Tras unos años mozos fundamentalmente miérder disfrutando a tope de los incalculables beneficios de una educación católica, apostólica y romana, llena de represiones, de sentimientos de culpa y del absoluto convencimiento de estar abocado al infierno por los siglos de los siglos (amén), creyéndome a pies juntillas lo de los pecados de palabra, obra, pensamiento y omisión, de alguna manera llegué a alcanzar una cierta liberación y una cierta paz interior.
Decidí que no iba a censurar mis sentimientos y que, desde luego, no volvería jamás a culpabilizar mi deseo. Si ya intentar racionalizar el origen de los apetitos es una soberana pérdida de tiempo, aplicarles juicios morales es una peligrosa estupidez. Desde aquel momento no solo no me he cortado en volverme por la calle a admirar el culo de los chicos guapos que pasan, sino que además he disfrutado enormemente con ello. Todo este proceso que no debería ser necesario explicar, lo he explicado con pelos y señales aquí.
Y por todo esto, este fin de semana me he sorprendido a mí mismo.
He estado en la boda de un familiar mío. Me tocó cenar en la mesa más surrealista de todo el salón, con el clásico tonto del pueblo que se pasó toda la noche imitando a Torrente de un modo escandaloso y absolutamente insoportable. Afortunadamente también estaban algunos de mis primos y sus parejas. En concreto, me senté -deliberadamente- al lado del novio de mi prima pequeña.
Me encanta el novio de mi prima. Guapísimo. Monísimo. Majísimo. Un chico amable y tímido, absolutamente adorable. Vamos: que me lo tiraría con mucho gusto.
De modo que mientras hablábamos de esto y aquello, intentando ignorar las payasadas alcoholizadas del tonto, yo no dejaba de desnudar al novio de mi prima con el pensamiento e imaginarme las exquisitas cochinadas que le haría si consiguera subírmelo a mi habitación.
Y, qué queréis que os diga, acabé la noche sintiéndome un poco mala persona: por asaltacunas y por desear comerme al novio de una primita a la que considero casi una hermana pequeña.
Pues si, robarle el novio a una querida prima habría sido canallesco. Pero... ¿imaginarlo? ¡Por favor! Tiene cojones seguir, a estas alturas, dándole vueltas todavía a lo del pecado de pensamiento... Está visto que el catolicismo, como el alcoholismo, le marca a uno para toda la vida...
Decidí que no iba a censurar mis sentimientos y que, desde luego, no volvería jamás a culpabilizar mi deseo. Si ya intentar racionalizar el origen de los apetitos es una soberana pérdida de tiempo, aplicarles juicios morales es una peligrosa estupidez. Desde aquel momento no solo no me he cortado en volverme por la calle a admirar el culo de los chicos guapos que pasan, sino que además he disfrutado enormemente con ello. Todo este proceso que no debería ser necesario explicar, lo he explicado con pelos y señales aquí.
Y por todo esto, este fin de semana me he sorprendido a mí mismo.
He estado en la boda de un familiar mío. Me tocó cenar en la mesa más surrealista de todo el salón, con el clásico tonto del pueblo que se pasó toda la noche imitando a Torrente de un modo escandaloso y absolutamente insoportable. Afortunadamente también estaban algunos de mis primos y sus parejas. En concreto, me senté -deliberadamente- al lado del novio de mi prima pequeña.
Me encanta el novio de mi prima. Guapísimo. Monísimo. Majísimo. Un chico amable y tímido, absolutamente adorable. Vamos: que me lo tiraría con mucho gusto.
De modo que mientras hablábamos de esto y aquello, intentando ignorar las payasadas alcoholizadas del tonto, yo no dejaba de desnudar al novio de mi prima con el pensamiento e imaginarme las exquisitas cochinadas que le haría si consiguera subírmelo a mi habitación.
Y, qué queréis que os diga, acabé la noche sintiéndome un poco mala persona: por asaltacunas y por desear comerme al novio de una primita a la que considero casi una hermana pequeña.
Pues si, robarle el novio a una querida prima habría sido canallesco. Pero... ¿imaginarlo? ¡Por favor! Tiene cojones seguir, a estas alturas, dándole vueltas todavía a lo del pecado de pensamiento... Está visto que el catolicismo, como el alcoholismo, le marca a uno para toda la vida...
7 comentarios:
El único pecado aquí es no disfrutar el máximo posible con esos pensamientos de lascivia. Lo malo es que te pille en el climax de la imaginación y el chico haga algo que te dé señales de que puede hacer temita, en ese caso ABORTAR ABORTAR ABORTAR!!!
Uno piensa que se ha liberado de toda esa losa y cuando menos te lo esperas te encuentras pensando en ello. Pero, vamos, que totalmente de acuerdo con Nils, hay que disfrutar con todo (pensamiento, obra, ...) más cuando te toca al lado alguien absolutamente merendable.
Todo es mucho más simple,
(y no te lo digo por experiencia sino porque me ha pasado):
TE HACES MAYOR.
Lo de Mocho es casi peor que haber tenido un pasado de represiòn.
Ay, si yo te contara la de candidatos a cura que hubiese querido masticar...
Y lo de pecar de pensamiento no me lo sabìa, nunca me lo contaron de esa forma. Es un pensamiento MUY pre-freudiano, una cosa imposible de llevar a cabo.
Pues sí, eso es pecar de pensamiento, por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa. No eres el único que preferiría haber llenado ese hueco en el cerebro con cosas más útiles. Saludos.
Pos a mí me parece ke en una boda una de las mejores cosas ke se pueden hacer es follarse imaginariamente al personal; y si es al novio, tiene doble puntuación...
Yo ya no recuerdo lo ke es sentirse culpable, por cier...
Mi sobri estaba un día intentando ligar con un pavo... y me acerqué y resulta que era del gremio y me lo llevé yo XDXD... aún está traumatizada... lo mejor es que se lo conté a su padre (mi hermano mayor) y todavía se mete con ella porque su tío le quita los ligues XDXD.
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