abril 27, 2016

Cosas que no aprenderás en la Wikipedia: Educando Al Populacho

Siempre se dice que hay que tener amigos hasta en el infierno, y con razón. No existiendo el Infierno como ente ni físico ni probablemente teológico –Ratzinger lo dejó reducido a un "estado mental"–, lo mejor es tener amigos en el museo. Se aprenden cosas.

El muy británico amigo conservador de museo del osezno nos contó la siguiente historia: el museo Victoria & Albert de Londres fue el primero del mundo en tener un restaurante y cafetería públicos. Formaba parte del programa emprendido por la reina Victoria y su marido, el príncipe Alberto, para elevar culturalmente a las masas plebeyas del Imperio. Se trataba de un objetivo desinteresadamente interesado: allá por los años cincuenta del siglo XIX, el poderío económico en Europa se estaba desplazando desde la cuna de la Revolución Industrial hacia las llanuras prusianas, y eso era algo que debía evitarse a toda costa. Los consejeros de la Reina identificaron como causa de la naciente pujanza comercial de lo que hoy llamamos Alemania a la existencia de una floreciente mediana burguesía consumista. Se decidió que Inglaterra tenía que tener también esa cosa llamada Clase Media. Para lo cual era necesario elevar al populacho por encima de sus ramplones instintos.

Se abrieron museos de "artes menores" para inspirar a la gentuza, y como al pueblo se le conquista mejor con la panza llena se dotaron dichos museos de cafeterías donde poder tomar un té con pastas, como la gente de bien.

La cafetería del Victoria & Albert cuenta con tres salas principales: una grande y profusamente decorada con vidrieras y estucos dorados repletos de alegorías, y dos laterales más pequeñas, una cubierta de frescos y la otra con una decoración austera y fría. Las tres salas fueron separadas por clases, como dicta el sistema de castas inglés: una cafetería de primera clase, una de segunda y finalmente una de tercera clase (working class, eso lo dice todo). Adivinen qué sala era para cada clase.

Salón de tercera
Salón de segunda
Salón de primera

En efecto: la lógica inglesa, que no es la española (y por eso a ellos les va mejor que a nosotros) dicta que la sala lujoso-hortera ha de ser la de Tercera Clase, mientras que los lords y sus ladies tomaban el té y los scones en la sala oscura y sin apenas decoración.

¿Y por qué había de ser así? Porque a las clases obreras había que inspirarlas y hacerlas querer algo mejor a través del esfuerzo, el estudio y el trabajo. A los nobles no había que inspirarles a nada, sólo había que servirles el té.

Todo esto dice un montón acerca de la mentalidad anglosajona. Que sea algo bueno o malo, aún no lo tengo muy claro. Pero desde luego, dice mucho.




2 comentarios:

Alex dijo...

Creo que sólo he ido al V&A dos veces y en ambas he salido medio decepcionado de las exhibiciones: la primera vez pagué y no valió las 8 pounds. Lo que más me gusta del museo es el edificio en sí.
Mis favoritos en Londres son el de Historia Natural y la National Gallery.

Christian Ingebrethsen dijo...

Me parece una anécdota muy curiosa y creo que es muy inspirador como distribuyeron las tres cafeterías.

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