junio 08, 2015

Bati-Burrillo

Pues sí, he estado ausente durante mucho tiempo.

El principal inconveniente de ser un profesor malo que intenta ser un buen profesor es que el alumnado se te acaba subiendo a la parra. Nunca he entendido la expresión "subirse a la parra": con lo bajitas que son, ¿no resultaría más práctico subirse a un buen pino? Al menos se vería mejor panorama. 

Les dije a mis alumnos: "no dudéis en preguntarme vuestras dudas". ¿Cómo iba a saber yo que acabarían haciéndome caso, los muy insensatos? Durante este último mes mi despacho se ha parecido al camarote de los Hermanos Marx. No paraban de entrar y salir personas preguntándome si sus operadores conmutaban o no. Dado el grado de incertidumbre que imperaba en sus cabezas, yo diría que no les conmutaba nada. Y esto ha sido un chiste de físicos: ja, ja, ja. Desternillante, ¿verdad?

Necesitaba un tiempo de desconexión, a ser posible que no involucrara el suicidio. A falta de algo mejor, me fui a Segovia.

Pasando, cómo no, por la Feria del Libro de Madrid. Las tradiciones, a veces, hay que respetarlas. Había más casetas que en la Feria de Abril de Sevilla y además eran mucho más interesantes. Había colas enormes para firmar libros, y eso que ese día no firmaba Enrique P. Sen. Una de las colas más largas, comprobé con satisfacción, era la de Andrzej Sapkowski, sin duda uno de mis dos escritores polacos favoritos ya que sólo conozco a dos (el otro es Stanisław Lem). Esta fue mi pesca del día:


El libro de cocina peruana es para regalárselo al osezno y el de Taormino, que ya lo leí en inglés, creo que se lo regalaré a una amiga interesada en la geometría sentimental. "Cosmic Odissey" es un clásico que siempre quise tener, sobre todo por el magnífico dibujo de Mignola, y la Caída de la Casa Usher no necesita explicación alguna.


Me quedé sin comprar, precisamente, el último libro de Sapkowski que ha aparecido en castellano, "Estación de Tormentas", porque ni siquiera sabía que existía. Me enteré a la vuelta. Se trata de una precuela, lo que me hace mirarlo con la misma sospecha con la que se mira a la capa verde que se forma sobre un yogur abierto hace tres semanas, pero sé que acabará cayendo igualmente. Si algún alma generosa me lo quiere regalar...


Cargado con libros me fui a Segovia, donde he pasado el fin de semana más tranquilo y familiar -léase soso- que he vivido en mucho tiempo, durmiendo una media de diez horas cada día, hablando mucho con mi Santa Madre y haciendo cosas típicas castellanas, tales como echar la tarde en hospitales. La selección natural, en Castilla, ha derivado a un cruel ritual por el cual sólo sobreviven los más aptos, los más fuertes, y posiblemente también los sordos. Consiste en lo siguiente: tras sobrevivir a una operación de diez horas en la que los cirujanos le extirpan un tumor del tamaño de un balón de rugby, el enfermo es sometido a algo aún peor: visitas.

Los hospitales provinciales en la Castilla profunda son fuente inagotable de entretenimiento y de vida social. Familias enteras de recios castellanos se llevan el bocadillo de jamón y la tortilla de patatas para merendar mientras van recorriendo los pasillos del sanatorio visitando a "sus enfermos", los enfermos del pueblo de al lado, los de la comarca entera y los de media Castilla-León.
- ¡Mira quién ha venido a verte, Melecio! Es la prima segunda del primo pequeño de tu cuñado Ambrosio.

- No haberte molestado, mujer...

- ¡Qué va, si no es molestia! Veníamos a ver a mi sobrino, que se ha roto la clavícula al chocar con un tractor. No veas cómo ha quedado el tractor: no lo quieren ni para chatarra. Y ya que estábamos, pues nos hemos pasado a verte...
Esta es una escena que se repite incontables veces todas las tardes en hospitales desde Ávila a León. A continuación de esta introducción, los visitantes se sientan a echar la tarde sin que nade se lo haya pedido, hablando durante horas de cosas (normalmente enfermedades de terceras o cuartas personas) que al enfermo ni le interesan, ni le importan, ni le gustan.
- ¡Enfermera! Más morfina, por favor... -suplica el pobre enfermo, deseando la muerte, ya sea suya o de los visitantes, según qué casos.
Y van entrando más y más visitantes, todos con sus meriendas: cuñados, suegras, primos, suegras de primos, primos de suegras, vecinos, conocidos, visitantes de otros enfermos a los que no se conoce de nada pero que se pasan por la habitación porque parece que hay más ambiente que en la de sus propios enfermos. El aire se llena de aromas a chorizo, torreznos y tortilla mientras el enfermo intenta meterse en estómago un yogur desnatado que le ha servido una enfermera con cara de haberse equivocado de profesión. Junto con las visitas llegan los consejos y las opiniones indeseadas:
- ¡Bah, lo tuyo no es nada! Cuando a mí me operaron de la vesícula...

- Para lo tuyo, lo mejor es el zumo de ortigas mezclado con pis. Mi suegra, que en paz descanse, lo tomaba todas las tardes y...

- Aquí hace mucho calor. Vamos a abrir las ventanas.

- Aquí hace mucho frío. Voy a subir el termostato...

- No te importa que ponga el júrgol, ¿verdad? Es que hoy juegan el Murcia y el Sabadell...
La tasa de supervivencia de los enfermos, en estas condiciones, es bajísima, gracias a lo cual las cuentas de la Seguridad Social en Castilla y León están de lo más saneadas. Yo le deseo lo mejor al marido de mi prima, que es el enfermo al que fuimos a visitar el domingo, y para empezar espero que le manden a casa lo antes posible. ¡Pobre hombre!

Segovia, por lo demás, estaba como siempre: hermosa, granítica, prehistórica. Era el Corpus y eso se celebraba con procesiones de niños vestidos como marineritos (algo curioso, pero a la vez extrañamente de esperar, en una ciudad que la última vez que tuvo costa fue durante el Cretácico superior) y niñas vestidas como novias que llegan vírgenes al matrimonio, y también con procesiones de turistas venidos desde Madrid, de entre los cuales algo menos de 8% no eran japoneses o gays. Por no faltar a la costumbre, adivinen qué, hice fotos a la catedral:





Porque si algo tenemos de sobra en Segovia, aparte de marranos, son cimborrios. ¡Faltaría más!

7 comentarios:

Allau dijo...

Se le ha echado a faltar, pero el regreso ha sido delicioso. Sigo estrujándome las meninges intentando descifrar si el título es un homenaje a Bruce Wayne, cuando vivió en La Mancha.

PasaElMocho dijo...

Gracias por la referencia :)
Et rebienvenu!

Mugen dijo...

Si no has leído ya Odisea Cósmica, te va a encantar. Una de las mejores de las sagas generales de DC

Sufur dijo...

Cualquier parecido con Bruce Wayne es mera coincidencia, Allau :-)

No hay de qué, amigo Mocho.

La leí y releí en sus tiempos, pero luego perdí los cómics originales, por eso me ha hecho ilusión encontrar el volumen encuadernado en tapa dura, Mugen :-)

Unknown dijo...

Doy fe de lo de los hospitales. Pero qué gracia le verán...

Unknown dijo...

Jajaja. ¡Me deshuervo con lo de ir al hospital! Es mazo de lúgrubre. jajaja. En fin. Respecto a lo de la geometría sentimental, es la primera vez que lo oigo. ¿De qué va eso?

Alex dijo...

No tienes una idea de las ganas que le traigo a "Cosmic Odissey" .... espero pronto poder bajarlo.... conseguirlo de alguna manera.

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