enero 02, 2016

A propósito de propósitos

Ya sabéis que soy un tipo realista: cada nuevo año procuro hacerme propósitos que sean fáciles de cumplir, para no llevarme luego desilusiones. Recordemos alguno de mis propósitos de otros años: no invadir militarmente Polonia, no casarme con la ya difunta Duquesa de Alba, no dedicarme a la taxidermia. Tengo un estupendo marcador de 100% de mis propósitos de año nuevo cumplidos.

Este año iba a ser igual. Me había propuesto para 2016 procurar no rebasar nunca la velocidad de la luz en el vacío ni violar la segunda ley de la Termodinámica. Ambas cosas son bastante razonables, incluso para una persona con una vida tan absurda como la mía.

Pero todo esto ha cambiado esta mañana por culpa de la librería La Central de Madrid. Qué lugar más increíble. No solamente tiene una cafetería en la planta baja atendida por camareros buenorros, sino que el resto de la librería es un placer en sí misma: una colección interesante, libros agrupados por temas y no por idiomas -puedes encontrarte mezclados en la misma estantería libros en alemán, español o portugués-, un patio interno amplio y espacioso, un trozo de capilla utilizado ahora como sección infantil y una sala de lectura luminosa, acogedora y bien surtida. Una librería en la que te parece estar en Estocolmo, Berlín o Londres en vez de Madrid.

Con los libros me pasa como con los hombres: me gustan casi todos. He comprado cinco y me hubiera gustado llevarme muchos más. Pero sé que muy difícilmente los habré leído todos cuando acabe 2016. Al fin y al cabo, en mi casa tengo libros aún por leer comprados en 1998. ¡No tengo tiempo para tantos!

Fue precisamente en la sala de lectura donde tuve mi revelación. Un hombre ya mayor y muy elegante leía pausadamente, cómodo, tranquilo, sin interrupciones. Sin tener un móvil sobre la mesa.

Soy un fanático de todo lo que contenta internet. Estoy siempre pendiente del móvil o del ordenador. Y como consecuencia, ya no soy capaz de estar leyendo sin parar cada diez minutos a mirar Facebook, Grindr o WhatsApp. He perdido por completo mi capacidad para estar a solas con mi libro.

Y una vida sin libros es una vida desaprovechada.

Así que he aquí mi propósito difícil, tal vez imposible, de cumplir para este año: las Tardes Sin Conexión. Esta es la idea: una tarde a la semana, desde después de comer hasta la hora de la cena (pongamos de 16:00 a 20:00, en mi casa cenamos temprano), apagar el móvil, quitar la televisión, alejarme del ordenador y dedicarme sencillamente a leer, a estar conmigo mismo y no preocuparme de nada más.

¿Seré capaz de conseguirlo?

Probablemente no.

Pero ahí queda el propósito. Bonito es, no me digáis que no...

Precisamente, uno de los libros que he comprado esta mañana en La Central

En otro orden de cosas, por supuesto, ¡Feliz año a todos!






4 comentarios:

Alex dijo...

Ufff! Suena díficil de cumplir, pero ánimos!

Christian Ingebrethsen dijo...

Huy, pues tengo que ir a esa librería algún día.

Ánimo con tu propósito, has pasado de no querer invadir Polonia a querer invadir Malta pero seguro que lo consigues.

PasaElMocho dijo...

¿Dónde está la sala de Lectura en La Central?

Sufur dijo...

Arriba, junto a la linterna de la cúpula de la ex capilla

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