Mi propósito es único: Yo uso las palabras sólo para crear espacios de silencio. Las palabras no son importantes, por lo tanto puedo decir cualquier cosa contradictoria, cualquier cosa absurda, cualquier cosa aislada, porque mi propósito es crear espacios. Las palabras son secundarias; lo primario es el silencio que hay entre estas palabras. Éste es sólo un recurso para darte un vislumbre de la meditación. Y una vez que sabes que tienes esa posibilidad, habrás viajado lejos en la dirección de tu propio ser.
Este estúpido párrafo podría parecer una declaración de principios de mi propio blog (o peor aún, del de Moonstar), pero no: se trata de una de las infumables perlas de sabiduría de Osho que nos entregaron, junto con la túnica roja y el pase de meditación, al osezno y a mí la noche que pasamos en el Resort de Meditación Osho de Pune. El motivo por el que decidimos alojarnos en tan pintoresco lugar es largo de contar; baste decir que durante unas cuantas horas nos vestimos de mamarrachos, nos mezclamos entre los peregrinos guays que dedican sus vacaciones para buscar la iluminación lejos de Wall Street y nos movimos por los jardines de las prístinas instalaciones del mayor negocio sacaperras de toda Pune.
Osho fue un gran maestro espiritual, como prueban los más de noventa Rolls Royce que manejó en vida y la profunda amistad que le unió durante años al óxido nitroso. Su exitoso y boyante ashram atrae sobre todo a occidentales de nivel económico alto desesperados por alistarse en nuevas modas espirituales. En eso se diferencia de la gran mayoría de templos, cultos, ashrams y centros de meditación que hay en la India, cuya clientela es mayormente local. Porque si hay algo que defina a la India, en toda su extensión y diversidad, eso es la religiosidad de sus habitantes.
La religión impregna todos los aspectos de la vida en la India. Especialmente en el estado de Tamil Nadu, que es como la reserva espiritual del hinduísmo, los dioses brahmánicos aparecen hasta en la sopa: en los mil templos que llenan todos los rincones de las ciudades, en cientos de festivales y procesiones recorriendo las calles, en series de televisión específicamente dedicadas a narrar historias mitológicas, en el folclore, en la música popular, en las costumbres y hasta en anuncios y vallas publicitarias ("¡compre los yogures del Pequeño Krishna!"). Familias enteras peregrinan en cualquier época del año desde los puntos más remotos del país para visitar los grandes templos de la religión. Por todas partes se puede ver a hombres y mujeres con la cabeza ungida por distintos tipos de cenizas sagradas, rojas, blancas, grises, con formas de lágrimas, líneas verticales u horizontales, marcas específicas de los distintos dioses cuyo significado se me escapa por completo.
Los templos son el centro de la vida urbana. No sólo son el núcleo espiritual, sino también el escenario de la vida social y un foco importantísimo de actividad económica. La gente se reúne en los grandes espacios públicos de los templos para charlar, negociar, descansar o simplemente pasar las horas muertas. A ciertas horas del día, los pasillos del típico templo hindú recuerdan a la sección de Oportunidades de El Corte Inglés en plena temporada de rebajas. Y no sólo por la cantidad de gente llenando todos los rincones, sino también por el volumen de mercaderías expuestas.
Los templos son dignos de verse. Pensad en un pacífico lugar de recogimiento, lleno de silencio, armonía, líneas sencillas y puras, formas sutiles, colores tenues y espacios amplios, prístinos, etéreos. Pues bien: un templo hindú es exactamente todo lo contrario. En materia de decoración, los hindúes tienen el mismo buen gusto y el mismo comedimiento que una urraca histérica:
El hinduísmo sabe lo que se hace. No es vano es posiblemente la religión más antigua del mundo: más de cinco mil años en el negocio de inventarse amigos imaginarios para la humanidad. Lo han inventado casi todo: la Santísima Trinidad, sin ir más lejos, no deja de ser una mala copia de la trimurti (Brahma, Vishnú y Shiva, tanto monta, monta tanto).
Confieso que el hinduísmo parece entretenido: debe ser difícil aburrirse con una religión con diez mil dioses, demonios, espíritus, héroes, santos y profetas. Comparando las dos grandes religiones politeístas del mundo -el hinduísmo y el catolicismo-, es que no hay color. Comparen ustedes mismos:
Consciente del menor atractivo inherente de su producto, el Vaticano está haciendo lo posible por atraer nuevos compradores en el subcontinente indio. Durante mi visita pude leer en un periódico local que el arzobispado acababa de editar una nueva traducción al hindi de la Biblia con los textos del Antiguo y Nuevo Testamentos comentados con referencias a los vedas, intentado dotar al cristinanismo de un halo de respetabilidad índica y de antigüedad de la que carece. No contentas con eso, las iglesias católicas del sur de la India copian el estilo fosforescente de los templos dravídicos, con cristos rodeados de neones sobre cielos acrílicos con estrellas de purpurina y vírgenes pintadas como puertas.
Precisamente me viene a la mente un anuncio de televisión emitido durante las fechas de mi viaje, parte de la campaña promocional de la Iglesia Católica:
En este sentido el Islam, otra de las religiones que infecta el tejido social de la India, no exhibe ningún tipo de contradicción: al margen del conocido viejo timo del Paraíso y las cuarenta vírgenes, ellos nunca han hecho el menor esfuerzo por parecer simpáticos.
Shivitas, vishnuístas, sáktistas, advaítas, animistas, jainistas, sikhs, chiítas, católicos, anglicanos, adventistas, zoroastrianos, aurobindianos, oshistas, espiritistas, budistas, presbiterianos, suníes, gnósticos, hare krishna, zennistas, cienciólogos: en la India hay sitio para todos. Elige la superstición que más te guste. La Madre te lo ordena.
Los templos son dignos de verse. Pensad en un pacífico lugar de recogimiento, lleno de silencio, armonía, líneas sencillas y puras, formas sutiles, colores tenues y espacios amplios, prístinos, etéreos. Pues bien: un templo hindú es exactamente todo lo contrario. En materia de decoración, los hindúes tienen el mismo buen gusto y el mismo comedimiento que una urraca histérica:
El hinduísmo sabe lo que se hace. No es vano es posiblemente la religión más antigua del mundo: más de cinco mil años en el negocio de inventarse amigos imaginarios para la humanidad. Lo han inventado casi todo: la Santísima Trinidad, sin ir más lejos, no deja de ser una mala copia de la trimurti (Brahma, Vishnú y Shiva, tanto monta, monta tanto).
Confieso que el hinduísmo parece entretenido: debe ser difícil aburrirse con una religión con diez mil dioses, demonios, espíritus, héroes, santos y profetas. Comparando las dos grandes religiones politeístas del mundo -el hinduísmo y el catolicismo-, es que no hay color. Comparen ustedes mismos:
Consciente del menor atractivo inherente de su producto, el Vaticano está haciendo lo posible por atraer nuevos compradores en el subcontinente indio. Durante mi visita pude leer en un periódico local que el arzobispado acababa de editar una nueva traducción al hindi de la Biblia con los textos del Antiguo y Nuevo Testamentos comentados con referencias a los vedas, intentado dotar al cristinanismo de un halo de respetabilidad índica y de antigüedad de la que carece. No contentas con eso, las iglesias católicas del sur de la India copian el estilo fosforescente de los templos dravídicos, con cristos rodeados de neones sobre cielos acrílicos con estrellas de purpurina y vírgenes pintadas como puertas.
Precisamente me viene a la mente un anuncio de televisión emitido durante las fechas de mi viaje, parte de la campaña promocional de la Iglesia Católica:
Una escultura de la virgen, pequeñita, de colores chillones y con los labios pintados, con un cierto aspecto de muñeca chochona de feria, se encuentra sobre un pedestal, rodeada de una luz inefable (tonos violeta), en el centro de la habitación. A su izquierda, algo alejada, se halla una familia india de aspecto triste. La madre de familia, lentamente al principio y luego de forma más decidida, se pasa al otro lado, a la derecha de la virgen, donde un foco de luz purísima (amarillo dorado) la ilumina desde lo alto. Poco a poco, va convenciendo al resto de la familia para pasarse al lado de la luz. Pero una serie de desgracias se ciernen sobre la familia. A la hija mayor, mismamente, su marido la repudia. Pero el poder de la Virgen es más fuerte: unos rayos milagrosos (color azul) surgen de sus ojos, bañando a la pobre chica en beatitud mirífica, y transforman el dolor en éxtasis místico. Tales son los serenos beneficios de la Intercesión Mariana.Claro está que no todo es alegría en la viña del Señor. ¿De qué sirve una religión si no puede inspirar un poco de sano miedo en los creyentes? A los católicos se les ve el plumero con facilidad y pronto encontramos una iglesia donde el principal reclamo turístico eran las fotos murales a todo color de los estigmas sanguinolentos de cierta aspirante a santa...
En este sentido el Islam, otra de las religiones que infecta el tejido social de la India, no exhibe ningún tipo de contradicción: al margen del conocido viejo timo del Paraíso y las cuarenta vírgenes, ellos nunca han hecho el menor esfuerzo por parecer simpáticos.
Shivitas, vishnuístas, sáktistas, advaítas, animistas, jainistas, sikhs, chiítas, católicos, anglicanos, adventistas, zoroastrianos, aurobindianos, oshistas, espiritistas, budistas, presbiterianos, suníes, gnósticos, hare krishna, zennistas, cienciólogos: en la India hay sitio para todos. Elige la superstición que más te guste. La Madre te lo ordena.
3 comentarios:
Con la comparación entre ellos y la urraca me he muerto de risa.
No me importaría dejarme caer por un templo como el que visitasteis y vestirme de mamarracha, eso sí, si va acompañado de largas sesiones de masaje (que el cuerpo también importa, y uno relajado, digo yo, meditará más que uno hecho polvo) y spa y todas esas cosas mundanas...
Lo de las luces de neón de la iglesia católica me recuerda cuando fuimos a Egipto, que algunas iglesias en lugar de templos parecían "casas de citas", ejem.
Un beso!
A mi tanta espiritualidad me toca los webos, francamente... NO dejo de pensar la cantidad de espiritus puros que al llegar el momento de partir al otro mundo se van a llevar una sorpresa... Y es que el cielo está ya lleno con tantos dioses como en el mundo hay.
La religion está bien cuando trata de que la sociedad sea mejor en su conjunto, pero en la India donde sobrevive un sistema de castas tan rígido y de raiz tan religiosa, que se metan su espiritualidad donde les quepa. Toda religión es una filfa por muy mona que te la presenteten. Eso si, las tunicas azafran deben de quedar divinas y favorecen un huevo... jajaja
Bezos.
Que interesante, me encanta tu verborrea... Chico como eres les has puesto a caer de un burro en un momento!... Hombre un poco sobrecargadas si que se ven algunas fotos, que me recuerda a Fallas... Pero bueno por lo menos ellos tienen más falos en sus imagenes que nosotros en las nuestras, cachis!
Me encanta la foto del botellón!
Besos. Alber
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