julio 28, 2016

París bien vale un Termalgín

Mi suegro, el señor padre del osezo, se proclama afrancesado. Me cae bien ese señor, y no lo digo por peloteo: pensamos muy parecido en casi todo, incluyendo nuestra pena porque nuestros antepasados expulsaran tan rápidamente a Napoleón de estas tierras. Otro gallo nos cantaría, si siguiéramos siendo terreno felizmente conquistado por la Francia imperial.

A lo que íbamos: mi señor suegro es un afrancesado, pero nunca había estado en Francia. Y por eso para su septuagésimo cumpleaños sus hijos -naturales y políticos- le regalamos un viaje de tres noches a París. Más exactamente, se lo regalamos a él, a su mujer y nos lo autoregalamos a nosotros mismos en calidad de guías o, como se dice en la misma París según Google Translator, sherpas

Llegó el día del viaje, ¡en plena final de la Eurocopa!, y sólo había un pequeño contratiempo: yo andaba con fiebre y un dolor de garganta del recopón bendito. A punto estuve de quedarme en casa y dejar que el osezno se fuera a solas con sus padres y su hermano. 

Eso habría supuesto perderme Montmartre, el Louvre, toneladas de queso y, lo que es peor, las diez millones de fotos que tenía planeado hacer.

Y que al final solo fueron dos mil.

Evidentemente.

































3 comentarios:

Nils dijo...

me rechifla comprobar, una vez más, cómo eres capaz de ver detalles, esquinas, pequeñeces... que pasan desapercibidas y que si no fuera por tus fotos, ni veríamos.

starfighter dijo...

Me encantan tus fotos por los detalles que, como dice Nils, siempre nos estás descubriendo. Que maravilla.

Christian Ingebrethsen dijo...

Suscribo lo ya dicho por Nils, si quisieras podrías ganarte la vida como fotógrafo.

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