octubre 22, 2015

Salsa holandesa

Pasando unas horas en Ámsterdam, me acerqué por Warmoesstraat a ver el ambientillo y comprar unos pocos souvenirs. Punto obligado en la visita era la tienda madre de Mister B, negocio al que tengo gran apego y que me provee de todo tipo de adminículos con los que aderezar mi vida erótica. Mi primera intención era pillar un par de camisetas, una para el osezno y otra para mí, y un par de tubos de 100 ml de lubricante,  cuya consistencia, baja viscosidad y cómodo formato resultan ideales para mis inocentes hobbies. El dependiente, Valerio aquel día, fue un encanto. Resulta sorprendente cómo un mostrenco rapado y politatuado de casi dos metros de altura y vestido de cuero puede resultar tan cálido y amable. Así vende de bien: al final acabé comprando no solo lo que me había propuesto sino también un cockring ajustable, un elegante grifo de ducha anatómicamente adecuado para la higiene del caballero moderno y el primer ejemplar de la revista Wings. Al pagar, Valerio me preguntó si no me apetecía llevarme también un par de frascos de poppers y me hizo notar que las camisetas que llevaba eran de tallas distintas. A lo primero le dije que no, gracias, y a lo segundo le expliqué que algunas eran de regalo para el osezno. Valerio debe ser un romántico, porque le encantó el detalle y me regaló un dos pares de lo que yo llamo "gafas putón", unas para mi y otras para el osezno



Un poco más abajo en la calle está la Condomerie, la primera tienda que hubo en el mundo dedicada a ese pequeño salvavidas de goma. La Condomerie parece una tienda de golosinas, toda de colores alegres, llena de muñequitos de látex y piruletas-preservativo. La dependienta era una chica todo dulzura y candidez. Me llevé un imán para la nevera (tenemos nuestro frigorífico cubierto de imanes de todo tipo) con la forma de un condoncito amarillo alegre, y un paquete de gomas extra fuertes para momentos de gran entusiasmo.



Un poco más allá del barrio rojo está el Underground, otra tienda de pelaje similar a Mister B pero con algo menos de fijación por el cuero. El dependiente, al entrar yo, se ofreció a ayudarme en lo que necesitara. Y me ofreció un café o un té. Elegí té y me lo sirvió con una galletita de speculoos. Ahí estaba yo, con mi tacita de té en mano y el meñique levantado cual abuela inglesa, entre arneses, máscaras, látigos, fustas, pinzas para los pezones y dildos de tamaños comprendidos entre el de un dedo pequeño y el de Minnesota. A este dependiente sólo le compré unas pocas postales, más que nada porque se me había acabado el presupuesto.





¿Y a santo de qué cuento todo esto? Porque me encantan Holanda en general y Ámsterdam en particular por la forma que tienen sus habitantes de quitarle dramatismo a la sexualidad de cada uno. Y no estoy hablando solamente de ser maricón o no. Me refiero a todo el abanico de gustos, morbos, fantasías y juegos, desde el vainilla al kink más extremo. Si hay un país en el que la frase "me gustan los gatos, la cocina italiana, Stravinski y recibir lluvia dorada" pueda sonar natural, ese es los Países Bajos. Nos puede parecer que con Chueca y el Gaixample, con Castro y el Soho, estamos súper liberados y de vuelta de todo, pero no es así. Aún nos queda un trecho para llegar a lo que tienen los holandeses, que es la normalización absoluta: en Ámsterdam no hay apenas barrio gay porque no hace falta establecer distinciones. Las tiendas de fetichismo parecen pastelerías, son luminosas y tienen grandes escaparates abiertos a cualquier transeúnte, y no pasa nada. De acuerdo: también en Madrid, pero ¿desde cuando? La Condomerie lleva abierta desde 1987. En esa época en España aún era un escándalo ver el pezón de Sabrina rebotando en la televisión. Esa es la ventaja que nos llevaban y nos siguen llevando aun hoy en día.


Naturalmente, no fue eso lo único que hice ese día. De todos los días que he pasado en Países Bajos, aquel fue el único en el que salió un poco el sol. Y eso, conmigo, solo puede significar una cosa: ¡fotos!





















5 comentarios:

PasaElMocho dijo...

En efecto, es la sensación de que la sexualidad no es algo que haya que esconder. Amtserdam tiene un encanto especial, yo creo que no deja indiferente a nadie. Mi problema con las tiendas tipo MrB es que al final todo me parece tan carísimo que acabo comprándolo por internet.

Mugen dijo...

Yo quiero un muñeco de esos jajaja

DiegoC dijo...

Lo mismo podría decirse de Berlín. Yo tengo mi corazón dividido en cachitos en cada una de las ciudades que he visitado (bueno excepto Amán, que me pareció un coñazo).

Sufur dijo...

En efecto, ¡también Berlín! Aunque lo tengo más asociado a mazmorra, por qué será...

Christian Ingebrethsen dijo...

Nunca he estado en Amsterdam pero en diciembre estaré más o menos cerca, a ver si puedo y me dejo caer.

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