Si alguna vez me preguntaran cuál es la idea más brillante de la historia, el pensamiento más bello, revolucionario y revelador de todos, el descubrimiento más apabullantemente genial, daría una respuesta clara y sin dudarlo un solo instante:
La selección natural de Darwin.
No tanto su teoría de la evolución, porque ese concepto ya estaba presente en otros pensadores anteriores a Darwin, y porque la teoría de la evolución se ha ido refinando mucho desde el siglo XIX, sino el propio mecanismo de la selección natural que da forma concreta al proceso. Como físico que soy, me toca un poco el chovinismo profesional afirmar que la idea más brillante de todos los tiempos provenga de un biólogo, pero no voy a dejar que una cosa tan tonta como el orgullo profesional me impida reconocer la absoluta grandeza de la idea y del hombre que la produjo.
La selección natural es uno de esos procesos elegantemente simples (una vez que uno los ha entendido) de los que hablaba hace unos días, que permiten pasar de forma natural de la relativa simplicidad un puñado de bichejos unicelulares en un charco hace tres mil quinientos millones de años a la complejidad de los pavos reales, la selva del Amazonas o el cerebro humano -e, incidentalmente, las sonatas de Mozart-, sin tener que recurrir a la magia de Gandalf o ningún otro ser ficticio y sin violar la segunda ley de la termodinámica: lo que Richard Dawkins llama "escalar el monte improbable". Una sola y bella idea que permite entender la maravillosa diversidad de lo que nos rodea sin recurrir al pensamiento mágico-mitológico.
Pero va más allá. No sólo nos permite entender mejor el mundo en el que vivimos, sino que establece un cordón umbilical entre el ser humano y el resto de los seres vivos. No somos criaturas especiales predestinadas, separadas del resto del universo, sino que estamos emparentados con el resto de ramas del árbol evolutivo. Darwin completó la revolución copernicana sacándonos del engañoso ombligo del mundo en el que nos creíamos y colocándonos en la perspectiva adecuada para entendernos a nosotros mismos en relación a lo que nos rodea.
Darwin, gigante entre los gigantes del pensamiento humano, es sin embargo un relativo desconocido. Resulta increíble que, doscientos años después de su nacimiento, tres cuartas partes de la humanidad sigan desconociendo su obra o simplemente negándola por motivos religiosos. O tal vez no sea tan increíble: comprendo, pero no respeto, la reticencia de muchos a abandonar la idea de ser el diseño perfecto y acabado de un ser supremo. Idea que, por otra parte, deja en bastante mal lugar a dicho hipotético ser supremo, si nos atenemos a los pobres resultados de su trabajo.
En 2009 se cumplen doscientos años del nacimiento de Darwin y ciento cincuenta de la publicación de "El Origen de las Especies". Con motivo del doble aniversario están programados diversos actos y celebraciones en todo el mundo, sobre todo en Inglaterra, que esperemos contribuyan a fomentar la reflexión y a difundir la cultura científica, tan de capa caída últimamente.
El otro aniversario del año, desde mi perspectiva, nos lleva un poco más atrás en el tiempo. Hace cuatrocientos años que Galileo apuntó su telescopio por primera vez al cielo, lo que le permitió observar los cráteres lunares, descubrir los anillos de Saturno, las lunas principales de Júpiter y las fases de Venus.
Galileo fue, en mi opinión, el segundo gran gigante del pensamiento humano: verdadero hombre del Renacimiento, astrónomo, filósofo, literato, matemático, ingeniero, físico, padre de la ciencia moderna, mártir del pensamiento racional. Fue precursor en casi todo: sentó las bases del método científico, fue uno de los primeros en matematizar la física, aplicó por primera vez el experimento mental como forma de buscar inconsistencias en sus teorías, formuló el primer principio de relatividad en la Física, postuló que la luz debía tener una velocidad finita, sentó las bases de la mecánica de fluidos, señaló paradojas matemáticas que tardaron doscientos cincuenta años en resolverse, sacó la tecnología del reino de la artesanía para convertirla en ciencia y, lo que nos interesa aquí, prácticamente inventó de la nada la Astronomía moderna.
En su honor y conmemorando el cuarto centenario de su telescopio, la UNESCO ha declarado 2009 como Año Internacional de la Astronomía. Eso tiene dos consecuencias: 1) que hay un montón de actividades interesantes programadas -en algunas de las cuales estaré involucrado yo- en institutos, universidades, centros de investigación y planetarios de las principales ciudades y 2) que daré bastante la brasa con la Astronomía durante este año.
"Conócete a tí mismo", rezaba el frontispicio del templo de Delfos. La búsqueda de la felicidad humana parte de esta máxima. Es necesario conocernos a nosotros mismos y en relación al universo que nos rodea. Galileo y Darwin pusieron bloques fundamentales en los cimientos del verdadero conocimiento del ser humano. Sólo comprendiendo nuestro lugar en un Universo enorme, hermoso y complejo, en permanente evolución, podemos apreciar verdaderamente el milagro de la existencia, uno de los requisitos fundamentales para tener una vida plena. Que este año de aniversarios nos sirva para recordarlo.
La selección natural de Darwin.
No tanto su teoría de la evolución, porque ese concepto ya estaba presente en otros pensadores anteriores a Darwin, y porque la teoría de la evolución se ha ido refinando mucho desde el siglo XIX, sino el propio mecanismo de la selección natural que da forma concreta al proceso. Como físico que soy, me toca un poco el chovinismo profesional afirmar que la idea más brillante de todos los tiempos provenga de un biólogo, pero no voy a dejar que una cosa tan tonta como el orgullo profesional me impida reconocer la absoluta grandeza de la idea y del hombre que la produjo.
La selección natural es uno de esos procesos elegantemente simples (una vez que uno los ha entendido) de los que hablaba hace unos días, que permiten pasar de forma natural de la relativa simplicidad un puñado de bichejos unicelulares en un charco hace tres mil quinientos millones de años a la complejidad de los pavos reales, la selva del Amazonas o el cerebro humano -e, incidentalmente, las sonatas de Mozart-, sin tener que recurrir a la magia de Gandalf o ningún otro ser ficticio y sin violar la segunda ley de la termodinámica: lo que Richard Dawkins llama "escalar el monte improbable". Una sola y bella idea que permite entender la maravillosa diversidad de lo que nos rodea sin recurrir al pensamiento mágico-mitológico.
Pero va más allá. No sólo nos permite entender mejor el mundo en el que vivimos, sino que establece un cordón umbilical entre el ser humano y el resto de los seres vivos. No somos criaturas especiales predestinadas, separadas del resto del universo, sino que estamos emparentados con el resto de ramas del árbol evolutivo. Darwin completó la revolución copernicana sacándonos del engañoso ombligo del mundo en el que nos creíamos y colocándonos en la perspectiva adecuada para entendernos a nosotros mismos en relación a lo que nos rodea.
Darwin, gigante entre los gigantes del pensamiento humano, es sin embargo un relativo desconocido. Resulta increíble que, doscientos años después de su nacimiento, tres cuartas partes de la humanidad sigan desconociendo su obra o simplemente negándola por motivos religiosos. O tal vez no sea tan increíble: comprendo, pero no respeto, la reticencia de muchos a abandonar la idea de ser el diseño perfecto y acabado de un ser supremo. Idea que, por otra parte, deja en bastante mal lugar a dicho hipotético ser supremo, si nos atenemos a los pobres resultados de su trabajo.
En 2009 se cumplen doscientos años del nacimiento de Darwin y ciento cincuenta de la publicación de "El Origen de las Especies". Con motivo del doble aniversario están programados diversos actos y celebraciones en todo el mundo, sobre todo en Inglaterra, que esperemos contribuyan a fomentar la reflexión y a difundir la cultura científica, tan de capa caída últimamente.
El otro aniversario del año, desde mi perspectiva, nos lleva un poco más atrás en el tiempo. Hace cuatrocientos años que Galileo apuntó su telescopio por primera vez al cielo, lo que le permitió observar los cráteres lunares, descubrir los anillos de Saturno, las lunas principales de Júpiter y las fases de Venus.
Galileo fue, en mi opinión, el segundo gran gigante del pensamiento humano: verdadero hombre del Renacimiento, astrónomo, filósofo, literato, matemático, ingeniero, físico, padre de la ciencia moderna, mártir del pensamiento racional. Fue precursor en casi todo: sentó las bases del método científico, fue uno de los primeros en matematizar la física, aplicó por primera vez el experimento mental como forma de buscar inconsistencias en sus teorías, formuló el primer principio de relatividad en la Física, postuló que la luz debía tener una velocidad finita, sentó las bases de la mecánica de fluidos, señaló paradojas matemáticas que tardaron doscientos cincuenta años en resolverse, sacó la tecnología del reino de la artesanía para convertirla en ciencia y, lo que nos interesa aquí, prácticamente inventó de la nada la Astronomía moderna.
En su honor y conmemorando el cuarto centenario de su telescopio, la UNESCO ha declarado 2009 como Año Internacional de la Astronomía. Eso tiene dos consecuencias: 1) que hay un montón de actividades interesantes programadas -en algunas de las cuales estaré involucrado yo- en institutos, universidades, centros de investigación y planetarios de las principales ciudades y 2) que daré bastante la brasa con la Astronomía durante este año.
"Conócete a tí mismo", rezaba el frontispicio del templo de Delfos. La búsqueda de la felicidad humana parte de esta máxima. Es necesario conocernos a nosotros mismos y en relación al universo que nos rodea. Galileo y Darwin pusieron bloques fundamentales en los cimientos del verdadero conocimiento del ser humano. Sólo comprendiendo nuestro lugar en un Universo enorme, hermoso y complejo, en permanente evolución, podemos apreciar verdaderamente el milagro de la existencia, uno de los requisitos fundamentales para tener una vida plena. Que este año de aniversarios nos sirva para recordarlo.
13 comentarios:
Sin pretender llevarte la contraria, pues estoy de acuerdo contigo en que se trata de dos de las mayores cabezas que ha dado la historia de la humanidad y que han arrojado luz al oscurantismo de sus respectivas épocas, yo creo que el autor de la idea más genial y revolucionaria de toda la historia es Demócrito. Genial porque formular la teoría atómica en la Atenas del s.V a.C. tiene cojones, y revolucionaria porque suponía alterar de tal manera la concepción de todo lo existente que casi nadie le prestó la más mínima atención excepto Epicuro, tuvo que llegar Dalton ¡en el s.XIX! para que el mundo se fijara en lo que dijo Demócrito; ningún pensador griego tuvo una influencia tan distante en el tiempo y tan apabuyante, y si bien es cierto que la formulación de la teoría atómica tal y como la plantea Demócrito es hoy insostenible tras los descubrimientos de la física cuántica en el s.XX, hay que reconocerle que dio un paso de gigante, que se adelantó 23 siglos a su tiempo y tuvo intuiciones que ni su época ni el ambiente científico del momento propicaban, y esto no se puede decir ni de Darwin ni de Gaileo.
Demócrito era un extraterrestre, Bruto. ¿Cómo pudo hacer eso en esa época?
Yo estoy de acuerdo en lo de q Darwin y Galileo son uno monstruos d ela ciencia. Pero luego al final siempre pasa lo q pasa. Q ninguna teoría es 100% cierta. Y la d ela selección natural no va a ser menos. Como siempre los dogmas van cayendo y se abren paso nuevas investigaciones. Y a partir d eahora se oirá hablar más d ela epigenética.
Y por supuesto, estoy superafavor de q se hable más de astronomía en tu blog!!!
Sin duda dos personajes a contracorriente de su época, que se atrevieron a cuestionar las creencias del momento y que lucharon contra la superstición y la dictadura del pensamiento religioso, que tanto mal ha hecho y sigue haciendo en la actualidad.
Eppur si muove
En mi blog te espera un regalo. ¡Espero que te guste!
Besos!
Y la única reacción de la iglesia de Roma: tener excomulgado a Galileo hasta hace poco. Porque si te ven raro, te excomulgan: supongo que le verían peligroso, por pensar demasiado, y por descubrir que en el cielo, no estaba dios ni de coña.
Leyendo ésto, dan ganas de observar las estrellas con un telescopio...(una pena que casi nadie tenga telescopios para ese uso original):-)
Besotes.
Dos genios!. Como dicen por ahí adelantados a su tiempo, lo triste es que hoy en día se siga dando más credibilidad historias como ¿Adán y Eva?, en fin...
No sabía yo que el 2009, era el año de la Astronomía, con lo que me gusta... interesante!
Vaya verborrea que tienes wapo, me encanta!
Un besuco. Alber
la idea más brillante? el sexo entre hombres.
Jejej, Bruto, de gustibus non est disputandum. El de Abdera fue un genio, pero no estoy seguro que el de Abdera haya tenido una influencia apabullante... de hecho, Onfray señala en su contrahistoria de la Filosofía a Demócrito como uno de los mejores ejemplos de filósofos (injustamente) olvidados y ninguneados por la filosofía mainstream :-(
Claro que no hay teoría 100% cierta, Quijote, pero ambos sabemos muy bien -al fin y al cabo, ambos somos Científicos Locos- que es mejor tener una teoría 75% correcta que una 0% correcta, ¿verdad? Y mejor aún es tener un método para ir mejorándolas. Por cierto, ¿qué tal va tu plan para Dominar el Mundo?
Totalmente de acuerdo, Nyc.
¡Gracias, Chivy!
Ripley: lo del Vaticano es de vergüenza. Cada vez que lo pienso...
A eso de Adán y Eva me refería yo con lo de las teorías 0% correctas, GSL.
Voy a tener que darte la razón, Aran. ¿Lo ponemos en práctica? Jejeje
Sois todos unos herejes y seréis exterminados, machacados, masacrados, liofilizados y formaréis a formar parte de la gran salsa de la vida pues el Monstruo Espagueti Volador os devorará, digerirá y regurgitará para volver a digeriros. Él es el Gran Hacedor de todas las cosas y fue Él quien, con un toque de su extremidad tentacular(mitad pasta italiana y mitad pasta oriental), indujo a esos herejes a pensar de tal forma para poner a prueba la Fe en el Pastafarismo.
Todavía estáis a tiempo de convertíos y purgar vuestras mentes impías pues el tiempo de la tribulación está por venir y todos veremos al Monstruo Espaguete Volador en su excelsa majestuosidad.
Amén, hermano, amén
Yo lo de la selección natural no lo veo claro, cari.. O bueno, si. Pero la verdad es que el Darwin este, ese tuberculoso podía haberla "inventado" mejor. Lo que parece claro es que como teoría está bastante bien, pero en la práctica es un poco chapucera.. ¡¡¡¿Que solo sobreviven los mejores? Pues a ver dónde están, cari, jajaja!!!! Vaya mierda de selección no es por nada.
Y eso de la astronomía yo tampoco lo veo tan claro, sobre todo pq no tengo más que unos viejos prismáticos y el big-bang ese me coje muy a desmano y sin depilar, jajaja. Es que no me creo eso del origen del univeros. y si no creo en un dios creado, menos puedo creer en "una bola de materia muy pequeña pero muy densa" que dió origen a todo el universo...
yo creo que la selección natural solo se da en los blogs y que la astronomía está corta de vista, jajaja
Bezos.
Estupendo como siempre. Es un placer visitarte y leerte con un café por compañia.
Besos.
Lo que me ha venido a la mente leyendo tu post ha sido lo genial que tiene que ser asistir a alguna de tus clases. No digo ya a todas porque igual me paso, jeje. Pero de verdad que hablas de estas cosas de una forma en la que los no iniciados podemos llegar a entender cosas que, dichas o explicadas de otra manera, nos harían sentirnos pelín ignorantes (o ignorantes completos si fuésemos complementamente sinceros).
Cierto es que hay sectores a los que no les interesa que el Hombre no sea el centro, el ombligo, del Universo. Viven de eso. Y muy mal no les ha ido.
Me ha encantado la forma en que has ido enlazando un tema con otro hasta llegar a esa máxima de conocerse a uno mismo. Ese es el pilar del que deberíamos partir, para darnos cuenta de que ser feliz o intentarlo, está al alcance de casi todos. Claro que, como dice uno de los personajes de Quino: y si resulta que no nos gusta lo que hay adentro?
Besotes, maestro!
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