abril 02, 2013

Inconexo

Hoy estoy sin móvil. Qué sensación tan rara.

Todo empezó varios días atrás: concretamente el Jueves Santo, que este año dio la casualidad de caer en jueves. Desayunábamos el osezno y yo en una céntrica cafetería de la muy santanderina ciudad de Santander. Un desayuno muy cántabro: café mediano, zumo, cruasán a la plancha (para el osezno) y corbata de Unquera (para Sufur). Cometimos la ordinariez y el error clásico que cometen tantos memos de nuestra generación: dejar los móviles encima de la mesa (porque nunca sabes cuándo te van a mandar un movimiento del Apalabrados o un wink del Manhunt). Y en esas se acercó un tipo a pedir. Se acercó mucho. Muchísimo. Mis pensamientos fueron: qué inquietante. Y también: coño, este mendigo está bastante bueno. Eso me debería haber hecho saltar la alarma: esos pectorales de gimnasio no eran propios de una persona que necesita que le den céntimos para comer. Pero la corbata de Unquera fue más poderosa que mi aprensión y seguí con mis degluciones sin pensar más en el asunto.

Error.

Fue como mínimo media hora más tarde que el osezno se dio cuenta: su móvil había desaparecido. No se había perdido: ambos recordábamos claramente haberlo visto allí, sobre la mesa, y ahora no estaba. El mío, curiosamente, sí, pero es que estaba menos a mano y además conectado a mi portátil por cable USB.

Así que pasamos la mañana haciendo lo que se hace en esos casos: agobiarnos, lamentarnos, llamar al operador para bloquear el móvil, hacer la denuncia correspondiente e ir a buscar un nuevo móvil para el osezno. Pese a la santísima festividad que se celebraba, había un centro comercial abierto. Allí preguntamos ofertas, tarifas y componendas, hasta llegar a una oferta de portabilidad no demasiado mala con la cual al osezno le ofrecían un Samsung Galaxy Note II.



Ya me conocéis: culo veo, culo quiero.  Yo al Note le tenía echado el ojo desde hacía tiempo, y es que a mí las pantallas, como las pollas, me gustan grandes. Así que, ya puestos, pedí la misma portabilidad y tan contentos.

Pero claro: era la semana del Catholic Pride y todo iba a ir lentísimo. El osezno lleva desde entonces sin teléfono, más feliz que una perdiz (tiene alma de ermitaño). Yo me vine a Segovia a pasar unos días con mis padres y la sensación ha sido rarísima. A ninguno de los dos nos gusta hablar por teléfono, pero yo he llegado a ser dependiente del whatsapp. Se me ha hecho rarísimo y muy triste no estar en contacto con él mediante los pequeños mensajes con una sonrisita, el clásico "buenos días peque",  o el tradicional mensaje "me estoy comiendo unos torreznos que el servicio de Cardiología de Valdecilla estará dando saltos de alegría en estos momentos", que me hacen sentirme cercano a mi compañero. Skype no es lo mismo, más que nada porque uno no lleva el ordenador a cuestas todo el día. Han sido cuatro días un poco mustios, para qué negarlo. Pero hoy por fin me vuelvo a casa.

Para terminarla de rematar, esta madrugada se hizo efectiva mi portabilidad y yo, por estar fuera de Santander, aún no tengo mi móvil nuevo. De modo que hoy estoy yo también desconectado: sin llamadas, sin mensajes, sin whatsapps, sin growlr, sin nada de nada. Es a la vez desconcertante y tranquilizante. Hoy me veo viajando en el tren haciendo algo que llevaba sin hacer desde que tengo smartphone: leer cuatro horas de un tirón. ¿Podré conseguirlo?

Entre tanto, he pasado cuatro días en Segovia haciendo las cosas típicas de Segovia: comer como (y a) un cerdo, dormir un número insensato de horas, tomar gintonics con mi amigo Vich (el Último de Filipinas), y hacer muchas fotos.

La primavera ha llegado a Segovia con grandes precipitaciones y el campo está más remojado que el suelo del plató de "Mujeres, Hombres y Viceversa". El Eresma se desbordó a su paso por la Alameda de la Fuencisla, inundando el patio y la cafetería de la recién renovada Casa de la Moneda. El río baja proceloso y eso se presta a interesantes experimentos fotográficos, jugando con los tiempos de exposición y las composiciones, de los que dejo una pequeña muestra:









Además he vuelto a darle caña a la fotografía HDR, siendo cada vez más extremo en mis revelados digitales:




Y por supuesto he vuelto a mis monasterios, mis celajes castellanos y mis puestas de Sol:







7 comentarios:

starfighter dijo...

Menuda putada, la verdad. Con los móviles, sobre todo los de última generación, están a la que caen. Y las fotos son maravillosas, como siempre. Dan ganas de echarse un viajecito por tierras castellanas.

Eleuterio dijo...

Yo he estado ahí pero las fotos de Sufur son mejores.

¿Moraleja? No se dejan los móviles en la mesa mientras se come... ya no hay moral.

Yo tengo un Galaxy III y estoy contento. Salvo por el tema de la "sudden Death"...eso molesta un poco.

Si tienes Whats App te mando fotos indecentes...

Robin Shilvadin dijo...

Me niego a hablar de trabajo en estos lares. Ah, pero eso te pasa por no consultarme primero. Melón!

Mocho dijo...

Lo de los móviles en la mesa es peligro peligro. En Madrid hay un tipo especialista en robarlos, va con una especie de tapa de caja de zapatos ofreciendo mecheros. A mi amiga Perla se lo robó y tras el disgusto un rato después se lo volvió a encontrar, le montó un pifostio y consiguió que se lo devolviera.

Respecto a las fotos eso no es el alcázar, es Hogwarths. Por cierto, ¿se pueden hacer ampliaciones con calidad decente de una foto de esas? Porque vamos, le regalo a mi señor papá una foto de su tierra así y se me pone más contento que unas castañuelas.

Inciso: ¿así que intercambian foptos cerdas el Eleuterio y Vd.???

Deric dijo...

Es una putada pero me he divertido con tu escrito.
Muy buenas las fotos, por cierto. Ah, las del rio y monumentos segovianos varios, también.

Eleuterio dijo...

No intercambiamos fotos cerdas...aún.

Wait! hubo UN caso....

Anónimo dijo...

Malmalmal por lo del móvil robado (sufrido en mis carnes aunque no era el mío, sino el de mi hermana), pero bienbienbien lo de la incomunicación con fecha de caducidad.
PS: fotos increíbles, envidia sana

redder_2007@hotmail.com

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