A veces, con mis entradas de relleno y con mis fotos sacadas de la industria cárnica internacional, se me olvida que soy un hombre de letras; va siendo hora de dejar aparcada un tiempo mi frivolidad habitual y recordar que este es un espacio de cultura, filosofía y humanidades al que corresponde otra frivolidad mucho más sesuda y clasicista.
Estudios arqueológicos recientes han sacado a la luz un hecho sorprendente: ni Aristarco, ni Pitágoras ni mucho menos Anaxágoras vieron nunca la MTV. Esto nos lleva a una duda metafísica de primer orden: ¿cómo se entretenían los presocráticos sin televisión?
Existen varias teorías enfrentadas: la escuela alemana de Battenberg sostiene que la vida antes de Britney Spears era insoportablemente aburrida y que por eso no queda casi nadie vivo de la época de Platón, con la posible excepción de Sarita Montiel. Por contra, la escuela de Filadelfia defiende que una rebanada de pan untada de queso es el mejor desayuno imaginable.
Analicemos los mitos griegos para salir de dudas. Cuenta Apolodoro que en cierta ocasión Zeus el lujurioso, habiéndose prendado de la belleza de la ninfa Axágata, se transformó en un poderoso centauro con el fin de raptarla y seducirla, no necesariamente en este orden. Este hecho fue rápidamente aprovechado por la celosa Hera, esposa de Zeus y diosa de la familia y el matrimonio, para transformarse en un melón maduro con un agujero y así poder seducir a Tlepólemo, el más hermoso guerrero de Esparta. La simiente de Tlepólemo creció en el vientre de la divina Hera, quien a su debido tiempo dio a luz un hermoso repollo del que crecieron tres hermanos: Esplutelio, Flógenes y Climnestro. Hera, para evitar las iras de su esposo, hizo enviar a los tres bastardos a la ciudad de Pleurón, donde fueron adoptados como hijos propios por el sabio rey Pantúmaco, que por motivos ajenos a la historia no había tenido herederos. Es por ese motivo que a los tres hermanos se les conoce colectivamente como los Curetes Menores, y también como los Zangolotinos.
Con el pasar de los años los niños se convirtieron en audaces guerreros, excepto Esplutelio que abrió una peluquería de señoras. Climnestro se unió a los argonautas, lo cual fue considerado una mala idea ya que no sabía nadar, y de hecho pereció bajo las procelosas aguas del mar Jónico un día de espectacular resaca. Flógenes se quedó en la ciudad y fue nombrado heredero al trono por su anciano padre putativo.
Ahora bien, la diosa Démeter había jurado enemistad a la ciudad de Pleurón después de que sus habitantes se hubieran negado a rendirle homenaje poniéndose mofetas vivas en la cabeza a modo de sombrero. Para vengar semejante afrenta Démeter había reclutado la ayuda de Panflias, el gigante, quien causaba estragos en los campos alrededor devorando todos los caballos a su paso. El rey Pantúmaco estaba desolado y mandó hacer sacrificios de aguacates para recuperar el favor de la diosa, pero que si quieres arroz Catalina. Pantúmaco mandó entonces a sus mejores guerreros contra el gigante, sin ningún éxito: ninguno de ellos volvió con vida. Más tarde se supo que todos habían caído bajo el hechizo de la bruja Telésfora, quien sin motivo aparente decidió convertirlos a todos en griferías monomando para un chalet que se estaba haciendo construir en unos terrenos aún por recalificar.
Flógenes, habiendo heredado el coraje y el amor por las curcubitáceas de su padre, decidió enfrentarse él solo al temible gigante. Pero su padre, movido por el amor a su hijo y por el miedo a perder la línea sucesoria, prohibió tal empresa, encerrando al efebo en la Apple Store de la ciudad, de la cual ningún menor de 25 años había logrado escapar jamás.
Démeter estaba enemistada, a la sazón, con Afrodita, diosa del amor y la belleza, porque ésta última se negaba a compartir con ella su crema anticelulítica con coenzima Q-32. Tampoco se hablaba con Hyperopia, diosa de los zapatos, ni con Prímades, dios de la fruta pasada de temporada. Pero quien realmente le tenía ojeriza a Démeter era Antíbrota, diosa de las rozaduras provocadas por la ropa interior demasiado ajustada, que había perdido su plaza de aparcamiento en el Olimpo cuando ascendieron a Démeter. Antíbrota decidió interceder por Flógenes. En mitad de la noche y transformada en unas polainas, Antíbrota rescató al joven guerrero llevándoselo a los olivares de Triclosán. Allí le ofreció una espada irrompible, un escudo inoxidable y un depósito en un fondo de renta variable.
Todo esto esaba siendo observado desde el Olimpo por el poderoso Hefesto, que era tío por parte de madre del gigante Panflias. Para evitar que Flógenes asesinara a su pariente, Hefesto provocó un potente terremoto, y desde entonces a aquella tierra se la llama la Paxatarquía, que quiere decir "país donde se derrocha en efectos especiales". El terremoto tuvo la virtud de despertar de su largo sueño a la serpiente ctónica Yuyufis, tres mil años antes de que sonara el despertador: como se puede comprender Yuyufis estaba de muy mal genio y devoró a tres mil soldados hoplitas sin adobarlos antes ni nada. A todo esto, el astuto a la par que lozano Flógenes aprovechó el escándalo para escurrir el bulto y sorprender a Panflias mientras éste hacia un brunch ligero a base de caballo al pil pil.
La batalla que siguió a continuación habría sido una gesta épica cantada por el mismísimo Homero si no fuera porque Panflias era sin saberlo alérgico al caballo: cuando Flógenes llegó se encontró al gigante todo cubierto de ronchas del tamaño de un campo de fútbol y rascándose como si le hubieran echado por encima seis toneladas de polvos pica-pica. Flógenes, apiadándose del pobre gigante, lo roció con gasóleo y le prendió fuego. Y de este modo demostró ser un digno sucesor del rey de Pleurón y por tanto los dioses le recompensaron con una suegra aún de buen ver con la que poder ponerle los cuernos a la desgraciada de su esposa. Porque una historia de la mitología griega no está completa sin unos buenos cuernos para darle vidilla.
Y fueron todos felices y comieron caballos.
5 comentarios:
Usted lo flipa Don Sufur. jajaja
Besucos.
Agustín.
Es sólo ligeramente más desquiciado que un mito griego auténtico. ¡Bravo!
Iba a decir casi lo mismo que Moriarty; este relato se queda cortísimo al lado de otras narraciones mitológicas reales.
Yo voy a ser mucho más prosaico y voy a decir que el último link de la entrada se corresponde PELO POR PELO con lo que QUIERO para mi despedida de soltero. Ains. Játétú.
Estás muy mal!
jajajaja
:)
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