¡Albricias! Ya pensé que este año no íbamos a tener verano.
El verano santanderino es más bien corto. El año pasado, si no recuerdo mal, cayó en miércoles. Este año ha venido un poco adelantado, un 29 de julio. Es algo bastante poco usual, ya que la tradición y las buenas costumbres mandan que durante las entrañables fiestas de Santiago, semana grande de la ciudad, llueva todos los días, dando motivo de conversación a todo el gremio de la hostelería durante el siguiente año. Pues no, esta vez no ha sido posible cumplir la semana de precipitaciones de un tirón, colándose ya a finales de la semana grande todo el verano.
Ha sido un verano largo. Comenzó el viernes al anochecer, obligándome a volver a casa dando un agradable paseo en vez de correr al autobús, y se prolongó todo el día de ayer, cosa que aproveché no poniendo el pie en casa. Hacía bueno, había luz, las calles estaban llenas de música y gente, y por un día no tuve ganas de matar a nadie.
Fue bonito mientras duró. Hoy ya ha entrado el otoño, con sus lluvias y sus entrañables tentaciones de suicidio.
Menos mal que me quedan el recuerdo del verano de ayer y, más importante aún, las imágenes (literalmente, cinco mil ochocientas) de los diez días que pasé en Creta a finales de junio. ¡Con eso tengo para ir tirando unos meses!
1 comentario:
Se ve excelente la playa, qué bonito mar en Creta!
Será que Santander necesita más calentamiento global?
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