marzo 05, 2009

El lado frío de la cama

La genética, la geografía, la educación y sobre todo la red neuronal me han condicionado para ser un friolero del recopón.

La genética, porque me viene de familia: mi santa madre se pasa la mitad del tiempo muerta de frío (la otra mitad se la pasa presa de los sofocos de la menopausia) y mi señor padre es de los que duermen con gorrito de punto para que no se le constipen las meninges.

La geografía, porque soy segoviano. Contrariamente a lo que piensan los indígenas de latitudes más cálidas, provenir de un lugar de inviernos crudos no te inmuniza contra el frío, sino todo lo contrario: en mi tierra, cuando llega el mal tiempo uno sale a la calle envuelto en doce capas de abrigo, y en casa se pone la calefacción de octubre a mayo. Ya lo decían las abuelas castellanas: "hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo". El truco de vivir en un lugar frío es precisamente ese: evitar sentir el frío. Y si lo haces con el suficiente cuidado, jamás llegarás a sentirlo, y nunca te habituarás a él.

La educación, porque soy hijo único y mi madre, además de ser Santa, siempre ha sido Sobreprotectora. Si dieciocho años de tu vida siendo constantemente perseguido por una amorosa mujer que piensa que cualquier corriente de aire es una amenaza mortal contra tu vida no te hacen un poco paranoico con respecto al frío, nada lo hará.

Y finalmente la red neuronal, porque soy un neurótico -¡noticia fresca, a estas alturas!- como la copa de un pino. Cuando me emociono por algo, siento escalofríos. Cuando paladeo algún manjar exquisito -cualquier cosa dentro del rango comprendido entre los huevos fritos y los percebes-, siento escalofríos. Y cuando estoy nervioso por algo, siento escalofríos.

Recuerdo claramente la última vez que no estuve nervioso por algo. Fue antes de la Guerra de las Malvinas.

Y últimamente todo me pone nervioso. Sin ir más lejos, la otra noche perdí el sueño pensando en lo dura que tiene que ser la vida del peluquero de Zerolo.

Añadámosle a eso el hecho, ampliamente constatado por los hombres y mujeres del tiempo de todas las cadenas de televisión, de que está haciendo malísimo. Me paso el día arrecido.

Y ahí viene el problema gordo a la hora de dormir. Porque, haga lo que haga y me ponga como me ponga, a lo largo de la noche las mantas siempre, siempre se hacen una pelota y se acumulan en el lado del osezno. Lo cual es un problema para ambas partes, porque él no padece mi frigidez y se tuesta como un pollo asado todas las noches, mientras que yo me estremezco como otro pollo, uno mojado, a su lado.

A ver si aprendo a moverme menos por la noche, leñes. A ver si llega el verano. Y, sobre todo, a ver si entro en calor de una santa vez.







6 comentarios:

Nils dijo...

pues sí, hay que moverse un poco menos en la cama, que no es plan de asar al personal jajaja

starfighter dijo...

Bienvenido al club de los frioleros y de los destrozacamas. Menos mal que el mío no se despierta ni aunque tiren una bomba al lado, que si no ya estaría divorciado.

Nyc dijo...

Lo mío no tiene nombre, porque abrigo al lado vacío de la cama, ahí donde no hay nadie, mientras me quedo con el culo al aire y los pies congelados.
Mi voto a la vuelta del verano ya, sin esperar al 21 de junio

rickisimus2 dijo...

Bienvenido asimismo al club de los que duermen y sus oseznos les quitan las mantas. Podemos pedir una reunión con el gobierno y que hagan un Real Decreto para prohibir esas prácticas.

BIRA dijo...

El Osezno tendrá que ponerte esas pinzas que se le ponen a los bebés para que no se destapen, jaja.
Genial tu post y la explicación, tan meditada, de porqué eres un friolero.

Buen finde!

raulito dijo...

Y cómo se las arregla uno para hacer el amor en estos sitios? Es un poco difícil follar en un frigorífico y todo el mundo sabe el efecto de encojer las genitales que tiene el frío...es vergonsozo ver tu polla con cinco pulgadas menos.
saludos,
raulito
http://fromtop2bttm.blogspot.com/

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