marzo 26, 2012

Mi gran fin de semana griego

Un cielo inmarcesible contra el que se destacan cúpulas azules y doradas, ambiente veraniego y un cierto olor a buganvilla en el aire.


Uno podría pensar que se trata de una escena sacada de alguna isla del Mediterráneo oriental, pero no: estamos al ladito de la Gran Vía de Madrid.


Desde siempre me han fascinado las azoteas del centro de Madrid. ¡Me parecen tan cinematográficas! Uno casi se imagina ser coprotagonista junto a Carmen Maura de la famosa escena de los caballos de la película La Comunidad, o uno de los potrancos que el otrora hermoso Damien Crosse se tira en los tejados como parte de su su lucrativo negocio de ruleta rusa serológica. Aunque en el fondo la única explicación que se necesita es que soy un simio y me encanta ver las cosas desde arriba. El caso es que siempre que puedo permitírmelo procuro buscarme hoteles con terraza y vistas a la Gran Vía. En esta ocasión, el Hotel de las Letras.



Este fin de semana era la traca final de nuestra lobá de aniversario, también conocida como potlatch matrimonial, en inglés throwing the house through the window: un par de días para pasarlos a nuestra bola, con un programa cultural a medida confeccionado con la inestimable colaboración del señor Mocho y por supuesto con tiempo también para el descanso, que es que ya estamos muy mayores.

El hotel, divino de la muerte. Sin desayuno, eso sí, porque para qué gastarse un dineral en el frío e impersonal buffet de un hotel pudiéndose uno gastar un dineral en una coqueta a la par que pretenciosa boulangerie junto a las mismísimas Salesas. Dimos un paseíto a paso de burra, como corresponde a nuestra avanzada edad, por la zona, evitando cuidadosamente pasar demasiado cerca de la calle Génova, y yendo así a lo tonto nos encontramos con la primera gran sorpresa griega del día:


¡Una tienda pija de productos griegos! Con un nombre un tanto desafortunado, eso sí, pero con varios puntos a su favor: una buena selección de productos (aunque no tuvieran tsikoudia), un local bonito y luminoso, unos precios razonables y, muy especialmente, un tremendo dependiente osuno simpatiquísimo y muy gay. El osezno se puso contento como unas castañuelas y se lió a comprar panecillos para hacer ndakos y loukanikas. Nos tomamos un frappé (μέτριος με γάλα) cada uno y nos fuimos tan contentos, Hortaleza arriba, sintiéndonos en armonía cósmica con el Universo en general, Grecia en particular y los osazos en especial.


En Berkana nos compramos algunos libros y unas pocas pelis. Mili Hernández me sigue dando algo de miedo (siempre he pensado que esa mujer podría partirme el cuello con las manos desnudas en cualquier momento), pero el romántico que hay dentro de mí aún piensa que hay que apoyar a las librerías del gremio, en franco peligro de extinción, y siempre aguardo para ir a Madrid a comprar en la tienda de Mili las cosas que podría comprar directamente en Amazon.


Le teníamos ganas al restaurante del mercado de San Antón, y contra todo pronóstico conseguimos comer en él, sin tener reserva ni nada. Otra ventaja de salir con un osezno con el guapo subido: el camarero no le quitó ojo en ningún momento y nos atendió estupendamente, aunque imagino que yo debí llevarme ración extra de escupitajos envidiosos en la sopa.

Después, hotel y siesta y baño. Y a ponerse guapos para la función.

El evento estrella del fin de semana: ir al Teatro Español a ver Follies. Era mi sorpresa largamente preparada: el osezno sabía que íbamos al teatro, pero no qué íbamos a ver. Qué puedo decir de Follies que no hayan dicho ya mucho mejor Mocho, Ripley y Justo: simplemente que me encantó. Emocionante de veras fue participar en el aplauso rabioso que el público le dedicó a la entrañable Asunción Balaguer, y siempre es un placer enorme ver a Carlos Hipólito en escena.




Admito sin embargo que uno de los principales motivos para ir a verla (aparte de mi patológica afición por el teatro musical) fue Massiel, ídola etílica del osezno y de un servidor:


Mi teoría es esta: en algún momento de 1970 James Golman y Stephen Sondheim decidieron escribir una canción a medida de Massiel, pero una cosa llevó a la otra y acabaron contruyendo todo un musical en torno a aquel primer tema. Si no, no se explica que el papel le venga tan al guante a nuestra Tanqueta de Leganitos.

Tras el teatro, cenamos en Mezklum (otra sugerencia de Mocho), donde se produjo un trágico error con final feliz: en vez de traerme la pirámide de chocolate blanco que pedí, me trajeron una tarta de queso que por fortuna estaba tan rica que ni protesté ni nada.

Y luego, a chuequear. Con la ventaja de que, por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, esta vez acertamos con el horario. Normalmente somos de cenar temprano, lo que nos lleva a acabar pronto y llegar a los bares de copas a unas horas absurdas en las que todavía no hay nadie. Y luego como abuelas que somos nos entra el sueño y acabamos yéndonos a casa antes de que se anime el cotarro. Pero esta vez entre el teatro y la cena, llegamos a Vázquez de Mella en el momento justo, y hasta tuvimos que hacer cola para entrar en los sitios.

¿Cuáles? Pues los de siempre: cuevas de osas donde mis superpoderes de invisibilidad se activan al máximo, sobre todo estando al lado del osezno.



Y allí encontramos la tercera sorpresa griega del día: al parecer toda Chueca se escapa a Mykonos en agosto, pero a cambio todo el Peloponeso se viene a Chueca en marzo. ¡Había griegos por todas partes! Una pena que el osezno, siempre tan tímido, no se lanzara a chapurrear en helénico con alguno de los presentes, en particular aquel pedazo de μπιφτέκια con patas que nos cruzamos en varios sitios.

Con varias copas de más, varios euros menos y muchas neuronas echadas a perder para siempre, nos fuimos a dormir una hora menos. Me encanta el cambio de hora oficial de marzo: podéis odiarme si queréis, pero el dormir una hora menos un fin de semana es precio pequeño a cambio de poder disfrutar de tardes con luz diurna más largas. El osezno no piensa igual que yo, y prácticamente tuve que arrastrarle, rescacoso, a la última lobá: brunch en el Glass Bar.


Mi opinión sincera: la calidad/precio deja bastante que desear. Por lo que nos cobraron, uno esperaría un servicio más rápido, unas sillas más sólidas y, sobre todo, unos huevos benedict mejor hechos. Eso sí, nos pusimos hasta el culo.

Y desde allí, rodando gradualmente de vuelta al hotel y desde allí al Playing Cards International Airport, para volver a Santander y constatar que si en Madrid hacía un tiempo primaveral, en Cantabria el fin de semana había sido directamente veraniego. ¡Pero no se puede tener todo en la vida!

Y sí, si algun lector avispado se ha dado cuenta de que ha faltado contar una sorpresa griega entre la primera y la tercera, tiene toda la razón. Y si piensa mal, acertará.









13 comentarios:

Christian Ingebrethsen dijo...

Bueno, pero lo de la segunda sorpresa griega se presupone. Que un viaje de pareja es una viaje de pareja!! Me alegro mucho de que lo pasarais tan bien.

Mocho dijo...

¿Sorpresa griega?
Ah, ya, que os sentó mal el yogur y os fuisteis la pata abajo

starfighter dijo...

Eso sí que es una celebración de aniversario como el Spaghetti Volador manda. Y en plan fiesta temática helena para el osezno, casi nada ;)

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Pues un potlatch porque vd. y el osezno lo valen, claro que sí. Bastantes puntos en común con "la ruta con mi ex" de finales de Febrero, porque yo ahora parece que el destino no me brinda aniversarios, pero sí "lobás" con exs tipo la Taylor: Entonces yo acudo a los hoteles a cumplimentar con mis rubíes y mis gemmas niergas...Y resulta que el ex se hospedó en el viaje de ida también en el mismo Hotel: Lo que pasa que no teníamos exáctamente esa vista y éramos ex, amigo del alma viajante y servidor: Te advierto que es uno de los áticos más deseados y conocidos del centro de Madrid, nos ha hecho soñar a todos ése ático...
Hasta ahí coincidía, pero también se emocionaron con los Mercados de San Miguel y San Antón: A mí me tocó cenita en el restaurante del segundo, pero parece que es similar: más plato que comida dentro del plato...Un poco minimini...malista.

Entiendo que obvies la parte griega con el cambio de hora más, para no causarnos un jetlagses:-).
No tenía idea de las hazañas de los potrancos de Damien, él único punto que veo regu, es que con la calité de la "Botiglia Polution" van a acabar un poco saumon fumé en la terracilla: Supongo que luego les sacarían el Sunday a Camorritos ó a la Valle dell Caudiglio a respirar fresh air: Porque es lo único malo ahora de la capi: las inhalaciones de humo y las alergias.
¡Besotes!

Anónimo dijo...

No hay nada como conocer una ciudad para disfrutarla y mas en buena compañia.
Por cierto voy a mediados de Abril, el tema turisteo ya me lo ha solucinado Mocho, pero el tema locales no, ¿cuales son esas cuevas de osas tan elegantes en las que realizais actos sociales y/o caritativos?.
Un besuco.
A. de las C.

Eleuterio dijo...

Qué bonito todo.

Allau dijo...

Creo que "Follies" vendrá un día u otro a Barcelona. Para el resto, como decía Rick, siempre nos quedará Madrid.

rem dijo...

Qué envidia, qué envidia. Disfrutad vosotros que podeis ;)

rem dijo...

Qué envidia! qué envidia! Disfrutad vosotros que podeis!

Peritoni dijo...

Y no fuisteis a ver la exposición de Chagall? Ains!
Mochooooooo!!!

MM de planetamurciano dijo...

Maremía que cosa más intensa de finde...Yo como soy más de cervecear, cerveceo tanto que al final me pasó los findes madrileños en las terrazas.
¿La buganvilla huele?No sabía...Y no entiendo el enlace de la palabra...

Mocho dijo...

¿Quequequéeeee?
ya está el pringatoni metiéndose con muá, coññño, que yo sólo ofrecí las recomendaciones que se me pidieron, y eso no incluía nada de exposiciones.

Justo dijo...

¡Sí que aprovechastéis el tiempo!

Qué suerte poder ir al Hotel de las Letras, jaja.. a veces me gustaría llegar a Madrid como turista para hospedarme en algunos hoteles. El primer edificio que sacas siempre me ha enamorado..

He vivido diez años justo enfrente del Mercado de San Antón, ahora tan modernizado. Pero no he ido nunca todavía.. a este, claro, al otro muchas veces.

¿Dónde están esos griegos, madre mía, con lo que a mí me gustan? Jaja... si es que tengo muy abandonado Chueca últimamente.

Y nadie lo podía haber definido mejor.. Sondheim escribió su Follies pensando en Massiel, sin duda. Que por cierto cuánto me alegro de que tantísimos fans estén aflorando, jaja..

Un beso fuerte, a ti y al osezno, que ya me da morbo pensar en él, tan guapo lo pintas

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