abril 20, 2011

Vidas de Santos (y Santas) III

Queridos hermanos,

Entrados ya de lleno esta gozosa aunque doliente tradición de los Misterios Pascuales, y aprovechando este clima de recogimiento espiritual que la Semana Santa propicia, considero que es de lo más oportuno traer a colación la figura insigne y preclara de una de las santas más auténticamente hispanas que han producido estas tierras cántabras, Bastión de la Cristiandad y Reserva Espiritual de Occidente. Se trata de



Santa Cascarria de Villafufre
Patrona de las Consuegras



Doña Cascarria Moquete no nació santa. De hecho, durante sus primeros meses en este Valle de Lágrimas fue notorio su desinterés por los asuntos del alma, prefiriendo con mucho dedicar sus fuerzas a actividades tales como despertar a sus padres por las noches, pedir a gritos el biberón y mojar sus pañales. Sin embargo, la situación fue cambiando al crecer la niña: se convirtió en un ser todavía más insoportable.

Siendo ya adulta, pero sin que se sepan muy bien los detalles, doña Cascarria obró su primer milagro reconocido por la Iglesia Católica: a pesar de sus múltiples defectos físicos y de carácter, la buena mujer se las arregló para encontrar marido. Mamerto Ipad Fernández, que así se llamaba el pobre desgraciado, era un esforzado fontanero que se sacaba un pequeño sobresueldo instalando griferías de platino y diamantes para uso exclusivo de eurodiputados en los lavabos de primera clase de las principales compañías aéreas. Con esos ahorrillos la pareja de tortolitos pudo fundar un hogar, tener casi el mismo número de hijos (y prácticamente igual de feos) que Ruiz-Mateos y pagarse la entrada de un mini apartamento en Marina D'Or.



Aunque se podría decir que doña Cascarria quería a sus hijos varones, o al menos que no les echaba matarratas en el colacao, lo que en el fondo deseaba la buena mujer era tener una hija. Eso, y que a la mujer del alcalde le atropellara una manada de ñus salvajes. Curiosamente, ambos deseos fueron cumplidos casi simultáneamente: Crispulina Ipad-Moquete nació en mitad de la tristemente recordada Epidemia de Ñus que asoló los valles cántabros durante el declive de la Era Hormaechea. Pronto se convirtió en la niña mimada de la familia. Su madre tenía grandes esperanzas en ella, y como buena nueva rica obligó a la criatura a realizar todo tipo de actividades extraescolares a cual más estúpida: clases de solfeo, academia de pádel, cursos de vela y cabotaje en las procelosas aguas del río Pas y, lo peor de todo, un máster en Dirección de Empresas por la Universidad de Georgetown. Crispulina se convirtió en una joven culta y preparada que, mirada bajo cierto tipo de iluminación tenue, casi parecía un ser humano.

Cual no sería el desmayo de doña Cascarria, que ya se imaginaba como mínimo a su hija de Consejera Delegada en alguna de las empresas de Díaz Ferrán, cuando se enteró por boca de ésta que tenía la intención de unirse a la congregación de las Hermanas Descalzas de San Alpargato y casarse con Dios. Su primera reacción fue, según reflejan los anales:

- Y ese tal Dios... ¿es de buena familia?

- Totalmente, mami -respondióle la niña:- Son gente muy conocida en la comarca. Pregúntale al cura párroco por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ya verás cómo te dará excelentes referencias.

- ¿Has dicho padre y espíritu? -replicó mosqueada doña Cascarria-. No estaremos hablando de una pareja de gayis de esos que hay ahora, ¿no?

- ¡No, no! En realidad, el Espíritu Santo es una paloma. Pero con pedigree. Pero en el fondo todos son la misma persona: Uno y Trino, ya sabes.

Pues no. Doña Cascarria no solo no sabía de que iba el Misterio de la Santísima Trinidad, sino que le parecía sumamente irritante la idea de organizar una cena con los consuegros y no saber exactamente cuántos cubiertos poner, si uno o tres. Pero su mente práctica se fue por otros derroteros.

- ¿Y a qué se dedica tu futuro marido?

- Bueno, sobre todo a la construcción. Pero nada de hacer chapuzas y poner cuatro ladrillos. Lo suyo es un trabajo creativo: diseñar el Universo y Todo Lo Que Contiene, además de organizar macroeventos tipo Génesis, y mucho más: promocionar diluvios, mandar plagas sobre Egipto... también hace otras cosas, como manifestarse en zarzas ardiendo o convertir a la gente en sal, cuando la ocasión lo requiere.

El cerebro de doña Cascarria sólo había procesado la primera parte de la frase de su hija:

- ¿Tu estás loca? ¿Te vas a casar con un empresario de la construcción en estos tiempos de crisis galopante?

- Es un trabajo muy cualificado, mamá... con mucha proyección de futuro.

- No sé, hija. Yo creo que ese tal Dios no te conviene. Tú puedes aspirar a algo mejor...

- Pero es que yo le quiero...

- Qué inocente eres: si el amor pintara algo a la hora del matrimonio, yo me habría casado con un queso ahumado en vez de con tu padre...

La joven Crispulina tuvo una inspiración:

- Mamá... ¿te he dicho que tiene tierras?

- ¿Cuántas? ¿Cúantas?

- Pues... técnicamente, Todo lo Creado, desde el origen de los tiempos al Juicio Final... según se comenta.

- ¿Incluyendo Palafrugell?

- Especialmente Palafrugell, mamá.

- ¡Magnífico! Siempre he querido veranear en la Costa Brava.

Y a partir de ese momento se acabaron las reticencias de doña Cascarria a la vocación de su hija. Con el tiempo, doña Cascarria y su consuegro Dios Padre llegaron a ser íntimos, manteniendo la amistad incluso depués que la casquivana de su hija Crispulina se saliera del convento para fugarse con un bailarín brasileño. Y fue así como, llegado el momento, a doña Cascarria se la llegó a conocer como santa patrona de las consuegras.


2 comentarios:

starfighter dijo...

Que post más edificante para estos días de recogimiento y meditación espiritual.

Qué te habrán hecho los pobriños de Palafrugell...

Moriarty dijo...

¿Por qué la foto de la Igarticabeza se puede ampliar, y la del brasi-leño no? ¡Qué injusticia!

Saludos,

Moriarty

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