septiembre 23, 2012

Memorias estivas 10: visita al museo del mejillón

Bruselas es una ciudad traicionera y peligrosa: no solamente corres el riesgo de tropezarte con un eurodiputado a las primeras de cambio, con el susto y el mal rato que eso conlleva, sino que además el clima es inhóspito y cruel. Pueba de ello fueron los cuatro días que pasamos visitando a mis cuñados: íbamos preparados para la lluvia y el frío, y en su lugar nos asaltó una ola de calor pegajoso de casi cuarenta grados. No había quien respirara. Los chocolates se derretían en los escaparates, los pétalos de la alfombra floral de la Gran Plaza estaban más mustios que la papada de Ana Obregón y hasta el Manneken Pis estaba que no se sabía si meaba o sudaba. Un asquito, oigan, pasar más calor (y de peor especie) en Bélgica que en Grecia.





Para colmo de males, en esas latitudes pasa con el aire acondicionado lo que a nosotros nos pasa con las raquetas de andar por la nieve: es una cosa que sabemos que existe, pero que es para que la usen otros. La mayor parte de los edificios están tan preparados para resistir el calor como nuestro Ministro de Educación lo está para comprender un texto de nivel de segundo de primaria. De modo que en vez de hacer lo habitual, que sería recorrer las calles en busca de fotografías y/o pastelerías, nos dedicamos a visitar museos, que era donde al menos se estaba fresquito.

El Real Museo del Mejillón ocupa un moderno edificio de diecinueve plantas, entre las que se distribuyen los más de cincuenta mil metros cuadrados de exposición dedicados a la biología, etología, historia y perspectivas de este insigne molusco de la familia de los mitílidos, sin cuya existencia no podría comprenderse la Bélgica moderna. Al entrar el osezno y yo por las augustas puertas del edificio, un sonido de fanfarrias salido de la nada estuvo a punto de provocarnos un infarto. ¡BIENVENIDOS!, se leía en un cartel luminoso, que continuaba diciendo: "Enhorabuena, acaban ustedes de convertirse en los visitantes número 1 y 2 de este museo en lo que va de año". La recepcionista, visiblemente emocionada, nos hizo unas señas para que esperáramos. Mientras se secaba las lágrimas de las gafas, nos dijo: "Es una visita tan inesperada... llevábamos soñando con esto desde que se inauguró el Museo en 1972. Si se esperan un poco, el propio Director del Museo bajará para ofrecerles una visita guiada, totalmente gratis". 





Fue de ese modo como conocimos al Director del Museo, Mr. Ludovico van Mosselen, un hombrecillo de aspecto nervioso y mostacho estilo Napoleón III que, según supimos después, es considerado el belga vivo más importante después del Rey Alberto. El señor Mosselen, deshaciéndose en halagos y parabienes hacia nosotros, nos empezó a guiar por las ochocientas noventa y tres salas del museo amenizándonos la visita con cientos de interesantes anécdotas, de las cuales mi cerebelo ha podido retener solo unas pocas:
  • ¿Sabían ustedes que los primeros habitantes neanderthales de lo que ahora conocemos como Bélgica usaban las conchas de los mejillones del mismo modo que ahora los jóvenes usan los smartphones? Se pasaban el día mirando y toqueteando las conchas de sus mejillones y, absortos, no veían venir a los mamuts hasta que era demasiado tarde. A nadie extraña que se extinguieran echando puñetas.
  • Otro dato poco conocido es que no se empezaron a consumir mejillones como alimento hasta que el Cristianismo se asentó en estas tierras desplazando a las religiones antiguas. Anteriormente, se consideraba que los mejillones eran seres divinos inmensamente superiores en sabiduría y poder al ser humano. Curiosamente, la ciencia moderna ha conseguido establecer que al menos la primera parte de aquella superstición era totalmente cierta.
  • Las primeras recetas conocidas de mejillones datan del siglo III y se atribuyen a San Honorato de Scheldt. En aquella época, se tiraba el bicho al mar y se comía la cáscara, aderezándola con perejil y mayonesa. San Honorato murió de gastritis aguda muy joven.
  • Contrariamente a lo que se suele pensar, el cante jondo y otras muestras de folklore relacionadas no se originaron en Andalucía, sino en la zona que rodea a Gante: de ahí el término "flamenco" para este tipo de música. Las castañuelas, claramente, evolucionaron a partir de un instrumento musical antiguo consistente en dos conchas de mejillón atadas la una a la otra. 
  • Se cree que existen unas trece mil especies diferentes de mejillón, de entre las cuales la más sabrosa es el mejillón Kobe: una selecta familia de mejillones que sólo se cultivan en una instalación supersecreta del gobierno belga y que se alimenta exclusivamente a base de langostas que a su vez han sido alimentadas con carne de ternera de Kobe. Un plato de mejillones Kobe con mantequilla viene a costar algo así como el producto interior bruto anual de todos los paises escandinavos juntos. La producción integral de mejillón Kobe se destina abastecer los bocadillos de mejillones en escabeche que se sirve a los eurodiputados durante los vuelos domésticos que realizan en primera clase todas las semanas entre sus lugares de descanso y Bruselas, donde tampoco hacen nada en absoluto.
  •  ¿Sabía usted que gente tan importante como Marie Curie, Abraham Lincoln, Rasputín u Olga Ramos comieron mejillones en algún momento de sus vidas? El museo cuenta con tres plantas dedicadas a dioramas que representan a personajes históricos cocinando, comiendo o excretando mejillones.
  • Antes de que se inventaran los pistachos, la gente solía llevarse bolsas enormes de mejillones para picar en el cine. Después de la llegada de esos frutos secos, también.
  • El idioma neerlandés cuenta con setenta palabras para describir tipos distintos de patatas fritas, doscientas veinticinco para clasificar mejillones al vapor, y cero para decir "buen apetito".
  • La mayor causa de mortalidad en toda Bélgica, por delante de los accidentes de tráfico y los ataques de jaurías de eurodiputados, es la gota.
  • Los belgas sostienen que la caída de Alemania en la Segunda Guerra Mundial fue debida a unos mejillones. Según la leyenda urbana, una célula de la Résistance belga complotó el asesinato de Hitler enviándole una lata de mejillones en mal estado.  Como mala hierba nunca muere, el führer no pereció, pero durante unos días estuvo yendo mucho al baño por mal de tripita. Eso le tuvo un tanto distraído y despistado durante un tiempo, lo que le llevó a autorizar por error el ataque a Stalingrado, cuando lo que él realmente hubiera querido era invadir Andorra. Una cosa llevó a la otra y Hitler acabó tomándose un bocadillo de cianuro.
Estas y muchas otras cosas de igual trascendencia nos contó el señor Director durante las veintisiete horas que duró nuestra visita, tras las cuales nos invitó, de su propio bolsillo, a comernos un menú del día en la cantina del museo:






  1. Entrante: sopa fría de mejillón, con tropezones de mejillón
  2. Primer plato: mejillones con mantequilla o mantequilla con mejillones, a elegir
  3. Segundo plato: mejillones gratinados o rebozados
  4. Postre: flan de mejillones o fruta (macedonia de mejillones con patatas fritas: en Bélgica se les considera fruta por su alto contenido en vitamina E)
El señor von Mosselen, por contra, pidió tortilla de patata. "Soy alérgico a los mejillones", nos confesó todo contrito. 



5 comentarios:

MM de planetamurciano dijo...

Que impresión me llevé en Bruselas con las terrazas de los bares, con sus calderos de mejillones y los guiris comiendo mejillones y tirando las conchas a miles. Y sí, el tiempo allí es de locos; yo estuve una semana en Agosto y me ahogué, me axfisié, me calló una granizada y me helé de frío.

Peritoni dijo...

Gracias por esta nueva masterclass, esta vez sobre este bivalvo.
Además, ahora, conozco mucho mejor Bélgica.

Anónimo dijo...

Ils sont fous ces belgues!

Deric dijo...

Estuve en diciembre en Bruselas i el tiempo fue frio, helado, húmedo... genial!
Es verdad que existe un museo al mejillón???? No lo vi! Serà porque los odio

Sufur dijo...

Jejej Deric, como si no me conocieras... :-P

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