octubre 02, 2011

Shock cultural

Una de las peores cosas de haber sido joven en los 80 es el haber sido bombardeado primero con "verano azul" y luego con infinitas reposiciones de ese gran truñaco llamado Dirty Dancing. Ambas cosas han contribuido a instalar en mi generación el mito de que un verano inolvidable puede cambiar tu vida, cuando lo cierto es que dos semanas de oficina normales y corrientes son capaces de destruir por completo cualquier germen de metamorfosis vital que uno pueda imaginar. La inercia de nuestras vidas es demasiado grande, sobre todo cuando nuestras vidas ya acumulan unas cuantas décadas, como para admitir grandes cambios por algo tan nimio como cuatro meses fuera del redil.

Consciente como soy de lo anterior, asumo que en pocos días volveré a ser el Sufur de siempre y que mi paso por Londres se convertirá en un mero recuerdo sobre el que contar batallitas y poco más. Pero también sé que hasta que eso suceda, transcurrirán unos días de ajuste más o menos duros.

Ayer tuve el primer shock.  Hacía un tiempo espectacular y totalmente impropio de un uno de octubre (hay que decir que en Londres hacía también igual de bueno, y que los empotradores ingleses son mucho más dados a descamisarse cuando sale el sol que los españoles, así que el buen tiempo no era consuelo por mi vuelta), así que decidí dejar de colocar cosas de la mini mundanza y salir a darme un paseo a ver si por ahí se veía algo de esto:


De ilusión también se vive, qué pasa.

Era una hora del atardecer complicada: demasiado temprano para quedar con mis amigos solteros y demasiado tarde para quedar con mis amigos con hijos. Así que salí solo. Empecé a caminar por Santander, bajando por la Alameda hacia el Ayuntamiento. Ahí empezaron las extrañezas: cada dos por tres me paraba, pensando que alguien me estaba hablando. Pero no: simplemente es que oía hablar constantemente en español a mi alrededor, y se me hacía raro. También me daba la sensación de que la gente me miraba mucho, hasta que me acordé de que en este país el contacto visual no está considerado una violación imperdonable del espacio personal.

Llegué hasta la plaza Pombo y, efectivamente, allí ya no quedaban casi padres paseando a sus niños. Pasé a Cañadío e, igualmente, allí no habían llegado todavía los profesionales del gintonic. Así que continué mi ronda solitaria.

Bajé hasta Puertochico, donde me tomé un pincho y un vino, y deshice el camino hacia mi casa, pasando antes para tomarme otro vinito en el Café de Cándido, cuyo camarero cada día está más bueno. Y cuando llegué a mi casa descubrí que había hecho todo el trayecto en poco más de treinta y cinco minutos, paradas incluidas.

Ese fue mi primer shock serio: darme cuenta de que aún no he abandonado el londoner's stroll, esa capacidad para ir andando de un lado a otro a una velocidad tal que tus amigos tienen que seguirte corriendo con la lengua fuera y aun así se quedan atrás. Pensé en mi "paseo tranquilo" y me di cuenta de que la cosa debió parecerse más la carrera de un loco maníaco pasando como una exhalación y esquivando viejas peligrosamente. No me extraña que la gente se me quedara mirando antes.

Y luego miré hacia abajo y recibí el segundo shock. Con una bendita despreocupación londinense había salido de casa... ¡con pantalones negros y zapatillas deportivas blancas! Algo que en Londres no llamaría la atención de nadie (tampoco lo haría ir vestido con un tutú rosa y casaca de húsar), pero que en Santander puede provocar cualquier cosa entre un alzamiento reprobador de dejas y un linchamiento. ¡En ese momento entendí del todo lo de las miradas!




5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Dios mío Sufur! Y los calcetines...
¿de qué color eran? Piensa en lo
que diría Freiser.

De todas formas,
de la Alameda al Puertochico y vuelta, parando dos veces... sólo en
35 minutos: ¡no te creo! Veo que de
las Islas te has traido la 'virtud'
de exagerar:

http://www.youtube.com/watch?v=Xe1a1wHxTyo

Hasta mañana,
P.

Peritoni dijo...

Para compensar estará la comida!
(Y lo de los pantalones con esas deportivas es un horror aquí y allí, lo único que pasa es que ellos no tienen gusto para vestir) ;-)

Allau dijo...

Acabo de ver las abarrotadas playas de Santander en el Telediario y he pensado en ti. ¡Suerte con el aclimatamiento!

starfighter dijo...

Y uno pensando que a lo mejor te miraban por ese aire de empotrador que te habrías traído de la pérfida Albión, tsk...

hm dijo...

Le propongo que la próxima vez que nos veamos, el outfit sea tutú rosa y casaca de húsar...

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