septiembre 11, 2008

Sufur de la India (VI): El Día de la Pérdida de Sangre

Dice mi amiga R. que uno de los signos inconfundibles de la vejez es el hablar de cacas. Llega un momento en la vida de cada uno en el que ir al baño sin incidencias de ningún tipo se convierte en una proeza: no es de extrañar que la forma, color, consistencia y cantidad de las propias deposiciones se vuelva tema recurrente con el que los vejetes amenizan a familiares, amigos y desconocidos en la parada del autobús por igual.

Fui consciente de la terrible exactitud de sus palabras precisamente el día de mi trigésimo cuarto cumpleaños. Estábamos a la sazón en una de las extravagantemente confortables habitaciones-chalet del Spice Village de Periyar. Aquel día nos esperaban un safari en jeep y un trekking de varias horas para ver vida salvaje en la reserva, así que me levanté temprano para poder realizar a gusto ciertos pequeños rituales higiénicos de cada día, esos que suelen implicar el uso de un mueble cerámico generalmente de color blanco. Para mi disgusto, al terminar observé que había manchado de sangre todo el interior del mueble en cuestión.

No debería ser ninguna vergüenza admitir que uno padece hemorroides; al fin y al cabo es un mal mucho más extendido de lo que a primera vista podría parecer. Lo que ocurre es que solemos padecerlas en silencio, como en el anuncio. Las mías son de esas que habitualmente no duelen, pero de vez en cuando se hacen notar con sangrados alarmantemente copiosos. Mis hemorroides forman parte de ese cúmulo de circunstancias que hacen que practique uno de mis hobbies favoritos con bastante menor frecuencia de la que yo quisiera. La explicación más sencilla al ataque de aquel día sería la exposición continua y prolongada a la comida especiada de la India, pero yo tiendo a pensar que tuvo más que ver con las caminatas y el largo paseo a lomos de elefante del día anterior. En cualquier caso, el día empezó francamente mal.

Salimos al exterior. La reserva de vida salvaje de Periyar se extiende entre las faldas boscosas de los Western Ghats del estado sureño de Kerala: un paisaje lujuriante de lagos, bosques y plantaciones de té y especias cuyo esplendor quedaba un tanto empañado, a mi juicio, por la incesante lluvia del monzón.


Nuestro guía (bastante merendable, por cierto) nos iba deteniendo cada cierto tiempo para mostrarnos animales salvajes. Claro que entre la natural timidez de los bichos y el tiempo de perros, resultaba un poco difícil ver algo. Aquí por ejemplo podemos ver un majestuoso gamo que ríase usted del padre de Bambi:


Sólo ligeramente más cercanos pudimos entrever entre las ramas ejemplares de la ardilla gigante de Periyar (del tamaño de un gato doméstico) o el mono langur, aunque realmente sólo a través del teleobjetivo de mi cámara pudimos tener una idea de cuál era su aspecto.


Podría parecer que los animales huyeron de nosotros como de la peste. Pues no: todo lo contrario. Vimos cientos de simpáticos animalitos intentando acercarse a nosotros. Concretamente, de la especie hirudo medicinalis:


Las sanguijuelas estaban por todas partes: en el suelo, en los troncos de los árboles, en la hierba, en el follaje. Al poco tiempo estaban también en nuestras botas y trepaban por nuestros pantalones. A pesar de que íbamos forrados (los guías nos habían dado una especie de calcetines que llegaban hasta por encima de la rodilla) al final consiguieron encontrar huecos y morder carne. A todo esto, mientras que los turistones íbamos vestidos de esquimales y agobiados a cada paso, los guías se movían todo despreocupados por la jungla en pantalón corto y sandalias. Las sanguijuelas se les iban pegando a las piernas como flecos, pero los nativos ni se inmutaban: simplemente se paraban cada pocos kilómetros a quitárselas tranquilamente con un puñado de sal. A todo se acostumbra uno.

Así pues continuó la pérdida de sangre. Dos sanguijuelas del tamaño de morcillas de Burgos -qué buena metáfora, por cierto- me picaron en la rabadilla y otra se me coló entre los pantalones. Cuando me quise dar cuenta, tenía toda la ropa interior bañada en sangre. El siguiente fotograma inmortaliza el momento en el que la sangre empezó a filtrarse a los pantalones...


Pero la peor parte se la llevó el osezno. Él no puede evitarlo: está tan rico por dentro como por fuera. Todas las alimañas -yo incluído- nos lo disputamos. Tuve que arrancarle sanguijuelas hasta de la barba: por poco se lo comen vivo. Y hubo que tirar directamente a la basura parte de su ropa al llegar al hotel.

Y después de esto podría pensarse: pues vaya birria de cumpleaños. Para nada. Lo cierto es que me lo pasé bastante bien a pesar de todo. Por no hablar del tremendo masaje ayurvédico con aceites aromáticos que me pegó un habilidoso chulazo por la tarde y de la opípara cenorra con la que terminamos el día...


5 comentarios:

Nils dijo...

las sanguijuelas son los bichos que más asco me dan en este mundo.

Sufur dijo...

Huy, pues a mí también me dan asco, pero nada comparado con el yuyu que me dan ciertos mamíferos, játe tú.

gaysinley dijo...

Bueno, lo primerito de todo, FELICIDADES superatrasadas, tu cumple y yo sin saberlo!

Respecto al post, de repente se me han quitado las ganas de ir a la India, a mi se me sube una sanguijuela encima y llego a Madrid dando saltos... me dan mucho asco!

Joer que oportuna también la sanguijuela, claro si es que no son tontas!... jajaja... me ha encantado que compartas este tipo de intimidades, así como las redactas tú de bien con nosotros... que forma más fina y a la vez elegante de hablar de las hemorroides!

Besos y tirón de orejas!. Alber

Thiago dijo...

Bueno, cari, un post muy valiente, pq confesar que tienes unas hemorroides (¿almorranas?) tan sangrantes es la polla. Haztelo mirar, de todas formas. Hay cosas.

Tienes razon en lo de los abueletes. El mio siempre estaba contando que si hoy era suelto o si estreñido... pobriño!

Eso si, tu post destila amor a tu osezno, y aunque a mi particularment no me chistas los osos (eso me salva de ser catalogado como sanguijuela) el que tu lo veas tan deseable a cualquier especia animal me ha dado ternura....

En fin, Bezos y a por ellas, que son pocas aunque jodidas... jajaja

BIRA dijo...

Felicidades atrasadas... por el cumple!

La forma de celebrarlo, y en eso estaremos de acuerdo, ha sido cuanto menos, diferente, no?

Lo de ver animales con la lluvia cayendo constantemente es una tarea ardua, complicada y casi misión imposible. Y es que ellos, que no son tontos, también pretenden resguardarse de ella.

El tema hemorroides, pues mira, hombre, al menos puedes decir que tú no las sufres en silencio! Gracias a dior no las padezco pero he oído varias veces un remedio que dicen infalible (palabrita del niño jesús): poner una castaña pilonga (de esas bravas, que no se comen) en el cajón de tu mesita de noche.

Prueba. Eso daño desde luego no te va a hacer. Y si resulta, pues ná... para el próximo cumple me invitas. Eso sí, sin sanguijuelas, porque me dan un asco que no he podido sino compadeceros mientras iba avanzando en el post (hasta me he sentido mal quejándome de los mosquitos... angelitos).

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