A este ritmo de publicación, se iba a llegar septiembre sin compartir algunas de las fotos que hice durante el viaje a Grecia de finales de junio. No está mal: dos meses de retraso. Hay una justificación que va más allá de mi pereza y la acuciante falta de ideas a la hora de publicar que me aqueja últimamente, y esa justificación es el volumen: hice unos ochenta Gb de fotos (más de siete mil en formato RAW) y se tarda un poco en procesar toda esa información.
Por una vez, fuimos a Creta acompañados. El
osezno se adelantó una semana para poder disfrutar de su isla a solas, y después nos unimos dos amigos y un servidor para disfrutar de diez días más. No fue nada difícil encajar los dos grupos de amigos –cretenses y cántabros– ya que el carácter abierto de los primeros supera con creces la reserva de los segundos, al menos jugando en casa. Además uno de nuestros amigos conduce, por lo que pudimos abusar de él, alquilar un coche y movernos un poco más allá de nuestro circuito habitual. Estuvimos en
Sfakia, que ya conocíamos, y un poco más en el interior en
Anópoli y la garganta de
Aradena, donde no habíamos estado antes. Visitamos el monasterio ortodoxo de
Agia Triada Tsangarolon, con sus cuidados jardines y los olivares que lo rodean, y también nos acercamos a la playa de
Elafonisi, otro de los grandes clásicos. Otro día nuestros amigos se fueron por su cuenta a ver el museo arqueológico de Herakleion y las no-ruinas de Knossos, mientras que el
osezno y yo nos quedábamos tan ricamente en la tranquila playa de Stavros (donde se desarrolla la película de
Mihalis Kakogiannis Zorba el Griego, basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis). Pero por supuesto la mayor parte del tiempo la pasamos en La Canea (Χανιά), la mayor parte del tiempo sentados en alguna de las terrazas frente al puerto veneciano o poniéndonos tibios con la cocina local o el aguardiente cretense τσικουδιά. Fue un viaje memorable, del que por fuerza solo voy a dejar aquí un minúsculo porcentaje de fotos.
Empezamos por tres vistas del puerto veneciano de La Canea:
Y unos pocos detalles de la ciudad:
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Los gatos son los auténticos amos de la ciudad |
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El atardecer desde la terraza de la casa de una de nuestras amigas |
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Café griego |
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Ξεροτήγανα, un dulce típico |
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Las callejuelas detrás del puerto |
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Un paisano |
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Esta foto es para que no se pueda decir que en Creta nunca está nublado. Aquella noche cayó una interesante tormenta de verano |
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La terraza de la cafetería Θεά |
Del monasterio de Agia Triada:
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Viñedos y olivares, Mediterráneo en estado puro |
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En Grecia se considera algo de muy malos modales fotografiar a curas. Soy una mala persona |
La playa de Stavros, a pocos kilómetros del monasterio:
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No es la playa más bonita de la isla, pero tiene la ventaja de atraer sobre todo a locales |
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El color de las rocas cretenses ofrece contrastes espectalares contra el cielo y el mar |
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La taberna playera, que aquí llamamos chiringuito, es otra de las señas de identidad griega |
Y bajamos al sur:
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El pueblo de Χώρα Σφακίων (Hora Sfakion), puerta de entrada a la región de Sfakia |
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Una sfakiani pita (Σφακιανή Πίτα), postre típico hecho con queso myzithra, harina, aceite, τσικουδιά, miel y, en ocasiones, hierbas aromáticas |
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La cabra es uno de los habitantes más mutritivos y deliciosos de la isla |
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En Sfakia es costumbre pegar tiros a cosas, y en ocasiones a gente, para matar el tiempo |
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La playa de Agua Dulce (Γλυκά νερά) está pegada a una ladera casi vertical. Un río subterráneo de aguas gélidas sale al mar pocos metros bajo la playa, haciendo que el sitio no sea apto para frioleros (como yo) |
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Las aguas casi ridículamente transparentes de Loutro |
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Más que flotar, las barcas parecen levitar |
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En el sur de la isla el terreno cae desde los casi seiscientos metros de altitud al nivel del mar de forma abrupta |
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El tomillo cretense da flores blancas, amarillas o violetas |
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Playa y castillo de Frangokástelo (Φραγκοκάστελλο) |
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Elafonisi. Evidentemente |
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Los locales no van casi nunca a esta playa. Cosideran que "está siempre petada de gente". Compárese con las playas españolas... |
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Los montes cretenses desde la meseta donde está Anópoli |
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Mas agujeros de bala |
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Aunque haya que subir el último trecho a pie, merece la pena. Las vistas desde la vieja iglesia de Agia Katerini cortan el aliento |
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Sin que sirva de precedente, un servidor |
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EL pueblo de Loutro, visto desde 700 metros de altitud |
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Desde allí arriba casi casi se ve hasta Sigüenza |
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El pueblo abandonado de Aradena. Se tuvieron que marchar todos antes de que se terminaran de matar unos a otros a golpe de escopetazo |
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El famoso puente metálico sobre el desfiladero de Aradena, que suena como si se fuera a caer cada vez que lo pisas |
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La garganta |
Y finalemente volvemos a La Canea, a despedirnos melancólicamente:
2 comentarios:
¡Quedé impresionado por la transparencia del agua! ¡Fantástico! ¡Con las ganas que tengo de ir al mar!
Impresionante también el desfiladero. No sé si me animaría a cruzar ese puente.
Qué bueno, finalmente ver una foto tuya!
Saludos!
Im-presionante. Ahora entiendo que tardes tanto en cargar las fotos, son maravillosas.
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