septiembre 02, 2014

Una fábula

Una mofeta vivía en el bosque, más allá de los cañaverales. Cada mañana, la mofeta se acercaba a la linde del bosque y, desde allí, veía pasar al granjero de la finca cercana, caminando con sus gansos. La mofeta estaba locamente enamorada de uno de los gansos del granjero.

La mofeta sabía que su amor no estaba bien, que no era algo bien visto ni por las leyes del hombre ni por las del bosque: ¿qué podía ofrecer ella, una apestosa mamífera, a un ganso de robusto pico y patas palmípedas? Durante meses, la mofeta observó al objeto de su deseo desde los matorrales, sin darse a conocer.

Pero una cálida mañana de febrero (el cambio climático seguía haciendo de las suyas) la mofeta se armó de valor, se plantó en el camido delante del granjero y sus gansos, y dijo:
- Ganso: sé que el mío es un amor prohibido a los ojos de los hombres y las criaturas del bosque, pero no puedo contener más el sentimiento que anida en mi pecho: te adoro.

- ¡Coño, una mofeta que habla! -dijo el granjero, lanzándose a apresarla rápidamente.
Y desde entonces el granjero se forra recorriendo los pueblos de la comarca con su espectáculo "El Fabuloso Críspulo y Su Milagrosa Mofeta Parlante".


La moraleja de todo esto es: hace falta tener muy mala idea para ponerle a alguien el nombre de Críspulo.




1 comentario:

Deric dijo...

jajajaja! Buena moraleja!

LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin

Adoradores