octubre 14, 2013

Dancing Around the Volcano

Siempre he sido un teórico. Una de mis grandes maldiciones, y también bendiciones, es que rara vez me lanzo a hacer algo nuevo en la práctica sin haber leído antes sobre ello: casi toda mi experiencia la obtengo de segunda mano, a través de los libros. Incluso mi experiencia sexual.
Uno de mis libros de cabecera es Dancing Around the Volcano, de Guy Kettelhack (Three Rivers Press, 1997). Lo compré de casualidad en EEUU hace ya catorce años y lo he leído tres o cuatro veces. Posiblemente ningún libro haya influido tanto en mi forma de entender el sexo como este pequeño ensayo de 196 páginas.


En realidad se trata de un libro bastante malo. El autor tiene el vicio insufrible de caer con frecuencia en un lenguaje semimístico de psicoanálisis barato, encima con arquetipos sacados de la manga, pero si uno ignora el mumbo-jumbo new age que contamina la prosa de Kettlehack, encuentra reflexiones valiosas y potencialmente reveladoras.

En mi caso, este libro me ha ayudado en momentos críticos de mi vida (por señalar dos: mi despertar sexual y mi actual lucha contra el TOC) con tres aspectos que me han resultado de interés:

Uno: los usos que tiene el sexo. Follamos porque es placentero y divertido, pero también por otra serie de motivos. El sexo puede servir para reforzar nuestra autoestima, para descubrir nuestros cuerpos, para liberar partes de nosotros que están reprimidas, para realizar fantasías, para acercarnos a los demás, para conocer gente, para aliviar tensiones, para canalizar y disipar agresividad, para expresarnos e incluso, para la gente con tales inclinaciones, para explorar cierto tipo de espiritualidad. Este libro me ayudó a darme cuenta de que el sexo no tiene por qué ser esa especie de fast food banal que nos oferta la sociedad de consumo gay moderna, sino una vía de realización personal compatible con cualquier otra que decidamos perseguir.
Dos: la diversidad sexual como forma de experimentación y de liberación. Estamos saliendo de una larga era de sexualidad marginal y marginada como miembros de una minoría oculta. Esa clandestinidad del sexo gay ha favorecido la aparición de formas de relación sexual y sentimental distintas a la pareja heterosexual canónica: desde el cruising a las relaciones fetichistas y sadomasoquistas, las parejas abiertas, los follamigos, el intercambio de roles... ninguna de estas prácticas es patrimonio exclusivo de los homosexuales, pero en todas ellas hemos sobresalido, creando subculturas y lugares de expresión nuevos. Más importante que todo esto, el no tener nada preestablecido (hasta muy recientemente, ya que ahora empezamos a tener 'tradiciones' sociales y sexuales casi tan rígidas como los heteros) ha permitido a los gays la libertad de activar o desactivar a voluntad facetas de personalidad muy diversas: activos en un determinado momento, pasivos en otro, dominantes o sumisos, monógamos o promiscuos, célibes o zorrones, sádicos o masoquistas, e ir navegando a través del paisaje psicosexual con una mayor libertad.



Tres: las experiencias de otros. Precisamente porque soy un ratón de biblioteca, cuando leí este libro por primera vez yo apenas conocía a otros gays cuyas experiencias pudieran servirme de apoyo, orientación o alerta. Gran parte del libro de Kettlehack está dedicado a recoger las experiencias de un gran número de hombres homosexuales que el autor entrevistó durante la redacción del ensayo: desde el cazador de cuerpos de las dunas de Fire Island al sacerdote que reencontró su vocación una vez hubo aceptado su sexualidad, pasando por parejas abiertas y cerradas, asiduos de los sexclubs, célibes empedernidos, víctimas de la epidemia del SIDA, jóvenes recién iniciados en el sexo entre hombres, ancianos salidos  y otros muchos más. No es lo mismo leer las experiencias resumidas, condensadas y editadas de otros que hablar directamente con ellos, pero al menos a mi (tímido, introvertido, con pocos amigos gays) me ayudó mucho asomarme a todas esas otras vidas.
En resumen, Dancing Around the Volcano me parece un libro bastante recomendable, si se ignora la cháchara mágico-moñas del escritor y se va al fondo del contenido.

6 comentarios:

starfighter dijo...

Es que a veces, tan inmersos en nuestro mundo actual, olvidamos cómo era la situación hace treinta, veinte o incluso quince años. Ya no hablemos de las ciudades pequeñas o en los pueblos. Y para qué irse tan lejos en el tiempo, incluso hoy en día. Por eso creo que siempre es bueno ver en libros, o incluso las películas u otros medios, retazos de este mundo que nos apasiona, que nos atrae y del que lo desconocemos todo. Aunque luego muchos seamos unos cortados o tímidos para llevarlo a cabo.

Unknown dijo...

Hoy en día sigue siendo parecido, aunque en vez de a un libro recurrimos a internet.

Anónimo dijo...

Vaya, esperaba alguna conclusión: este post, precisamente despues de esta semana y de este fin de semana me da que pensar, a mí, seguro que al resto no...

MM de planetamurciano dijo...


¿Quien dijo "Leemos para no sentirnos solos"?
Pos eso.

Eleuterio dijo...

¿Habrá traducción?

Olvidé mi inglés o me da pereza leer en ese idima.

Mocho dijo...

Ahora leemos blogs :)

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