agosto 16, 2013

La selección

He vivido una semana al borde de caer en coma debido al síndrome de Stendhal. A mi, en efecto, la belleza puede llegar a dolerme: en más de una ocasión he tenido que cerrar los ojos durante un instante para no marearme. También ha habido momentos en que he tenido que luchar para contener las lágrimas. Ahora pienso que he sido un poco tonto en reprimirme: un queridísimo (además de guapo) amigo me contaba recientemente cómo se echó a llorar ante la vista del Panteón de Agripa. Mientras me lo contaba, mi admiración y mi amor hacia mi amigo se multiplicaron por diez: las personas capaces de apreciar debidamente la belleza y dejar fluir ese sentimiento mejoran la especie humana. Tengo suerte de tener semejante amigo.

Con las fotos, he sido moderado... con respecto a lo que suelo ser yo, quiero decir. Desde que hice el curso de fotografía que me regaló el osezno me pienso más las tomas y no aprieto el disparador tan a lo loco. También influye que uso el formato RAW de la cámara, con lo que cada foto ocupa diez veces más que las clásicas JPEG que solía utilizar. Por tanto la tarjeta de memoria se me acaba antes y tengo que ser más mesurado. Aun así, los números son escandalosos. Para esta entrada me he forzado a seleccionar solamente tres fotos de cada lugar. No son necesariamente las mejores, pero sí las que me parecen más representativas:

Venecia: 912 fotos. Esta ha sido la sexta vez que he he visitado la ciudad de los canales, y no me canso. Ni me cansaré nunca, afirmo. Por fin puedo decir que la conozco en todas las estaciones del año: había estado en invierno, con nieve, en otoño, bajo la lluvia, y en primavera, con la luz suave y Agua Alta; esta ha sido mi primera experiencia veraniega. Y no: los canales no olían mal. Creía que Venecia era una ciudad crepuscular, que florecía bajo las luces tamizadas y oblicuas de los meses fríos, pero he descubierto que es igual de encantadora bajo la luz dura de agosto. De hecho, el claroscuro brutal de las horas altas resulta tremendamente barroco, cosa que ya había comprobado en Sicilia unos años atrás; esto me ha forzado a trabajarme mucho el histograma de las fotografías, pero estoy satisfecho con el resultado. Mi consejo para visitar Venecia: tomar como referencia el eje Rialto-San Marco y evitarlo cuidadosamente. Las zonas apenas visitadas por turistas de Dorsoduro y el Cannaregio son maravillosas y en ellas uno puede observar un especímen en vías de extinción: el veneciano auténtico, que aún vive en la ciudad y permanece en ella cuando las hordas de turistas se van por la noche.





Dubrovnik: 680 fotos. Yo tendría unos catorce años y en un libro de inglés del instituto aparecían las fotos de varios jóvenes y ciudades europeas. Había que emparejar a cada joven con su ciudad de origen mediante la presentación en inglés de cada uno. Me quedé enamorado del morenazo yugoslavo y de su ciudad: Dubrovnik. Ya del morenazo ni me acuerdo, pero la imagen de Dubrovnik se me quedó clavada y ha sido durante años uno de mis destinos soñados. La antigua Ragusa es conocida como "la perla del Adriático", pero a mi más que una perla me parece una guinda, o tal vez un tomate maduro, con sus tejados rojos que casi provocan un desprendimiento de retina cuando se contemplan sobre el azul del mar desde lo alto del funicular. La ciudad está más restaurada que la nariz de Paloma San Basilio, culpa de la lamentable guerra de hace unos años, lo que le hace parecer más un decorado que una ciudad real. Aun así, no me defraudó nada. Me hice el paseo de la muralla, aconsejado para dos horas, en cuarenta minutos, a casi los mismos grados, y aún estoy aquí para contarlo. Mereció la pena.





Corfú: 288 fotos.  Después de los pesos pesados de Venecia y Ragusa, la islita de Corfú resultó una gran decepción para muchos de los españolitos del crucero. No contaban con que la belleza de Grecia no se mide en monumentos (ruinas aparte) ni en coquetas boutiques, sino en tranquilidad, frappés bebidos lentamente en la calle y rincones apartados y aparentemente olvidados. Mientras el resto de los del crucero se dedicaban a buscar -infructuosamente- las maravillas arquitectónicas de Kérkyra, el osezno y yo nos dimos un paseo tranquilo entre los callejones y después nos tomamos un frappé μέτριος με γάλα en una terraza. Después nos unimos a una de las excursiones (para variar) que nos llevó a las playas de Paleokastritsa, donde hicimos un paseo en bote admirando las aguas turquesas y azules de las cuevas en la roca, y nos bañamos en el mar.





Santorini: 738 fotos. Solo conozco un lugar cuyo paisaje natural supere al de la caldera volcánica de Santorini: el Gran Cañón del Colorado. La explosión volcánica que dio su forma a la isla de Thera debió ser de aúpa; no son de extrañar los mitos de la atlántida y la total destrucción de la civilización minoica centenares de kilómetros al sur. Santorini es hoy en día una máquina bien engrasada de sacar dinero del turismo. Pese a ello, hay que ir. Mi primera experiencia en Santorini fue inolvidable: en plena temporada baja (marzo), con un día radiante y frío y toda la isla para nosotros solos. En esta ocasión estaba todo abarrotado, a pesar de lo cual coseguimos el mejor sitio en una terraza panorámica para tomar un yogurt con miel y los inevitables frappés. Visitamos además el punto más alto de la isla y la antigua capital, Pyrgos, que por estar un poco apartada se libra de lo peor de las invasiones turísticas. Lo he tenido muy difícil para hacer la selección de fotos de mi segunda isla favorita...



Atenas: 0 fotos. Lo crean o no, no bajamos a ver Atenas. Y no es que no merezca la pena, pero es que ya hemos estado montones de veces y la tenemos bastante vista. Sin contar que lo mejor de Atenas lo hemos visto en el Museo Británico. Y leñe, que nos apetecía un día quedarnos en el barco tomando el sol y bebiendo mojitos. El osezno incluso se quemó un poco, cosa rara en él que es de piel morena.

Estambul: 993 fotos. Bizancio, Constantinopla, Istanbul... aquí sí que me volví loco con la cámara y me desaté. Y eso que ya conocíamos también la ciudad, y en vez de dedicarnos a recorrer todo a toda prisa preferimos pasear tranquilamente sin rumbo fijo y sin agobios. Estambul es la ciudad más hermosa del mundo: un occidental se siente cómodo por su vertiente ordenada y europea, pero al mismo tiempo envuelto en un suave exotismo por sus mezquitas y sus callejones orientales. En algunos momentos Estambul me marea, me hace sentirme irreal, dándome la sensación de estar en un decorado de película de ciencia ficción: la profusión de cúpulas y minaretes me hace pensar que estoy en el planeta-ciudad de Coruscant de Star Wars o algún escenario de los que dibujaba Mézières para sus cómics de Valérian et Laureline. Santa Sofía es la construcción más admirable que conozco y la que más me hace llorar: pensar que semejante cúpula y esas naves majestuosas llevan en pie mil quinientos años me estremece. Estambul es eterna, multifacética y atrapadora, siempre cambiante; no me ha gustado demasiado ver a menos mujeres con la cabeza descubierta y más vestidas de monja que la última vez que visité la ciudad. El osezno y un servidor estuvimos visitando restaurantes recomendados por mis amigos turcos y nos tomamos un gintonic en el único bar abiertamente gay de Estambul. No había casi nadie (era lunes). Y no, no ligamos, ni siquiera el bombón del osezno.




Y quedarían por enseñar muestras de las fotos del barco (53 fotos), de nosotros dos (77 fotos) y de chulazos soprendidos por mi cámara (267 fotos), pero lo primero no tiene ningún interés, lo segundo solo para nosotros dos y lo tercero vendrá en una entrada aparte.

7 comentarios:

Moriarty dijo...

Bellísimas fotos. Se supera usted.

Nils dijo...

Qué maravilla de fotos. Iba a decirte que me encantaban la de Venecia, pero no desmerecen las de Dubrivnik, o las de Santorini... qué artista de la cámara estás hecho.

Por otro lado, me llama mucho la atención que hagas un crucero que atraca en sitios que ya conoces y en los que has estado muchas veces, como Venecia, Estambul o Atenas... Pero también es cierto que, frente a la fascinación que supone viajar por lo desconocido e ir descubriendo países, culturas y ciudades nuevas; está la satisfacción de sentirte lugareño en lugares ajenos por el hecho de que los has visitado tanto que los conoces como la palma de la mano, la satisfacción de rememorar sitios, comprobar que lo que te encantó sigue ahí, con el mismo poder de atracción... y eso no se consigue visitando siempre lugares diferentes.

Sufur dijo...

Gracias, chicos!

Bueno, Nils, la explicación es en parte la que dices: queríamos algo que fuera tranquilo y que no nos llevara a un frenesí de recorrer todo a toda prisa para ver el máximo en muy poco tiempo. También influyó que era el único crucero que encontramos en las fechas adecuadas y dentro de nuestro presupuesto. Y al menos había dos sitios que no conocíamos: Dubrovnik y Corfú. Como primera experiencia de crucero, estuvo muy bien :-)

starfighter dijo...

Has hecho el crucero que llevo años queriendo disfrutar. Es increíble pero Italia y Grecia son mis dos grandes asignaturas pendientes (tengo tantas). Coincido contigo en lo de Estambul, es una ciudad maravillosa, donde se mezcla lo occidental y lo oriental de una manera que ninguna otra ha conseguido. No digo nada de las fotos, me han parecido sublimes y fantásticas.

Mocho dijo...

Fotos de Madrid: 0

Jaaaajajajaja

Unknown dijo...

Impresionantes fotos. La que más me ha gustado, esa en la que se aprecia perfectamente la textura del agua. Sublime. (Y los osazos también, claro)

Sr_Skyzos dijo...

Al final lloro, y salgo en los periódicos. Ea, ya no lo hago más.

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