímicas de hombres y mujeres; que está en franca contradicción con lo que sabemos de los primates que están más cerca de nosotros en el árbol evolutivo y de las propias sociedades humanas cazadoras y recolectoras que aún persisten; que ignora completamente la sexualidad real de las mujeres y que deja un montón de cabos sueltos sin explicar.

Pero claro, si algo se nos da bien a los humanos, científicos incluidos, es no dejar que algo tan vulgar como la realidad interfiera en nuestras creencias preconcebidas.

Sex at Dawn se dedica a desmontar de forma eficiente y demoledora esta narrativa estándar (en concreto, los tres últimos puntos resumidos arriba). A pesar que el texto tiene muchos fallos (algunas secciones son demasiado cortas, las conclusiones finales no están a la altura del comienzo brillante del libro, los autores a veces se meten en berenjenales que no sabe muy bien qué aportan al hilo principal del texto), en su conjunto es bastante convincente. ¿Queréis saber cuáles son las principales conclusiones del libro? Pues nada de spoilers: me temo tendréis que leerlo vosotros mismos...



12 comentarios:

Leralion dijo...

En general, la "narrativa estándar" -al menos hasta hace, en ocasiones muy pocos, años- de todas estas disciplinas da bastante miedo.

Sufur dijo...

Creo que tú disfrutarías bastante este libro, Leralion, y que como estás más formado que yo en estas disciplinas del saber le sacarías más punta :-)

rem dijo...

El libro tiene muy buena pinta y sí, desde luego esos tópicos que parecen haberse convertido en arquetipos de nosotros mismos hay que combatirlos porque son fáciles y demasiado sujetos a "antiguas reglas" dogmas en definitiva... Lo peor es que hay muchas personas jóvenes que siguen creyéndolas.
Un saludo

MM de planetamurciano dijo...

Creo que del montón de cajas que tengo de libros en mi casa, sólo uno se puede considerar ensayo y lo tengo pero muuuy escondido. Con esto quiero decirle que me ha hecho mucho bien con este resumen porque si tengo que leerlo por mi cuenta...
Entonces, ya hablando del tema, hay una cosa que aún no tengo clara...La naturaleza y su mano larga llamada evolución...¿Es facha o no es facha?

Sufur dijo...

¿Facha? Explíquese un poco, señor Mm porque no he entendido la pregunta...

Blackmount dijo...

hace poco leí algo parecido que hablaba sobre la homosexualidad como una característica evolutiva que surge como un mecanismo de autorregulación de las especies, y mencionaba el ejemplo de los ratones de campo que, en su estado silvestre, tienen relaciones heterosexuales, pero a medida que su entorno nativo desaparece y se transladan a entornos urbanos, tales como las alcantarillas de las grandes ciudades, donde alcanzan un alto grado se sobrepoblación debido a la abundancia de detritus de los que alimentarse, espontáneamente empiezan a hacer parejas con ratones de su mismo sexo, con mayor frecuencia en proporción directa al grado de sobrepoblación. en conclusión, que extrapolando a la especie humana, pasa algo por el estilo, y que si sigue aumentando la densidad poblaciona, vamos a terminar todos mirando para Cuenca o algo así

MM de planetamurciano dijo...

Es que aunque parezca por lo que usted comenta, que cada sexo tiene sus armas según sus condiciones, me da la impresión de que la naturaleza se lo ha puesto más difícil a las mujeres, pero también me da la impresión de que la naturaleza siempre está del lado de los más fuertes, y eso es un poco facha ¿No? Hablando coloquialmente, claro.

Sufur dijo...

Bueno, señor Mm, lo mejor (y lo peor) que se puede decir de la naturaleza es que es ciega. No hay un plan, no hay un designio, y desde luego no hay una intención.

Uno de los temas principales del libro es que esa famosa guerra de sexos no es más que una falacia, y que el sexo no tiene por qué ser un juego de ganadores y perdedores, sino por el contrario algo en lo que todos ganan. Otra de las cosas que muestran los autores es que la capacidad sexual de la mujer es extraordinaria, muy superior a la de los hombres. Y que si la mujer lo tiene más difícil no es por natura, sino porque hemos construido sociedades así de cabronas. En ese sentido, el mensaje del libro me parece muy positivo.

En cuanto a lo de que la naturaleza esté del lado de los más fuertes, vuelvo a lo que decía al principio: la naturaleza no está del lado de nadie. Ocurre que los que mejor se adaptan se reproducen más que los que se adaptan peor, pero eso no tiene nada que ver con la fuerza (los insignificantes antepasados de los ratones de campo sobrevivieron y reemplazaron a los dinosaurios), y además quienes están mejor adaptados hoy pueden estarlo peor mañana si las condiciones externas cambian...

Anónimo dijo...

A un analfabruto como el que escribe le ha gustado mucho esta entrada, pero, la misma le lleva a una pregunta muy impotante, usted Don Sufur ¿no iba a descansar el fin de semana?, pues esta entrada tan estupendamente elaborada le habra llevado un buen rato. ¡¡¡Malo, malo, malo!!!, ¡que no se vuelva a repetir!, asi no aprendemos a desconectar. La proxima vez le castigo a escribir 100 veces el prologo del ultimo libro de Aznar.
Un besuco.
A. de las C.

Deric dijo...

Muy instructivo pero no te compro el libro. Soy más de novela (no de best-seller) y creo que hay novelas con las que también se aprende mucho.
Por ciert, qué tal el Kindle? Me lo estuve mirando y me parece muy bueno como ebook pero no me gusta que la pantalla no sea en color porque no podré comprar libros con imágenes...

Sufur dijo...

Estoy encantado con el Kindle, Deric, aunque creo que lo estaría con cualquier libro digital. Es muy ligero, llevas toda tu biblioteca contigo, la batería le dura un mes entero, y no cansa nada la vista. Además en mi caso, que leo casi siempre en inglés, tener línea directa con Amazon es una pasada (y un peligro...)

Allau dijo...

Creo que es un libro que me leería con gusto, a pesar de que últimamente no estoy muy metido en eso de la carrera evolutiva: hay que ceder el paso a la juventud.

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