enero 27, 2014

Dragones y Mazmorras Pedorras

Supongamos que te llamas, por poner un ejemplo, Mari Jenny Desirée y que tienes un novio con un peinado que se podría utilizar para asar sardinas. Tú y tus amigas cajeras del Lupa habéis salido con vuestros chicos y estáis quemando la noche santanderina con vuestras risas, vuestras mechas y vuestros meneos de caderas protocelulíticas. Pero, oh desolación, llegan las tantas de la mañana y los bares de calimocho que frecuentáis cierran. Tenéis ganas de proseguir la juerga, pero ¿dónde podéis ir?



Molto facile e divertente: existen tres o cuatro discotecas que abren hasta las seis de la mañana en el centro de la ciudad y, por lo tanto, no vais a ninguna de ellas. Es mucho más divertido ir a la disco de los maricones.

La discoteca (supuestamente) gay de Santander es uno de estos sitios que sólamente pueden existir porque el tejido del espacio-tiempo tiene más grietas que un auditorio de Calatrava: la clásica discoteca gay con un camarero hetero que es hijo del hermano gay del dueño hetero del local. ¿Que resulta difícil de seguir y de entender? Pues es lo más sencillo de todo ese sitio: todo lo que sucede entre esas paredes desafía cualquier explicación, desde esa decoración tardofranquista, digna de un programa de Cuarto Milenio, a esas actuaciones de drag queens que llevan haciendo el mismo número desde la despedida de soltera de Isabel la Católica. El ambiente es deprimente, la bebida es mala, la música es horripilante, a los cuartos de baño sólo se puede entrar con traje de buzo y escafandra completa. ¿Que por qué sigue uno yendo? Pues porque no hay otro sitio, básicamente.

Muy de tanto en tanto, pongamos una vez cada veinte meses, uno hace de tripas corazón y se acerca a ese lugar para estar un rato relajado rodeado de otros maricones. ¿Y qué es lo que se encuentra? A Mari Jenny Desirée y a las petardas de sus amigas luciendo a sus novios y muriéndose de risa porque los sarasas ya no saben a qué atenerse. El sábado estuve con un amigo, con su patilla derecha y con su patilla izquierda, y los cuatro nos quedamos patidifusos al comprobar que en todo el bar sólo había chonis y novios de chonis. Los poquitos gays que quedaban en el local se apelotonaban en una esquina, acobardados, o se refugiaban en busca de una bocanada de aire fresco en, paradójicamente, los mefíticos laberintos del cuarto oscuro. Un escándalo.

¿Se debe prohibir el acceso a pedorras a los bares gays? Tengo una opinión muy fuerte al respecto: no. No hay que discriminar a nadie, ni siquiera a las tontas del culo. Yo lo que propongo es mucho más sencillo, rápido y humano: aniquilarlas a todas. O, si acaso, dejar vivir a unas cuantas en lugares bien alejados de nosotros: al fin y al cabo, alguien tendrá que parir a la próxima generación de empotradores...

11 comentarios:

starfighter dijo...

Y cuando aparecen en las despedidas de solteras, y en carnavales, y en fin de año, y en el Orgullo... Como sigamos así no van a dejarnos ni un mísero antro para nosotros.

Eleuterio dijo...

Hay que hacer que se sientan incómodas y que no vuelvan por voluntad propia. Por ejemplo, con empleados de seguridad que les adviertan que o se comportan o se van. O mirando mucho a sus novios. O haciendo una performance en grupo cochina.

Moriarty dijo...

Estimado Eleuterio: no sé si está usted al tanto de lo que implica el concepto de choni: sería mucho más hacer que se sintiera incómodo un orco de Mordor. En estos casos estoy de acuerdo con don Sufur: aborto retroactivo. Y sin contemplaciones. O eso, o como alternativa el internamiento en un campo de alfabetización, cultura general y buenas maneras.

Eleuterio dijo...

Parece, entonces, que tendré que ver una choni en vivo, en su hábitat natural. :-))

Sufur dijo...

Créeme, Eleuterio: no quieres verlas. Estoy de acuerdo con Moriarty y Starfighter: son lo peor. ¡En cuanto a lo de incomodarlas mirando a sus novios, eso es lo que más les gusta!

Mocho dijo...

Ah, gran dilema. Acuérdate de la que se montó cuando puse en mi blog que a la amiga de un amigo no la dejaron entrar en la Bearbie porque era sólo para hombres.

Entiendo que no se permita el paso a mujeres en lugares sórdidos, no me parece aceptable en discotecas. Menos aceptable me parecen los grupos de chicas WordPerfect 5.1 que van a sitios mariquitas porque son divertidos, y creo que de ello ya se ha hablado mil veces.

En Santander lo que intuyo es que si el local quiere subsistir económicamente tiene por necesidad que aceptar todo tipo de clientela, dada la intrínseca ranciedad predominante entre sus habitantes gayses (el osezno no, claro). Es cuestión de subsistencia.

Yo siempre he dicho que para ahuyentar a las pandas de tías que van a ver mariquitas lo que habría que hacer es poner un vídeo porno bien grande a la entrada del local. Eso normalmente las echa para atrás (y, sobre todo, echa para atrás a sus novios). Y, si no lo hace, es que entonces SON UNAS GUARRAS y merecen estar dentro, tanto ellas como ellos.

Moriarty dijo...

Apoyo sin fisuras a la idea del pantallón porno que sugiere don Mocho. Yeah!

Unknown dijo...

+1 también a lo del porno. Porque a las chonis a lo mejor les da lo mismo, pero a sus novios cani-machitos seguramente no, que como a alguno le dé por mirar de reojo lo tacharán de sarasa para los restos.

Sufur dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con la propuesta del Sr. Mocho: porno duro nada más entrar. A ser posible, películas en las que un "pobre hetero desprevenido" es sodomizado en estilo gang bang por un par de docenas de tíos...

Blackmount dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=9gRGe3L6pTY

rickisimus2 dijo...

Apoyo la moción: se deben marchar por propia voluntad. Eso sí, si no se van por propia voluntad: exterminación.

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