Sabía a lo que me arriesgaba. Conocía los riesgos y no ignoraba que estaría patéticamente solo ante el peligro. Pero aun así, fui.
Durante muchos años me había escudado en la cómoda posición de quien sabe que está en segunda línea de fuego; el mayor riesgo, era consciente, era el de recibir alguna ráfaga de metralla menor. Pero al menos sabía que la artillería pesada concentraría su fuego en algún otro soldado. Me sentía más o menos seguro, aunque cada vez quedábamos menos.
Hasta que hace unos meses recibí aquel fatídico mensaje, ¡por email y simulando ser una noticia de periódico!
Uno de mis primos mayores se casaba. Así, traicioneramente. Y encima por la Iglesia.
Como ya saben, mis tías son seres sobrenaturales y terribles, para quienes el colesterol es una especie de rey persa de la antigüedad y según las cuales un hombre que no esté casado está en permanente peligro mortal:
Sufur: Hola, tías, cuánto tiempo sin veros. ¿Qué tal estáis?Tía Sufurines: Estás muy flaco. Deberías comer más. Luego te doy unas morcillas para que te las lleves. ¿Cuándo vas a venir al pueblo acompañado por una chica?Tía Sufurina: Yo te voy a dar unas mermeladas de higos que he hecho. A ver si te casas de una vez.Tía Supha: Pues de aquí no te vas sin unas ristras de chorizo de nuestra matanza. ¿Cuándo vas a hacer abuela a tu pobre Madre?Tía Sulfurosa: Te voy a preparar un bocadillo de torreznos que no se lo salta un gitano. ¿Conoces a la Romualdina? Es la hija soltera de la boticaria: una chica estupenda, buenísima, y apenas se nota que está coja...
Ante esta lluvia de dardos, mi respuesta ha sido siempre:
Tranquilas, tías, que aún soy muy joven. Hasta que no se casen los primos Sufillo, Sulfato y Súfus, que son mayores que yo, hay tiempo...
Pues bien, la lista de primos viejunos sin casar se ha ido reduciendo a lo largo de los tiempos, hasta que solo quedábamos tres: mi primo Suflaco, mi primo Sufur María y un servidor. Pero mi primo Suflaco ha rebasado el Rubicón de los cincuenta y ya todas las tías le dan por perdido para la causa; por tanto, en el fondo sólo quedábamos dos.
Y el muy traidorazo se me casó ayer.
Una boda muy castellana, en la mismísimo santuario de Nuestra Señora la Fuencisla, con un número medio-bajo de mantillas y, cómo no, dulzainas y paloteo a la salida. Nunca he entendido cómo se le puede llamar dulzaina a un instrumento tan estridente. La novia, recia muchacha de purísimo pedigree segoviano, era clavadita en formas, atavío y dicción a la Reina Isabel la Católica, exceptuando la corona, demostrando una vez más el poderío de esa filosofía mesetaria que afirma que si algo funciona, aunque sea a trancas y barrancas, cambiarlo es tontería. En cuanto a la homilía del cura, de entre todos los adjetivos que podrían ocurrírseme para describirla (inspiradora, emotiva, sentida, bella, cautivadora...), eligiré este: previsible. No faltaron los clásicos tales como: "hay que respetar todas las ideas de la gente, por muy equivocadas que estén", ni el infalible "un hombre se puede juntar con un hombre, o peor aún, una mujer con otra mujer, y todo eso es muy respetable, pero no nos engañemos. Se trata solo de componendas: el matrimonio es la Unión Ante Dios de un hombre y una mujer". De vez en cuando, a todos nos viene bien que nos recuerden lo bonito que es ser ateo.
Así pues, mi primo se pasó al bando enemigo dejándome en primera línea de fuego.
- Seguro que tienes alguna novia por ahí escondida, bribón. A ver si nos la presentas.- Yo tampoco quería casarme, y ahora soy el hombre más feliz del mundo.- Los hijos son una bendición de Dios, sobre todo en días como hoy que los dejamos en casa de mis suegros.- Ven que te voy a presentar a la sobrina del Guardia Civil. Después de mucho lucharlo, el padre ha conseguido un documento del Departamento de Antropología de la Universidad de Minnessota en el que se certifica que la muchacha es un ser humano, con un 95% de confianza...
Llegó la hora de lo que mi tía Sufutra llama "el lúnx" y para cuando sacaron la cuarta bandeja de croquetas y rodajas de morcilla frita yo ya había contabilizado diecisiete "cuándo te casas" distintos y me había refugiado por completo en la bebida. Pero los horrores no habían hecho más que empezar.
Otra cosa que no ha cambiado en las bodas castellanas desde los tiempos del rey Wamba: los solteros se sientan en la mesa de los niños. Eso tiene sus cosas buenas: para empezar, la conversación de los niños de cuatro años suele ser mucho más entretenida que la del segoviano medio.
- Cacafuti -me dijo un angelito, clavando en mi pupila su tenedor azul.- ¡Eres calvo y tonto! -me comentó, bastante acertadamente, una niña con menos dientes que una coliflor.
A mi se me partía el corazón al ver que los niños no se comían los macarrones con tomate que les habían puesto. Les serví bastantes copas de vino, a ver si con un poco de suerte se iban todos a vomitar pronto, pero no hubo manera: un buen segoviano aprende a digerir el etanol antes que a sumar. Ahora que lo pienso, la mayoría nunca llega a dominar la aritmética.
El banquete de bodas, según parámetros segovianos, fue excelente: hubo cordero Y cochinillo, ambos dos. Mi padre, ejemplo de contención y sobriedad castellana, comió tres raciones de cada. Y de esta apacible y aceitosa forma llegamos al baile o, en mi caso, a la barra libre. Tomé posiciones al lado del jarrón de gominolas y empecé a beber según esta sencilla fórmula: una gominola, un gintonic.
Pero aún me esperaba lo peor. Seis gominolas más tarde apareció Su Majestad la Reina Isabel, moño al viento, acompañada de un primate de género femenino, vestido verde, perlas falsas al cuello y alfiler apuntando hacia abajo. Horror.
Para quien no sepa la tradición del alfiler, yo se la cuento. En algún momento del banquete de bodas, mientras el padrino de bodas recorre las mesas regalándole a los varones alguna cosa dañina para la salud como un buen puro o unas botellas de orujo intragable, la madrina y las damas de honor acompañan a la novia en el reparto a las féminas de algún detallito bonito a la par que cursi. Al mismo tiempo, la novia coloca un alfiler en el vestido de las chicas, siguiendo el siguiente código:
- Alfiler con la cabeza hacia arriba: la chica es cuestión está casada o, en términos antropológicamente más correctos, es propiedad de alguien. Mucho ojito.
- Alfiler con la cabeza hacia abajo: la pobre desgraciada no tiene hombre que la cubra y por lo tanto se abre la veda de caza. Si el alfiler se pierde accidentalmente durante el baile, es signo a la vez de buena suerte (para la moza, que encontrará pareja) y de mala suerte (para el incauto que se pinche con el alfiler y agarre el tétanos).
Al parecer se trata de una versión primitiva del código de los pañuelos de los bares leather. Mis temores se confirmaron:
- Hola, primo Sufur -me dijo su Católica Majestad dándome un par de besos llenos de carmín y restos de cochinillo-. Esta es mi mejor amiga Segismundita y es una chica magnífica. Perdonadme ahora, que tengo que ir a hacer una cosa importantísima.
Y desapareció dejándome con la tímida Segismundita. Miré a mi alrededor: mis tías miraban son sonrisas rojo putón y mi padre rezaba a San Frutos Pajarero, patrón de Segovia, por un milagro celestínico.
- Err... ¿bailamos? -me dijo Segismundita.- ¿Tengo elección? -dije yo.- No, no la tienes -intervino mi tía Sufufina, que estaba vigilando de cerca la jugada.
De modo que bailamos los clásicos minuets de boda española, es decir: Paquito el Chocolatero, Suspiros de España, media docena de jotas y La del Soto del Parral, mientras mi padre se imaginaba un futuro dorado de nueras que le cocinaran y nietas que le cuidaran en su vejez. Mi primo me miraba con esos ojillos febriles que tienen los recién contagiados de la enfermedad del matrimonio y mi nueva prima, Tanto Monta Monta Tanto, me decía:
- Qué bonita es Santander. Cuando volvamos del viaje de novios tenemos que subir un fin de semana a hacerte una visita: tu primo, yo y Segismundita.
Y entonces caí en la cuenta del alcance de la jugada: la boda era de las pequeñas, en las que solo estaban invitadas las familias. Ni amigos, ni compañeros de trabajo, ni mascotas varias: sólo padres, abuelos, tíos y primos. La única excepción: Segismundita.
La clásica emboscada.
- Segismundita y yo somos como hermanas -seguía diciendo la fundatriz de un Imperio-. Pero sería tan bonito ser familia de verdad...
Así que hice lo que habría hecho todo hombre de pelo en pecho en semejantes circunstancias: fingir un desmayo.
- Habrá sido la calor -decía una tía.- Yo le he visto comer gominolas -decía otra-. Se conoce que le han sentado mal...- Si tuviera a su lado una buena chica que lo cuidara -terció otra-, no nos daría estos sustos.
Y aprovechando el tener que salir afuera a que me sanara el recio y salutífero aire (tres grados sobre cero) de las serranías, hice una esquiva y aproveché para despedirme de la gente.
- ¿Pero ya te vas? -me dijo uno de los tíos de mi primo-. Pero si luego nos íbamos a ir de putas...- ¡A ver si te prodigas más! -gritó otro pariente-. Con lo que te queremos (organizar la vida) en esta familia...- ¡Espera! -apareció en el último momento la Reina de Castilla y Reina Consorte de Sicilia-. ¿Te he dado el número de teléfono de Segismundita? ¡Llámala!
Huí, huí como alma que lleva el diablo.
15 comentarios:
O_O
Maravillosa entrada, me reí mucho.
Pero me dan ataques de musicología y piendo que me gustaría presenciar un paloteo de esos.
Una pergunta: la posibilidad de decirle a tus tías "No voy a casarme con una muchacha porque me gusta chupar pollas y que me metan objetos punteagudos en el ano" (o alguna otra parafilia que puedas describir con pocas palabras) no cabe dentro de las posibilidades, ¿verdad? Porque creo que sería, por lo menos, divertido. Seguro que pensarían que estás bromeando y no te creerían anque dijeras la verdad....imagino tus risas.
Encordio total la mentalidad, eso sí.
Pero Don Sufur me tiene usted desconcertado, yo pensaba que usted era de los que se subian a lo alto de los edificios y gritaba lo orgullo que se siente por ser un bujarron de tomo y lomo, y ahora me sale con que esta usted mas armarizado que un servidor (al menos en Segovia). Pues que sepa que se me ha caido un mito, ¡¡¡Que disgusto, madre!!!
Hoy ni besucos ni na no sea que se enteren sus tias y me tenga que hacer pasar por una novia con problemas de vello facial y corporal.
Agustín
¡Muy bueno, Agustín!
Me he reído bastante, como hijo de recia familia castellana que conoce perfectamente el percal. Te gano en una cosa: mis tías monjas.
Ni Napoleón habría planificado una estrategia de acople tan perfecta. Deberías haberle dicho que Segismundita se buscase a una Gumersinda pero entiendo que en la Castilla profunda es algo complicado, aparte de que tu familia habría disminuido enormemente por el colapso nervioso de tus tías ;)
Haberse venío usté pamadrí de putas.
Veo que el intento de acoso y derribo del primo soltero sigue siendo una escena muy habitual. A mí me lo hicieron, a mi tx se lo hicieron... pero hace ya muchos años. Te queda rebasar la barrera de los XL, darling.
Y, lo que quería yo decir: llámese dulzaina, tenora, txistu o gaita: los instrumentos de viento del folklore español son la cosa más agresiva e inclemente que uno pueda echarse al oído.
Pues si, oh sorpresa: estoy en el armario familiar.
Parcialmente: lo sabe mi Santa Madre, y está encantada con su yerno. Pero del resto, nadie.
No es cierto que las familias castellanas sean complicadas. Son sencillísimas. Como muestra, un botón: el comentario más extendido durante la boda, aparte de mi emboscada, fue lo vieja y lo fea que estaba la madre de la novia.
Hace muchos años, mi Santa Madre me dijo: "A mi lo que me importa es que tú seas feliz. Vete a Madrid, a Santander, a la Cochinchina, y vive tu vida. Pero recuerda que la que se tiene que quedar aquí soy yo".
Así que aunque me encantaría decirle a mis tías que yo me he comido más pollas que todas ellas juntas en todas sus beatas vidas, y disfrutaría viendo sus caras al decírselo, he de recordar que aunque luego yo me fuera a cuatrocientos kilómetros a seguir como si tal cosa, la que tendría que aguantar los comentarios, los despellejamientos y las falsas muestras de condolencia sería mi Madre.
Castilla es sencillísima de entender.
Así que sigo jugando el papel del cerebrito que no consigue ligar con una buena chica paridora porque es demasiado raro. Total, es un par de veces al año...
Sufur: chapó
A veces no es fácil dejar de ser egoísta.
El año pasado viví una situación parecida:
Boda de hijo de una prima, la novia curiosamente tenía una hermana a la que se le empezaba a pasar el arroz, el arquetipo de la maestrita de provincias con cara de perdiguero de burgos.
Las fuerzas femeninas de la familia decidieron que yo era un partidazo para una chica tan mona y apañadita.
A mi la soberbia me encendió toda la perversidad de mi corazón: decidí tirarle los tejos a otra hija de una prima, a la sazón recien casada y receptiva de toda la vida a mis encantos...
El pasado sábado boda de un hermano de la novia del año anterior, mi pretendienta apareció con un tio del que me ahorraré la descripción y curiosamente la hija de mi otra prima, mi prima, y su marido no me hablan...
Ahora con más calma te diré que comprendo perfectamente a tu madre. Castilla puede ser muy cruel.
Ahora bien, si te llevase a mis tías monjas a la siguiente boda familiar y te aseguro que saltarías desde mayor altura que Felix Baumgartner antes que aguantarlas.
Caramba, Rickisimus, por lo que cuentas tus tías monjas deben ser consideradas Armas De Destrucción Masiva. Espero que no se enteren en el Consejo de Seguridad de la ONU, porque nos invaden seguro :-P
Por Dios que panzón de reir!
Leyendo su relato he pensao que casi prefiero la boda de Rec3 antes que una segoviana.
¡Clap, clap, clap, clap! (aplausos)
Si se tercia, no se olvide de escribir la crónica de la segunda parte: Segismundita y la émula de doña Isabel buscándole a usted por Santander.
Saludos.
Jajajajaja, me ha encantado lo del lunx de croquetas y morcilla XDXD.
Yo en la última boda que estuve causé sensación con mi grito de "como soy maricón a mi me tenéis que dar orujo y alfiler".
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