Qué cosas. Aquellos que me conocen sólo superficialmente, piensan que soy un simpático e inofensivo viejo verde. Quienes profundizan un poco más en mi personalidad opinan que en realidad soy un romántico incorregible. Curiosamente, sólo esos pocos que de verdad me conocen a fondo completan el ciclo y se dan cuenta de que soy un auténtico pervertido.
Ayer volví a enamorarme, concretamente a las 12:38 de la mañana.
Estaba cambiándome después de una sesión ligera de gimnasio. No he comentado por aquí mi vuelta otoñal alla palestra porque lo de mis frecuentes retornos al mundo de las mancuernas se ha convertido en algo muy cansino: soy tan irregular y tengo tan poca voluntad que mi cuerpo ha alcanzado esa forma ideal que tendría un modelo de ropa interior masculina si se sentara en un sofá y no hiciera otra cosa más que comer bocadillos de panceta durante seis meses. Pero me estoy yendo por las ramas.
El caso es que allí estaba yo, disfrutando de la panorámica del vestuario. Siempre digo que mi gimnasio es como el Oceanogràfic de Valencia: las vistas son espectaculares, pero no se puede tocar a los animales. Allí estaban los habituales, como el Brazos (que trabaja en la sección de Ropa Joven de El Corte Inglés), el Chapero (que tiene un físico tan irreal que es imposible que sea, por poner un ejemplo, contable) y el Hombre Desnudo (cuya función aparentemente consiste en echarse cremas y en pasarse las horas muertas paseándose en bolas entre las duchas y las taquillas). En fin, lo normal. Hasta que entró el chico nuevo.
A estas alturas ya son de sobra conocidos mis gustos: le doy a todo, pero si me dan a elegir suelo preferir hombres de una cierta edad (de treinta para arriba) y preferiblemente de pelo en pecho. El recién llegado no cumplía ninguno de estos requisitos. Pero como acabo de decir, yo le doy a todo, y de vez en cuando me sorprendo a mí mismo. El chico encontró una taquilla libre justo enfrente de mi y empezó a desnudarse.
Cara, bien.
Pecho, bien.
Ombligo, bien.
Se da la vuelta...
Culo... ¡espectacular!
Unas nalgas redondas, limpias, inmaculadas, sin granos, manchas o imperfecciones, musculosas, generosas, fuertes pero suaves a un tiempo, robustas, con todo en su sitio; unos glúteos que uno se imagina capaces de bombear durante horas y de recibirlo todo, incansables, llenos de vida...
Dior mío... hacía mucho tiempo que no veía un trasero así. ¡Qué perfección! Me quedé completamente embobado. Mira que hace ya años que aprendí a controlarme en público, pero no podía apartar la mirada. Contribuía mucho el hecho de que estuviéramos todos un poco apretados, yo estuviera sentado y él tuviera ese culo a alcance de lametón. Al punto mi imaginación empezó a fantasear con la idea de pedirle que se sentara en mi cara... Y no sé cuánto tiempo pasó. Para mí sólo existía El Culo.
El chico se tomó su tiempo. Yo me estaba poniendo muy malito. Finalmente se puso un pantalón corto de los que se suelen usar para salir a correr (otra cosa que me despierta todos los morbos habidos y por haber) y se piró.
Volví a la realidad. Juraría que la gente me estaba mirando. ¿Se habrían dado cuenta de mi trance hipnótico? Sospecho que sí. Me puse rojo como un pimiento morrón. A partir de ahora, seré el Marica Oficial del gimnasio...
¿Pero sabéis qué? Me da igual. Porque el amor es algo maravilloso, el amor lo puede todo, y si Eva Braun fue capaz de enamorarase de Hitler, ¿por qué no me voy a poder enamorar yo de un par de nalgas perfectas?
Como decía mi amigo Vich: "qué bonito que es el amor. Sobre todo, cuando se hace".
Ayer volví a enamorarme, concretamente a las 12:38 de la mañana.
Estaba cambiándome después de una sesión ligera de gimnasio. No he comentado por aquí mi vuelta otoñal alla palestra porque lo de mis frecuentes retornos al mundo de las mancuernas se ha convertido en algo muy cansino: soy tan irregular y tengo tan poca voluntad que mi cuerpo ha alcanzado esa forma ideal que tendría un modelo de ropa interior masculina si se sentara en un sofá y no hiciera otra cosa más que comer bocadillos de panceta durante seis meses. Pero me estoy yendo por las ramas.
El caso es que allí estaba yo, disfrutando de la panorámica del vestuario. Siempre digo que mi gimnasio es como el Oceanogràfic de Valencia: las vistas son espectaculares, pero no se puede tocar a los animales. Allí estaban los habituales, como el Brazos (que trabaja en la sección de Ropa Joven de El Corte Inglés), el Chapero (que tiene un físico tan irreal que es imposible que sea, por poner un ejemplo, contable) y el Hombre Desnudo (cuya función aparentemente consiste en echarse cremas y en pasarse las horas muertas paseándose en bolas entre las duchas y las taquillas). En fin, lo normal. Hasta que entró el chico nuevo.
A estas alturas ya son de sobra conocidos mis gustos: le doy a todo, pero si me dan a elegir suelo preferir hombres de una cierta edad (de treinta para arriba) y preferiblemente de pelo en pecho. El recién llegado no cumplía ninguno de estos requisitos. Pero como acabo de decir, yo le doy a todo, y de vez en cuando me sorprendo a mí mismo. El chico encontró una taquilla libre justo enfrente de mi y empezó a desnudarse.
Cara, bien.
Pecho, bien.
Ombligo, bien.
Se da la vuelta...
Culo... ¡espectacular!
Unas nalgas redondas, limpias, inmaculadas, sin granos, manchas o imperfecciones, musculosas, generosas, fuertes pero suaves a un tiempo, robustas, con todo en su sitio; unos glúteos que uno se imagina capaces de bombear durante horas y de recibirlo todo, incansables, llenos de vida...
Dior mío... hacía mucho tiempo que no veía un trasero así. ¡Qué perfección! Me quedé completamente embobado. Mira que hace ya años que aprendí a controlarme en público, pero no podía apartar la mirada. Contribuía mucho el hecho de que estuviéramos todos un poco apretados, yo estuviera sentado y él tuviera ese culo a alcance de lametón. Al punto mi imaginación empezó a fantasear con la idea de pedirle que se sentara en mi cara... Y no sé cuánto tiempo pasó. Para mí sólo existía El Culo.
El chico se tomó su tiempo. Yo me estaba poniendo muy malito. Finalmente se puso un pantalón corto de los que se suelen usar para salir a correr (otra cosa que me despierta todos los morbos habidos y por haber) y se piró.
Volví a la realidad. Juraría que la gente me estaba mirando. ¿Se habrían dado cuenta de mi trance hipnótico? Sospecho que sí. Me puse rojo como un pimiento morrón. A partir de ahora, seré el Marica Oficial del gimnasio...
¿Pero sabéis qué? Me da igual. Porque el amor es algo maravilloso, el amor lo puede todo, y si Eva Braun fue capaz de enamorarase de Hitler, ¿por qué no me voy a poder enamorar yo de un par de nalgas perfectas?
Como decía mi amigo Vich: "qué bonito que es el amor. Sobre todo, cuando se hace".
15 comentarios:
estoooo, po rmera curiosidad sociológica, ¿no le viste el miembro?
¡Falócrata! Ni me fijé
im per do na ble
Uno no puede estar a todo, hijo... es que me hipnotizaron esos glúteos
Y dónde dices que es el gimnasio ese?
Me ofrezco a hacer la primera guardia para avisar cuando vuelva, jejeje
Que bien lo cuentas, me estoy empalmando, jejeje.
Besos.
A partir de hoy esta será la entrada de "los culos". Creo que has puesto uno de los mejores catálogos de culos de la red.
Por cierto, me ofrezco a hacer la segunda guardia para avisar de cuándo vuelve el susodicho culo, errr, perdón, individuo.
A mí tb me parece imperdonable q no le miraras el rabo, pero todos sabemos q donde esté un buen culo q se quite lo demás!!!
Nyc, Rickisimus2... trato hecho. Haremos guardia permanente por si vuelve a aparecer :-P
Me encanta producir ese efecto, Kappy, aunque sea con mi prosa jajaj
Quijote: me sentí como cuando bebes más cubatas de la cuenta: con el ángulo de visión reducido. Solo podia mirar una cosa, mejor dicho dos
Hijo, cómo lo cuentas!, estoy casi babeando!, y sin abrir enlaces (qué rabia me dan) ni nada...
Y ahora qué vas a hacer?
Lo que se suele hacer en estos casos, Peritoni: disfrutar de las vistas :-)
jaja esta entrada cari, es mas de un blog de los "otros" eh... Que bonito es enamorarse aunque sea de ¡un culo! jajaja como en este caso. Eso si, estando enamorado no se como has tenido tiempo y humor para hacer tantos enlaces... .
Más pajas y menos enlaces, hombre ya! jajaja
Como si a esta mente tan privilegiada que es mi amigo Sufur no le diese tiempo a escribir con una mano para contestar, resolver complicadas ecuaciones con una neurona (y esa misma mano) y tener el resto del cerebro pensando en ese culo, jugando a "cinco contra el calvo" con la otra mano...
Bueno, quizá alguna otra neurona le pida un café con un bollo.
Unas buenas posaderas siempre son un plus a tener muy en cuenta... Pero mentiría si dijera que no tiendo a fijarme más, dada mi... "naturaleza", en otras zonas...
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