agosto 04, 2015

Vida en la calle

En el callejón estamos tres o cuatro parejas de turistas ocupando pequeños apartamentos de alquiler, tres gatos, un perro peludo en permanente peligro de muerte por asfixia y varias familias griegas, todo el rato en la calle. Los gatos está tumbados en mitad de la calle saiendo que los humanos estamos bien amaestrados y nadie les va a molestar. No hay hora del día en la que esté ausente la cadencia repiqueteante de las sílabas griegas, en la conversación de mujeres sentadas a la puerta de sus casas, rodeadas de flores y ropa tendida. Los hombres fuman y beben frappé, una niña se pasa la tarde chistando a los gatos, que la ignoran por completo, y sólo los turistas nos movemos un poco, aunque los que llevamos más tiempo aquí lo hacemos sobre todo para ir moviendo la silla siguiendo la ruta de la sombra. Los nativos, siempre los mismos, nos saludan al pasar, un displicente καλημέρα por las mañanas o un καληνυχτα al recogernos. Anoche una familia montó una mesa para quince o dieciseis personas en el callejón, empezaron a cenar estofado y verduras a las nueve de la noche y aún seguían a lo suyo cuando volvimos a las dos de la madrugada.




Pasamos buena parte del tiempo no en esta calle, sino en la de al lado. Allí tiene su tienda una de nuestras amigas: una mujer guapísima y radiante que habla seis idiomas y cuya puerta es centro de una red social internacional que haría palidecer de envidia a la ONU. Como todos los comerciantes locales, ella prefiere estar esperar a los clientes sentada en la calle, hablando con unos y con otros. Desde el bar de al lado van llegando frappés y pequeños platos de aceitunas, ensalada, a veces una tortilla, o alguna que otra γαραφάκια de τσικουδιά. Por ahí pasan mejicanas hippies, españoles afincados en Grecia, berlineses despistados, azafatos finlandeses, inglesas tiquismiquis, grecoargentinos, médicos sin fronteras, niños de padres y madres apátridas, e incluso algún que otro cliente. Todos son bienvenidos.

Y no es que no vayamos a la playa, ¡claro que vamos! Pero para relajarse, no hace falta ir al mar. Basta con meterse en esta máquina del tiempo y volver a 1960 durante unos cuantos días.


4 comentarios:

Nils dijo...

Esto... ¿sería posible alguna foto de los azafatos finlandeses? #masduroesdepedirquederobar

Christian Ingebrethsen dijo...

Disfruta de Grecia y espero que tengas muuuuuuuuucho que contar a la vuelta.

Alex dijo...

Coincido con Nils....
Y hombre.. no entiendo como puedes estar cerca del mar (y uno tan calido e invitante) sin querer darte un chapuzón

Unknown dijo...

A mí también me gusta intentar mezclarme con los locales cuando estoy por ahí.

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