abril 09, 2012

Procesiones segovianas

Es cierto que las procesiones de Segovia no tienen la fama mundial que tienen las de Sevilla, Zamora, Hellín o León. Sin embargo, en la ciudad del Acueducto somos tan fervorosos que las practicamos no solo en Seman Santa, sino durante todo el año. Yo mismo las vivo con intensidad cada domingo que paso con mi familia en mi ciudad. Y no solo los domingos, como ya he comentado alguna que otra vez.

La procesión empieza, como en tantos otros casos, con una misa. Por si alguien aún no lo sabe, yo he tenido una sólida educación religiosa; eso explica muchas cosas acerca de mi persona, en especial muchas de mis neurosis y sobre todo mi desaforado ateísmo. El caso es que a mi Santa Madre le hace mucha ilusión que yo le acompañe a misa los domingos, y a mí no me cuesta nada darle el gusto.

En realidad, un poco sí que me cuesta. A mi Santa Madre le encanta ir a la iglesia del colegio de curas en el que estudié, y eso no me parece mal: al fin y al cabo, se trata de una orden más o menos progresista dentro la secta católica. Pero lo malo es que su misa preferida es la de los niños: al ser la iglesia de un colegio, la misa de doce de los domingos está dedicada a los críos que preparan su primera comunión. El cura se lo toma muy a pecho y habla para los niños, con esa voz condescendiente que a menudo se utiliza con ellos, y eso tiende a enervarme. Pero hasta aquí no pasa nada, porque yo desconecto y me pongo a pensar en mis cosas tranquilamente. Lo que realmente me solivianta es ver a los niños moviendo sus manitas como robotitos programados, entonando con una devoción inducida alabanzas a un amigo imaginario, en un acto de esquizofrenia sancionada socialmente; encuentro moralmente repugnante la forma que tienen las religiones de infectar deliberadamente a las mentes más desprotegidas. Eso hace que salga de la iglesia de una mala leche difícil de disimular.

Pero me estoy desviando del tema. Salimos de la iglesia y comienza la Procesión.



PASO PRIMERO

Avanzamos varios pasitos, solemnemente, hasta que nos encontramos a la misma puerta de la iglesia con unos vecinos. Se trata de un matrimonio con edades comprendidas entre la senectud y la licuefacción. Nos detenemos y mis padres, que les ven todos los días del año, dedican veinte minutos a hablar de las mismas cosas de siempre, a saber: quién se ha muerto recientemente. En un momento dado, los vecinos hacen notar cuánto he crecido, preguntan cuándo terminaré la carrera, que si tengo novia y que a ver si vengo a visitar más a mis padres. Sonrío y respondo que sí, que no, que no y que sí. Conseguimos despegarnos de ellos y mientras nos alejamos gradualmente mi Santa Madre me pone al día acerca de los hijos y nietos de los vecinos, gente a la que no conozco ni conoceré jamás si está en mi mano.

PASO SEGUNDO

Cuarenta metros más allá, volvemos a detenernos.  Se trata de una compañera de bailes de salón de mis padres. Hablan de lo difícil que es la salsa, lo divertido que es el merengue, y lo sabroso que es el alioli. Observo fascinado el movimiento de los pelillos del bigote de la señora hasta que esta repara en mí y pregunta a mi padre: ¿Pero este es tu chico? ¡Qué grande está! ¿Cómo te llamas, bonito? ¿Cuántos añitos tienes? Le sonrío y le digo que sí, que sí, que Sufur y que casi cuarenta. Pasados entre cuarto de hora y treinta minutos, nos despedimos y mi Santa Madre me cuenta que la señora está divorciada, que tiene una hija en Alpedrete y que cuando era pequeña estaba en la Sección Gimnástica Femenina. 

PASO TERCERO

Nos encontramos con una del pueblo de mis padres. Me da dos besos llenándome de carmín barato las mejillas. Nos paramos a hablar con ella, haciendo especial hincapié en quién se ha muerto últimamente. Se comparan distintos tipos de entierro. Mi Santa Madre se interesa por la vesícula de la santa madre de la paisana. Dice que así, así. Se habla de la parentela hasta cuarto grado, y de que este año viene muy malo para las acelgas. Pasada una pequeña eternidad, nos despedimos y ella me da recuerdos de parte de sus hijas. ¿Recuerdas a Felisina y Raúla, las hijas de doña Fermina?, pregunta mi Santa Madre. No, respondo yo. ¡Cómo no te vas a acordar de ellas, hombre! Jugábais mucho de pequeños. Me encojo de hombros: pues no, Madre, no me acuerdo de ellas. Ella insiste en que sí, yo le juro que no. Entonces ella me pone al día, resulta que Felisina se casó con un taxista y tiene seis hijos delincuentes juveniles, mientras que la Raúla se ha quedado soltera, la pobre, pero trabaja repartiendo butano. 

PASO CUARTO

Llegamos a un bar a tomar el chato. Mi padre pide un vino, mi Santa Madre un mosto y yo me siento tentado de pedir un whisky doble, pero al final me conformo con una cerveza. Mi padre me pregunta que qué quiero de pincho, y le digo que me da igual: total, sé que diga lo que diga él va a acabar pidiendo torreznos refritos. Mientras mi padre habla con el camarero, al que conoce de toda la vida, acerca de lo mal que está la economía por culpa de los socialistas, mi Santa Madre es asaltada por lo que a primera vista parece ser un rodaballo con gafas, pero que mirado con detenimiento resulta ser un funcionario municipal jubilado, que solía parar por el negocio que tenían mis padres. Entre esputos varios, el señor informa a mi Santa Madre de los bien que les va a sus hijos con el pequeño negocio de tráfico de armas al Tercer Mundo que han montado. Pregunta si ese señor calvo que está a su lado es su hijo, y yo sonrío y digo que sí. Acto seguido el señor procede a decirme qué tengo que hacer con mi vida. Cuando se va, mi Santa Madre se dedica a informarme acerca de la vida de este tipo al que yo debería conocer pero del que misteriosamente no recuerdo nada.

PASO QUINTO

Salimos del bar con la mala fortuna de coincidir con la hora de salida de otra misa de otra parroquia –en Segovia la densidad de bares por habitante se ve superada únicamente por la de iglesias–, así que inevitablemente nos encontramos con más gente. En esta ocasión, nos detenemos solo diez minutos, fundamentalmente porque la anciana con la que hablan mis padres está operada de cadera y apenas se tiene en pie. El tema de conversación: los implantes de cadera, los precios de las sillas de ruedas y cuándo me voy a echar novia. Cuando conseguimos ponernos de nuevo en marcha, mi Santa Madre me cuenta que la mujer es la viuda del señor que tenía la carpintería en la calle Gualtrapas, del que seguramente me acuerde (la respuesta es: no), y que solían vivir en un chalé en Torrecaballeros, pero desde que la mujer enviudó se ha venido a vivir con su hija soltera. Yo finjo que me interesa.

PASO SEXTO

Otro del pueblo. Resulta curioso cómo de un pueblo de seiscientos habitantes puede haber salido tanta gente como para que haya uno en cada esquina de una una ciudad de sesenta mil. Además este es cuñado de una prima segunda de mi padre, lo que le convierte automáticamente en familia. A ver si nos vemos más y qué grande está tu chico y qué tal andas de novia y a qué te dedicas y para qué sirve eso, y cómprate un coche, pero que no sea coreano que nos están invadiendo. Cuando se va, mi padre me cuenta que ese señor era de su quinta, pero que se quedó soltero hasta que se casó ya muy mayor, hará cinco años. Seis, corrige mi Santa Madre. No, cinco, dice mi padre. Seis, que recuerdo perfectamente que fue cuando la Paquita tuvo el cólico de riñón¡Cinco! Que eso fue antes de que se muriera la mujer del Blasillo. ¡Seis! ¡Cinco! ¡Seis!... y así sucesivamente.

PASO SÉPTIMO

Llegamos milagrosamente a casa sin ser interceptados de nuevo, y mi Santa Madre se lamenta de lo tardísmo que es. ¿Cómo es posible que hayamos tardado dos horas y media en recorrer seiscientos metros? Y las alcachofas sin hacer...



12 comentarios:

Allau dijo...

Supongo que estarás deseando que diluvie para que no salgan los pasos a la calle.

Mocho dijo...

Relájese.
¿Hay saunas en Segovia?

starfighter dijo...

Lo que me sorprende es que hayas llegado vivo a casa. Menuda sobredosis de relaciones sociales...

Sufur dijo...

No es para tanto... Total, ya pronto me vuelvo a Santander.

¿Saunas en Segovia, Mocho? Qué gracioso :-P

Mocho dijo...

Hijo, aunque sea con carámbanos y cubitos...

Nils dijo...

Y no te acompaña el osezno nunca a esas aventuras tan entretenidas??

Christian Ingebrethsen dijo...

Aquí otro segoviano exiliado. A mí no me pasan esas cosas y te voy a decir por qué, y es que aunque no hable soy tan expresivo que en esos la cara de indiferencia/asco no hay quien me la quite. Y claro, eso disuade mucho...

Eleuterio dijo...

Hilarante.


Cuando visito a los padres de mi chico es un sinvivir de relatos de murtos y enfermedades. Yo me voy a dormir la siesta o a tocar el espléndido piano de cola.

hm dijo...

Tengo dos dudas...

1) ¿Por qué todas las amigas de tus padres tienen hijas solteras?

2) ¿Cuando te vas a echar novia?

Yo no tengo esos problemas por que mi padre contesta siempre por mi y dice que tengo muchas amigas pero que no me gusta comprometerme, que soy muy joven.

rem dijo...

Yo lo soluciono fácil, soy borde. Mis padres viven con miedo cuando pasean conmigo de qué puedo contestar a lo ilusos que se acerquen buscando intercambiar banalidades cotidianas...

Álvaro de Cáceres dijo...

jajajajajajajaaaaaaaaaaaaa! exagerado!

:D

eso sí, debo contar q la temporada que estuve currando en segovia, cuando acompañaba a mis padres a algo, que solía ser un funeral, el paradigma del acto social en segovia, siempre había alguien que comentaba lo muchísimo que me parezco a mi BISABUELO. lo juro. a mi bisabuelo. son dinosaurios....

Sufur dijo...

Lo único parecido a una sauna con carámbanos y cubitos que yo conozco cerca de Segovia está detrás de la fábrica de whisky Dyc en Palazuelos, y aparte de frío que hace en el descampado la última vez que fui acabé con medio cuerpo escocido por las ortigas, Mocho, así que decidí que la cosa no iba conmigo...

Nils: la cabra donde nace, la oveja donde pace.

¡No sabía que fuéramos paisanos, Christian! Yo te hacía noruego por lo menos :-P

Eleuterio, no esperaba menos de alguien con tu clase y elegancia.

Señor y amigo Hm, ha de saber usted que en Segovia el asunto de la soltería, especialmente el de las mujeres, sigue siendo un tema de importancia capital. Con decirle que en las bodas, bautizos y comuniones a los solteros nos sientan en la mesa de los niños, incluyendo a mi tío Suphwrio que ronda los ochenta años de edad...

El problema es que soy un blando, Rem, o más bien un cobarde: no conoces tú la aterradora mirada de "a ver si te comportas como es debido" de mi Santa Madre...

Ahora que lo mencionas, Álvaro, te das un aire al halconero mayor de la reina Isabel la Católica, como seguramente te habrán hecho notar los ancianos del lugar... :-P

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