mayo 04, 2015

Del tiempo

Ya sabía yo que era sólo cuestión de tiempo que acabara pillando una astenia primaveral. Yo soy así, muy de pillar cosas que no existen, y creo que es en buena parte culpa de haber leído tanto: uno acaba entregándose a los vicios de la narrativa, se convierte en un metafórico desaforado, y sin comerlo ni beberlo se acaba gobernado por constructos.

Eso, y el persistente dolor de cabeza que me provoca la pertinaz sinusitis, explican mi apatía creativa y otra serie de estupideces que conforman mi ontología cotidiana. Tomemos el ejemplo de hoy: comienza la mañana oscura, oprimente, con nubes como cetáceos enormes varados sobre mi cabeza, una humedad cercana al 100%, cargada de presagios en forma de coloide y verdín. Añádasele a eso mi dolor de cabeza sordo, machacante, persistente, con esa sensación de haberme metido un estropajo por la nariz, y el resultado soy yo, tambaleándome por las calles de Santander, sintiéndome como Bob Esponja (aunque todo el mundo coincide en que me parezco más a Calamardo) moviéndose en un mar de sargazos y atunes metálicos. A cámara lenta, sintiendo a mi alrededor la fricción viscosa del medio pelágico y las voces distorsionadas de paisanos que se me antojan peces abisales de enormes mandíbulas y extraños apéndices fosforescentes.

Pero luego llega el viento sur, desgarrando la capa de nubes y convirtiendo el cielo en un caótico campo de batalla donde un gato histérico, grande como Madagascar, se ha estado afilando las uñas hasta hacerlo todo jirones de vapor; sale el sol, me golpea un viento electrizado,  la Bahía se vuelve verde y gris y espuma, el dolor de cabeza me estalla en ramificaciones sinápticas y me inundan el frenesí, el calor y las ganas de romper algo, follarme a alguien y golpear a alguien, no necesariamente en este orden ni tampoco porqué a álguienes distintos. Yo, que siempre he sido tan sensible al paso de las estaciones, no me había dado cuenta de que los árboles de la Alameda (ninguno de ellos es un álamo, curiosamente) ya tienen hoja, y me parece indignante que nadie me haya consultado, así que dejo que el ventarrón me rodee, me cargo de iones y en cuanto pasa una señora teñida de rubio le lanzo un poderoso rayo, carbonizándola. El hecho de que esto último sólo haya ocurrido en mi imaginación no le quita gracia al asunto, sino precisamente todo lo contrario.

Vaya asco da esto de estar loco.



4 comentarios:

starfighter dijo...

Eso que has tenido es una epifanía, una revelación del Apocalipsis, del fin del mundo. O estás como una cabra, que también. Vamos, nada fuera de lo habitual en estos momentos preelectorales.

Unknown dijo...

Todo eso siento yo por las mañanas al oír el despertador.

un-angel dijo...

Pues te sienta genial la astenia, a mi me ha encantao de principio a fin...

Mugen dijo...

Estamos apañados!

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