Lo que es la vida. Uno se esfuerza por ser culto, cosmopolita, mundano, sofisticado, exquisito y decadente... pero nada: es venir a
y convertirme automáticamente en:
¿Que en qué se nota eso? Pues en pequeños detalles como los siguientes:
- Mirar hacia arriba. El equivalente madrileño al famoso coletero de Sex in the City es la mirada hacia lo alto. Mete diez mil personas a lo largo de la Gran Vía madrileña, y sabrás automáticamente quiénes son madrileños y quiénes no, simplemente observando cuántos levantan la vista para mirar las estatuas de los tejados.
- Contar famosos. Siempre que venimos a Mandril acabamos exlamando "¡mira, un famoso de la tele!".
- Dispararse las hormonas. El estar en la capital hace que toda la gente -excepto tú mismo- parezcan bastante más sofisticados, alternativos y atractivos de lo que debieran. Se trata de un efecto puramente mental: el mismo desgraciado que en Santander te parecería un perroflauta lamentable en Madrid te parece Interesante Y Exótico. Yo siempre lo digo: en Madrid me atraen hasta las tías.
- Buscar cosas raras para comer.
En este caso, los famosillos de turno han sido
y
Este último mamífero, para quien no lo sepa, se supone que es el mejor actor porno gay de todos los tiempos. Al menos eso es lo que dice su propia página web. Martin Mazza es un gran aficionado a lucir gafas de sol, cosa muy comprensible teniendo en cuenta la siguiente foto:
En efecto, el mejor actor gay de todos los tiempos tiene una cara de tonto que no puede con ella. No es algo que se note mucho en su filmografía, ya que la cámara suele concentrarse en sus otras cualidades...
En persona, el amigo Mazza es un individuo bajito -cosa bastante común entre los pornoactores-, con tripita -algo que me ha sorprendido gratamente- y con el aspecto grasiento de quienes no han aprendido el elevado arte de la moderación en el uso de la cosmética.
De mis anteriores comentarios podría pensarse que este hombre me cae mal... eso depende de cómo responda cada uno a la siguiente pregunta: ¿te puede caer mal alguien de quien tienes varias películas (pirateadas de internet) en el disco duro y a quien te follarías si tuvieras la oportunidad?
En el apartado gastronómico, he hecho algo de lo que me siento orgulloso:
El osezno, para celebrar que pronto será un madurito interesante, me ha invitado a comer en un restaurante pijo. La comida era excelente, el vino maravilloso, el local puro diseño... pero lo malo de los restaurantes pijos es que tienen muy claro la vieja máxima según la cual Aún Hay Clases.
Nada más llegar nos ofrecieron una mesa un poco mal colocada. No protestamos porque yo soy un pringao y nunca protesto en los restaurantes. Empezaron a tardar en servirnos la bebida, y no protesté porque, de nuevo, soy un pringao y nunca protesto en los restaurantes. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nos habían metido en la zona de fumadores, sin consultarnos.
No soy ningún cruzado antitabaco. Mi padre tenía un bar y me he pasado la adolescencia respirando nicotina ajena sin ninguna queja. No me importa ir a locales de fumadores y la mayor parte de las veces ni lo noto.
Pero hay un límite. Pagar un pastizal por beber un reserva con olor a humo, saborear un steak tartar con sabor a alquitrán y tener que quitarme las lentillas porque me lloran los ojos es una cosa que no me entra en la cabeza. Así que, en contra de mi estúpida costumbre, protesté.
El camarero, un joven que habría podido ganar un premio de belleza masculina de no haber sido más feo que picio, me informó de que la sala de fumadores estaba reservada por un grupo. Y yo, creo que por los efectos del vino, hice algo totalmente impropio de mí: le miré muy serio, muy calmado, y le dije que no tenía muy claro por qué la reserva de los otros tenía que valer más que la nuestra, y que pensaba pedir la carta de reclamaciones.
Vamos, que hice lo que cualquier cliente sensato y asertivo habría hecho. Lo que pasa es que yo nunca he sido sensato, ni mucho menos asertivo.
Mano de santo, oiga. En diez minutos el maître nos había dado mesa en la zona de no fumadores. Una sala de diez mesas totalmente vacía salvo por los americanos que la habían reservado (no tengo ni idea de quiénes serían, pero peces gordos seguro, para haber reservado toda una sala para estar a solas) y nosotros.
Me pregunto cuántas veces habrán escupido en nuestra comida. Pero estaba rica, oiga. Y qué a gusto me he quedado...
De mis anteriores comentarios podría pensarse que este hombre me cae mal... eso depende de cómo responda cada uno a la siguiente pregunta: ¿te puede caer mal alguien de quien tienes varias películas (pirateadas de internet) en el disco duro y a quien te follarías si tuvieras la oportunidad?
En el apartado gastronómico, he hecho algo de lo que me siento orgulloso:
El osezno, para celebrar que pronto será un madurito interesante, me ha invitado a comer en un restaurante pijo. La comida era excelente, el vino maravilloso, el local puro diseño... pero lo malo de los restaurantes pijos es que tienen muy claro la vieja máxima según la cual Aún Hay Clases.
Nada más llegar nos ofrecieron una mesa un poco mal colocada. No protestamos porque yo soy un pringao y nunca protesto en los restaurantes. Empezaron a tardar en servirnos la bebida, y no protesté porque, de nuevo, soy un pringao y nunca protesto en los restaurantes. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nos habían metido en la zona de fumadores, sin consultarnos.
No soy ningún cruzado antitabaco. Mi padre tenía un bar y me he pasado la adolescencia respirando nicotina ajena sin ninguna queja. No me importa ir a locales de fumadores y la mayor parte de las veces ni lo noto.
Pero hay un límite. Pagar un pastizal por beber un reserva con olor a humo, saborear un steak tartar con sabor a alquitrán y tener que quitarme las lentillas porque me lloran los ojos es una cosa que no me entra en la cabeza. Así que, en contra de mi estúpida costumbre, protesté.
El camarero, un joven que habría podido ganar un premio de belleza masculina de no haber sido más feo que picio, me informó de que la sala de fumadores estaba reservada por un grupo. Y yo, creo que por los efectos del vino, hice algo totalmente impropio de mí: le miré muy serio, muy calmado, y le dije que no tenía muy claro por qué la reserva de los otros tenía que valer más que la nuestra, y que pensaba pedir la carta de reclamaciones.
Vamos, que hice lo que cualquier cliente sensato y asertivo habría hecho. Lo que pasa es que yo nunca he sido sensato, ni mucho menos asertivo.
Mano de santo, oiga. En diez minutos el maître nos había dado mesa en la zona de no fumadores. Una sala de diez mesas totalmente vacía salvo por los americanos que la habían reservado (no tengo ni idea de quiénes serían, pero peces gordos seguro, para haber reservado toda una sala para estar a solas) y nosotros.
Me pregunto cuántas veces habrán escupido en nuestra comida. Pero estaba rica, oiga. Y qué a gusto me he quedado...
10 comentarios:
joooooooooooooooooo ya estamos...
Segovia es más cosmopolita, pero Madrid tiene ese "je ne sais quoi", incluso cuando se pone borde.
Nunca me ha gustado Mazza... sobre todo porque tiene una pinta de usado que no puede con ella. En cuanto a Mandril me suele pasar lo mismo, al ir de princias, cuando subo es inevitable parecer un turista y evidentemente todo el mundo es má alternativo que uno mismo. Oh Oh Oh..
Pues imagina cómo se siente uno que va a Madrid de higos a peras, casi como Colón descubriendo América. Ah, siempre he pensado, y me ratifico cada vez más, que en los locales las palabras mágicas ya no son "por favor" sino "hoja-de-reclamaciones", te atienden como un rey, oiga.
Ays mi admirado Sufur. ¡Una razón más para admirarte!
¿Y os dejaron pasar al restaurán la caja de cartón atada con cuerda con la gallina dentro?
Jajajajaja, qué bueno.
Yo tenía esa sensación de pueblerino antes, pero desde que fui una vez durante la carrera con un compañero que hubiese hecho pasar al persoanje de Martínez Soria por un ejemplo de cosmopolitismo, me siento la mar de sofisticado.
A los no madrileños también se nos conoce por la Gran Vía porke vamos a ritmo de paseo mientras los madrileños van a ritmo de maratón y nos atropellan.
Desde ke vi a Mazza inyectarse guarrerías pa los músculos en un programa de TV, ya no tiene ningún morbo sexuaaaal.
que conste que soy madrileño y yo sigo mirando al cielo para ver las estatuas... y me paro en mitad de la gran via para seguir contemplandola como el primer dia... es que soy un enamorado de esa calle, pardiez!
Pero corremos y nos movemos mejor por las calles que los 'provincianos' andevaaparar!!!!!
Y al mazza es para pegarle. Ya me daba grima y encima le sacan en un callejeros metiendose de todo para poder estar cachas e inyectandose en la polla antes de salir a un espectaculo para poder empalmarse... ya con eso fue directo a mi hogera mental!
Ah! Y lo del libro de reclamaciones NUNCA FALLA!!!!!! incluso en las discotecas!!!!! N.U.N.C.A!!!!
Bravo!
Mazza ASCA ¬¬
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