diciembre 14, 2009

Predicando a un converso

En el mundo de Sufur, la diferencia entre los buenos y los malos libros es esta: me da pena terminar con los primeros mientras que los segundos se me hacen interminables (de hecho, si son muy malos ni me esfuerzo en acabarlos).

El viernes sentí mucha pena al terminar "Evolución. El mayor espectáculo sobre la Tierra", del etólogo y divulgador científico inglés Richard Dawkins. El libro ha aparecido convenientemente en el año en que se celebra el bicentenario del nacimiento de Darwin.




El libro está bellamente escrito. Dawkins es probablemente el mejor divulgador vivo de la ciencia y es capaz de escribir con una claridad y elegancia que a mí, como escritor de artículos científicos, me provocan por partes iguales admiración y envidia. Aunque he leído la traducción al castellano de Evolución, siempre recomiendo a todo el mundo que intente leer las obras de Dawkins en su cuidado inglés oxoniense original. Es un auténtico placer.

En esta ocasión, Dawkins aparca momentáneamente su activismo ateo para centrarse en lo que mejor se le da, que es la divulgación de las ideas evolucionistas. A lo largo de los trece capítulos del libro, desglosa la evidencia científica del "mayor espectáculo sobre la Tierra", empezando (como hizo Darwin en El origen de las especies) por la selección artificial de los animales y plantas domésticos, tratando el problema de las escalas de tiempo y de los relojes naturales, mostrando la evidencia de la evolución observada en tiempo real (las páginas dedicadas al experimento con Escherichia coli de Richard Lenski son una delicia), repasando el registro fósil, describiendo (sin entrar en detalles técnicos) los conceptos básicos de genética molecular y embriología, dibujando el árbol del parentesco entre las especies vivas y describiendo una vez más los mecanismos de la selección natural, sexual y artificial.

No faltan en el libro menciones y réplicas a los creacionistas, a quienes Dawkins llama "negadores de la historia". Es interesante la reflexión que hace al comienzo del primer capítulo:
"Imagine que es usted un profesor de latín y de historia de Roma ansioso por transmitir su entusiasmo por el mundo antiguo -por las elegías de Ovidio y las odas de Horacio, la poderosa economía de la gramática latina tal y como se muestra en la oratoria de Cicerón, las sutilezas de estrategia en las guerras púnicas, el liderazgo de Julio César y los voluptuosos excesos de los últimos emperadores-. Es una gran empresa y lleva tiempo, concentración y dedicación. Aun así, usted descubre que está malgastando su tiempo continuamente y que su clase ve distraída su atención por un grupo de ignorantes vocingleros (como académico del latín, usted diría mejor ignorami) que, con apoyo político y especialmente económico, conspiran sin descanso para persuadir a sus desafortunados alumnos de que los romanos nunca existieron. Nunca hubo un Imperio Romano. El mundo entero comenzó a existir solo un poco antes de lo que alcanza la memoria viva. El español, el italiano, el francés, el portugués, el catalán, el occitano, el retrorromano: todas estas lenguas y sus dialectos aparecieron de forma espontánea e independiente, y nada deben a ningún antecedente como el latín. En lugar de dedicar toda su atención a la noble vocación de académico del mundo clásico y profesor, se ve obligado a dedicar su tiempo y esfuerzo en una denodada defensa de la proposición de que los romanos existieron alguna vez: una defensa contra una exhibición de prejuicio ignorante que le haría llorar si no estuviera tan ocupado luchando contra ella".
Eso es precisamente lo que le ocurre a Dawkins. Pudiendo quedarse tranquilamente en su cátedra, en vez de ello se ha convertido en el principal combatiente (en infinidad de debates, mesas redondas, artículos de prensa, documentales, libros y plataformas políticas) en la guerra entre creacionismo y evolucionismo, guerra que viene durando más de cien años y que no tiene pinta de ir a terminar pronto. Debido a su presteza para entablar debate, Dawkins ha sido apodado por sus muchos enemigos como "el rotweiler de Darwin".

Una de las principales reivindicaciones de los grupos creacionistas y de los partidarios del "diseño inteligente" es que la evolución no debería ser enseñada en las escuelas, o que debería enseñarse en pie de igualdad con el creacionismo, por tratarse sólamente de "una teoría más". Esta reivindicación es peligrosa y refleja que quien la hace o bien no comprende lo que es una teoría científica, o le interesa hacer como que no comprende. Debido a una ambigüedad del lenguaje (presente tanto en inglés como en castellano), coloquialmente "teoría" se puede entender como sinónimo de "suposición, intuición, corazonada, creencia".

Sin embargo una teoría científica es más que eso: las teorías científicas se basan en hechos, se construyen mediante reglas lógicas (inducción, deducción, etc) y se contrastan constantemente, de forma crítica, con los hechos. Si los hechos contradicen la teoría, ésta debe abandonarse. La experiencia nos demuestra que no todos los sistemas de creencia humanos siguen esta regla...

Ante las acusaciones de que la evolución es "solo una teoría más", Dawkins responde: "no es una teoría, es un hecho". Del mismo modo que la gravedad es un hecho observado (los cuerpos caen, los planetas describen órbitas en torno al Sol) y que para explicarla se elaboran teorías (gravedad de Newton, Relatividad General...) de mayor o menor éxito, la evolución es un hecho (observado) y existen teorías científicas para explicarla. Evolución es un libro sobre el hecho evolutivo, no sobre su teoría... aunque resulta inevitable para Dawkins no dejar traslucir su entusiasmo por el darwinismo.

Para rematar, Dawkins dedica un apéndice al problema de los negadores de la Historia. Según un estudio de Gallup, en la actualidad el 44% de los estadounidenses creen que Dios creó a los seres humanos de una forma muy similar a la actual en algún momento de los últimos 10.000 años, y sólo un 14% creen que los humanos se han desarrollado a lo largo de millones de años a partir de otras formas de vida, sin intervención sobrenatural. Estos porcentajes no han variado significativamente en los últimos años. En el Reino Unido, la situación es sólo ligeramente mejor. Según el estudio del Eurobarómetro del año 2005, un 16% (prácticamente uno de cada cinco) españoles no cree en la evolución. Dicho sea de paso, un porcentaje similar de españoles no cree que la Tierra gire alrededor del Sol a lo largo de un año. A estas alturas de la vida, estos datos son muy alarmantes, sobre todo teniendo en cuenta que en Europa Occidental la fracción de personas que no solamente no tiene, sino que rechaza tener cultura científica no decrece con el tiempo, sino que está aumentando.

Podría pensarse que qué más le da a Dawkins (o debería darnos a nosotros) que la gente sea ignorante, mientras no hagan daño a los demás. El problema es esto último: la ignorancia es peligrosa, sobre todo en este mundo complejo en que vivimos. Y encima muchos grupos creacionistas se dedican a boicotear activamente la educación de los demás. Estamos acostumbrados a leer noticias sobre colegios que se ven obligados a no impartir biología en sus clases en Estados Unidos, y pensamos que eso es un problema típicamente norteamericano que no va con nosotros. No es cierto: casos similares llevan ocurriendo unos años en el Reino Unido, y más recientemente en Francia y Alemania. No me sorprendería mucho si en los próximos años empezamos a tener noticias de este tipo en España.

Como última reflexión pesimista, me pregunto qué utilidad tienen realmente los libros como el de Dawkins. Leyéndolo me he sentido entusiasmado y he disfrutado porque yo ya estaba convencido de todo ello antes de abrir el libro. Si no fuera un defensor de la evolución, no me lo habría comprado, ni mucho menos leído. La voz de Dawkins no llegará nunca a los creacionistas, salvo de una forma distorsionada, y desde luego la probabilidad de que un libro así llegue a convencer a un creacionista de abrazar el evolucionismo es irrisoria. Es exactamente lo mismo que ocurre con los periódicos: la mayoría leemos "el nuestro", que es el que dice exactamente lo que queremos oír. Yo mismo reconozco que me dan alergia ciertos articulistas y no soy capaz de obligarme a leerlos ni aunque me paguen. Respondiéndome a mi mismo, supongo que la utilidad es por un lado el poder llegar a algún que otro indeciso despistado -que los hay- y, por otro, ayudarnos a los lectores a estar mejor informados y más preparados para hacer frente a memes peligrosos. En este sentido, Evolución es una excelente vacuna.




14 comentarios:

Eleuterio dijo...

Los creacionistas son una lacra; me dan ganas de abofetearlos a todos por su estupidez.

Yo soy muy de Darwin, veré si consigo el libro aquí en alemán.

(¿Sorprendido?) :-)

hm dijo...

La ignorancia es peligrosa... sembrar cultura no siempre genera cultura, pero la ignorancia siempre genera ignorancia... es una pena, pero siempre es más difícil avanzar que retroceder.

Sufur dijo...

¿Sorprenderme, Eleuterio? Qué va, hombre. No veo por qué... :-)

Muy bien dicho, señor Hm. Supongo que tanta resistencia a la evolución, tantos años después, debe tener alguna explicación, que sospecho que tiene bastante que ver con la resistencia de mucha gente a dejar de considerarse el ombligo del mundo... ¡eso sí que me sorprende!

starfighter dijo...

Copiando a la católica y apostólica, es como predicar en el desierto. No quieren aprender, no quieren saber y, no se si es peor, ni les interesa. Una cosa es la ignorancia por falta de medios pero cuando es escogida me dan ganas de repartir hostias a tutiplen (vaya, que religioso me he levantado hoy, jajaja).

Eso sí, gracias por la recomendación literaria ;)

Nyc dijo...

Me alucina que a estas alturas los defensores del diseño inteligente pretendan ponerse a un mismo nivel que la teoría de la evolución, presentando como evidencias una colección de datos inconexos y sesgados que, convenientemente hilados parecen dar la impresión de coherencia.
Y me sorprende la cantidad de editoriales (entre otras, la de la FAES, y es que tampoco me explico el empeño de la derecha en renunciar al conocimiento científico)que están traduciendo al castellano estas obras supuestamente científicas.

(Por cierto, que me estoy leyendo ahora El espejismo de Dios, y la traducción es infumable, lástima que mi nivel de inglés no me permita leerlo en el original :()

Nils dijo...

Qué bueno el ejemplo que pone para explicar la situación en la que viven los científicos que trabajan en la evolución de las especies. De todos modos, el creacionismo sólo tiene alcance en algunos estados de EEUU no? ¿o en Europa, Asia y África también hay países con movimientos importantes pro-ignorancia?

Sufur dijo...

Desgraciadamente, Nils, no es solo un problema americano. En el Reino Unido los creacionistas ya han conseguido retirar de algunas escuelas libros de texto que enseñaban evolución. En Francia se ha empezado a debatir el tema. Y en los países de mayoría musulmana, incluso en los laicos como Turquía, la situación es peor que en EEUU...

Allau dijo...

Si bien en obras como “El espejismo de Dios” yo también he sentido que estaban predicando a un converso (porque en temas religiosos poco valen las razones), creo que en asuntos científicos siempre se pueden ofrecer argumentos convincentes. Probablemente, los que más necesiten leerlo no se acercarán a él; pero seguro que para el resto será una buena fuente de información y conocimiento. Digo yo que algo habrás aprendido de la lectura de este libro.

hm dijo...

Hace un tiempo me leí un libro de Stephen Jay Gould, "La falsa medida del hombre", que trata sobre las distintas teorías que han intentado explicar la supremacía blanca, que los hombres son más inteligentes que las mujeres, etc... una de las claves en las que insiste el libro es que da igual cuantas veces se refute una de estas teorías y se demuestre que son erróneas... a los pocos años siempre reflotan, reaparecen con un nuevo barniz que las hace aparecer como algo novedoso.

quéinsólito dijo...

Pero es que a mi no me cabe en la cabeza como el creacionismo puede tener esa repercusión y esos seguidores! en eeuu encima! que si que son muy catetos!...pero... como no ven que no se sostiene? como no ven que la lógica es aplastante!?...si es que lo suyo es lo que no tiene sentido!

Es como decirles. Mira, la tele, lo que ves, es que está pasando dentro de la máquina. No te vayas a creer que eso viene por medio de una señal y se está grabando en otro sitio muy lejos de aquí, porque no tienes forma de demostrarlo...así que es más creible que lo que sale en la tele es que está pasando dentro del aparato. Y SE LO CREEN.

PUES NO!

quéinsólito dijo...

Y gracias por tu opinión en las empotraelecciones! El viernes a votar todos!

MM de planetamurciano.com dijo...

A mí me dicen hace kince años ke iba a estar el creacionismo tan en auge y no me lo creo.
Vamos p´atras.

Johny Idea dijo...

En alguna ocasión yo he defendido (y defiendo) cierta utopía que sé que es irrealizable: cada cuál que crea en lo que le dé la gana mientras deje en paz a los demás. Esto es, la libertad individual empieza donde termina la de los demás. Que uno sea creacionista, pastafariano, budista zen o tocapelotas me da exactamente igual siempre que no pretendan imponerme sus ideas. Pero reconozco que eso es una utopía irrealizable (sobre todo con los tocapelotas, que también pueden ser creacionistas y otras cosas).
Ahora bien, "que la gente sea ignorante, mientras no haga daño a los demás" es ligeramente parecido, pero no igual. Y, precisamente, quienes prefieren esta frase no son sólo los pertenecientes al elenco religioso, también le viene bien al político. En el cristianismo el árbol del bien y del mal, el de la "jodía" manzana que hace impura a la raza humana es, precisamente, el árbol del conocimiento (a estos ya le viene de serie). Y a los políticos les viene también estupendamente, ya que cuantos más borregos haya, más fáciles son de adoctrinar para que me voten a mí. En cierta forma, política y religión se dan la mano. Quizá alguien más serio y más sabio que yo podría estudiar (probablemente ya lo haya hecho alguien) el paralelismo entre la historia de las religiones, la de la política y la del poder. Quizá todo empieza con buenas intenciones para hacer la vida más fácil y llevadera a todos, pero en cuanto el poder se mete por medio, se acabó lo que se daba.
Y lo que le falta a la ciencia y al conocimiento "sin ánimo de lucro" es, sencillamente, el ansia de poder (por eso se vende más el Marca que cualquier libro del Dawkins ese). A los científicos "con ánimo de lucro" no les falta el ansia de poder para nada. Véase, por ejemplo, la moneda de doble cara que son la industrias farmacéuticas.

Y que sepáis que todos vosotros arderéis en el infierno. Yo tengo una bula que me salva, así que puedo hacer lo que me dé la gana (claro, que no sé si las bulas valen con los musulmanes o los pastafarianos).

Gárgamel dijo...

A este paso acabaréis diciendo que la tierra no es plana.

Es muy simple el motivo de que determinados grupos políticos editen aquí ese tipo de panfletos creacionistas: cuanto más tontos más fáciles de manipular.

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