Tras una larga agonía, se confirma algo que estaba bastante cantado desde hace algunos meses: la revista Zero ha pasado a peor vida. Aunque Otto se me haya adelantado, diciendo la mayor parte de las cosas que yo querría haber dicho, no está de más que le dedique unas palabras a esta revista que me ha estado haciendo compañía durante bastantes años.
Es cierto que la Zero tenía bastantes cosas detestables: un servicio de distribución y atención al cliente espantoso que hizo que cancelara mis suscripción rápidamente, una evolución clara desde el compromiso político y reivindicativo inicial a una superficialidad y tontería crecientes, una presencia patética en internet y un target de público que parecía dejarnos fuera a todos los que no somos ni jóvenes, ni guapos, ni ganamos tres mil euros al mes.
Sin embargo, Zero tenía otras muchas cosas buenas. Como ha dicho Otto, es difícil expresar el subidón que representaba comprar la revista en un kiosko de provincias, sobre todo hace unos años. Ver la Zero al lado del Pronto o el Jara y Sedal era casi un acto reivindicativo en sí mismo. Zero, sobre todo en sus inicios, fue una bofetada en la cara del convencionalismo en los medios, con salidas del armario de políticos, curas, militares y guardias civiles, extensos artículos sobre política, cultura y salud, entrevistas a personajes de calado -fue en Zero donde Zapatero anunció públicamente que iba a apoyar el matrimonio homosexual-, buenas plumas invitadas -sobre todo la de Eduardo Mendicutti, lo mejor de la revista- y un diseño de revista bastante decente. En este sentido, Zero estaba al nivel de muchas de las grandes revistas gay internacionales (Out, Tetu, Gay Times, Attitude), sin tener que recurrir como las dos últimas a incluir al final un taco de páginas de anuncios de prostitución para financiarse.
Con el paso del tiempo, Zero fue derivando hacia una postura más insulsa y comercial. Fueron apareciendo competidoras bastante peores que ella -ese catálogo del Corte Inglés llamado Vanity Gay, esa revista con faltas de ortografía llamada QTravel- y no supo adaptarse a los nuevos tiempos en los que domina lo online. Además, de una u otra forma la dirección editorial de Zero consiguió irse enemistando con prácticamente todas las fuerzas vivas gays del país. Muchos no le perdonaron a la revista la portada dedicada a Gallardón o el giro consumista y "musculista" dado por la revista en los últimos años.
Respecto a lo de Gallardón, yo soy el primero que piensa que a) es uno de los seres humanos menos fotogénicos que existen, lo cual le hace un pésimo candidato para portada de una revista y b) ideológicamente y moralmente da bastante yuyu. Pero de ahí a crucificar a una revista gay de izquierdas por hacerle una entrevista va un trecho bastante grande. A mucha gente se le llena la boca hablando de tolerancia y libertad, y luego llaman a la fatwa cuando "su" revista publica algo que no les gusta. Es como si alguien dejara de comprar el País cuando entrevista a Rajoy. No señores: ni todos los gays somos de izquierdas, ni se debe impedir que un líder de un partido netamente homófobo hable en una revista gay.
En cuanto a lo del consumismo, ahí tengo que dar la razón a los críticos... hasta cierto punto. Vale: es verdad que el 80% de la revista estaba dedicado a vender cremas. Pero me hace gracia que muchos de mis conocidos que en su día dejaron de leer la Zero por ese motivo digan ahora públicamente que prefieren leer revistas gratuitas como Shangay, que son puramente publicitarias (al fin y al cabo de alguna manera tienen que financiarse). Pese a todo, en la Zero seguía existiendo una sección dedicada a dar noticias sobre asociaciones gays y derechos humanos en España y el resto del mundo, seguía habiendo una sección (espantosa, pero bueno...) de análisis de los medios, mantenía su sección mensual dedicada al VIH, seguía dedicando algunas páginas al mundo de la cultura... cosas que no encontraréis salvo de refilón en Shangay.
Zero tampoco supo adaptarse a los nuevos medios. Su página web era una birria que se actualizaba de uvas a peras. En este sentido, páginas como la de Dosmanzanas o AmbienteG han funcionado mucho mejor, manteniendo un nivel excelente de calidad informativa y reivindicativa. En opinión de muchos, con eso basta y sobra, haciendo que Zero sea totalmente prescindible. Pero yo no estoy de acuerdo: ambos enfoques -prensa escrita de pago y online gratuita- son necesarios y complementarios. No es lo mismo leerse con calma el periódico que te has comprado por la mañana que hacer una lectura rápida de la versión online en un rato que te sobra en la oficina, que es lo que acabamos haciendo todos.
En resumen, la Zero era una revista muy mejorable... pero era la única medianamente digna que se publicaba en España y, fundamentalmente, que se podía leer en toda España (no he hablado de la revista Gay Barcelona, que es gratuita y sin embargo tiene contenidos que van algo más allá de vender el último disco de Chenoa, pero es que fuera de Barcelona y Madrid es imposible conseguirla). Sin ella mis visitas al kiosko serán un poco más anodinas.
Es cierto que la Zero tenía bastantes cosas detestables: un servicio de distribución y atención al cliente espantoso que hizo que cancelara mis suscripción rápidamente, una evolución clara desde el compromiso político y reivindicativo inicial a una superficialidad y tontería crecientes, una presencia patética en internet y un target de público que parecía dejarnos fuera a todos los que no somos ni jóvenes, ni guapos, ni ganamos tres mil euros al mes.
Sin embargo, Zero tenía otras muchas cosas buenas. Como ha dicho Otto, es difícil expresar el subidón que representaba comprar la revista en un kiosko de provincias, sobre todo hace unos años. Ver la Zero al lado del Pronto o el Jara y Sedal era casi un acto reivindicativo en sí mismo. Zero, sobre todo en sus inicios, fue una bofetada en la cara del convencionalismo en los medios, con salidas del armario de políticos, curas, militares y guardias civiles, extensos artículos sobre política, cultura y salud, entrevistas a personajes de calado -fue en Zero donde Zapatero anunció públicamente que iba a apoyar el matrimonio homosexual-, buenas plumas invitadas -sobre todo la de Eduardo Mendicutti, lo mejor de la revista- y un diseño de revista bastante decente. En este sentido, Zero estaba al nivel de muchas de las grandes revistas gay internacionales (Out, Tetu, Gay Times, Attitude), sin tener que recurrir como las dos últimas a incluir al final un taco de páginas de anuncios de prostitución para financiarse.
Con el paso del tiempo, Zero fue derivando hacia una postura más insulsa y comercial. Fueron apareciendo competidoras bastante peores que ella -ese catálogo del Corte Inglés llamado Vanity Gay, esa revista con faltas de ortografía llamada QTravel- y no supo adaptarse a los nuevos tiempos en los que domina lo online. Además, de una u otra forma la dirección editorial de Zero consiguió irse enemistando con prácticamente todas las fuerzas vivas gays del país. Muchos no le perdonaron a la revista la portada dedicada a Gallardón o el giro consumista y "musculista" dado por la revista en los últimos años.
Respecto a lo de Gallardón, yo soy el primero que piensa que a) es uno de los seres humanos menos fotogénicos que existen, lo cual le hace un pésimo candidato para portada de una revista y b) ideológicamente y moralmente da bastante yuyu. Pero de ahí a crucificar a una revista gay de izquierdas por hacerle una entrevista va un trecho bastante grande. A mucha gente se le llena la boca hablando de tolerancia y libertad, y luego llaman a la fatwa cuando "su" revista publica algo que no les gusta. Es como si alguien dejara de comprar el País cuando entrevista a Rajoy. No señores: ni todos los gays somos de izquierdas, ni se debe impedir que un líder de un partido netamente homófobo hable en una revista gay.
En cuanto a lo del consumismo, ahí tengo que dar la razón a los críticos... hasta cierto punto. Vale: es verdad que el 80% de la revista estaba dedicado a vender cremas. Pero me hace gracia que muchos de mis conocidos que en su día dejaron de leer la Zero por ese motivo digan ahora públicamente que prefieren leer revistas gratuitas como Shangay, que son puramente publicitarias (al fin y al cabo de alguna manera tienen que financiarse). Pese a todo, en la Zero seguía existiendo una sección dedicada a dar noticias sobre asociaciones gays y derechos humanos en España y el resto del mundo, seguía habiendo una sección (espantosa, pero bueno...) de análisis de los medios, mantenía su sección mensual dedicada al VIH, seguía dedicando algunas páginas al mundo de la cultura... cosas que no encontraréis salvo de refilón en Shangay.
Zero tampoco supo adaptarse a los nuevos medios. Su página web era una birria que se actualizaba de uvas a peras. En este sentido, páginas como la de Dosmanzanas o AmbienteG han funcionado mucho mejor, manteniendo un nivel excelente de calidad informativa y reivindicativa. En opinión de muchos, con eso basta y sobra, haciendo que Zero sea totalmente prescindible. Pero yo no estoy de acuerdo: ambos enfoques -prensa escrita de pago y online gratuita- son necesarios y complementarios. No es lo mismo leerse con calma el periódico que te has comprado por la mañana que hacer una lectura rápida de la versión online en un rato que te sobra en la oficina, que es lo que acabamos haciendo todos.
En resumen, la Zero era una revista muy mejorable... pero era la única medianamente digna que se publicaba en España y, fundamentalmente, que se podía leer en toda España (no he hablado de la revista Gay Barcelona, que es gratuita y sin embargo tiene contenidos que van algo más allá de vender el último disco de Chenoa, pero es que fuera de Barcelona y Madrid es imposible conseguirla). Sin ella mis visitas al kiosko serán un poco más anodinas.
5 comentarios:
Tengo casi todos los números y aunque era manifiestamente mejorable (en muchos aspectos), la verdad es que es una pena que cierre. Creo que no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, potenciar los contenidos online, disminuir los contenidos de la revista (y de paso el precio) y conseguir un equilibrio entre publicidad y texto. Vale que la publi es necesaria pero para eso están los catálogos.
Nos deja un poco huérfanos, sobretodo a los que aún somos subscriptores i nos han dejado la subscripción a medias... jode un poco que se vaya sin decir nada.
Por cierto, yo salí en Zero en una ocasión!
Suscribo todo lo que dices, aunque yo sólo la leía de uvas a peras, cada vez menos (ni me había dado cuenta de que no salía desde julio), señal de que cada vez me parecía menos interesante.
En términos de mercado (antiguo capitalismo), no es más que un desajuste entre oferta y demanda.
Y está claro que Zero dejó de ajustarse a la demanda hace mucho tiempo. Aparte de que lo que podía dar la revista en su tiempo, ya se lo guisa y se lo come cada uno por internet, y de gratis
Es una pena, porque es cierto que en su momento fue una revolución... el primer número me pilló con casi 18 años o con los 18 recién cumplidos... y la verdad es que cuando supe que iba a salir no paraba de darle vualtas de como iba a ir al kiosko a pedirla... estaba en el armario entonces... me fui a un kiosko lejísimo de mi barrio a comprarla.
Las últimas veces, la verdad es que lo que más me gustaba es la cara que te ponían a veces cuando la pedías...
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