noviembre 14, 2011

Calvineando

El italiano es una lengua bastante más puñetera de lo que parece.

Como se parece tanto al español, al menos superficialmente, solemos cometer el error de confiarnos. A las dos semanas de estar en Italia ya lo entendemos casi todo; normalmente nos lleva un poco más empezar a soltarnos hablándolo, y rápidamente llegamos a esa famosa (e infame) meseta en la que nos defendemos más o menos bien, en la que nos instalamos cómodamente y que la mayoría de nosotros nunca llegamos a franquear. Craso error.

Es mentira que el italiano y el español sean casi iguales. Gramaticalmente, el italiano se parece mucho más al francés que al castellano; semáticamente, mucho más al catalán. Es solo fonéticamente que ambas lenguas se parecen, y tampoco tanto: procurad decir "spagnolo" sin que suene "ESpagnolo",  o hacer un buen radoppiamento sinttatico sin que suene forzado, ya veréis cómo os va.


Pero no solemos darnos cuenta de ello, y así se crean ilusiones, como esa que tenía yo en 2004 cuando pensaba que sabía más italiano que inglés. Tardé un tiempo en darme cuenta de que aquello era falso, y la prueba está no solo en lo mucho que me trabo al hablar de las cosas más cotidianas en la lengua de Dante, sino también en la proporción de libros que leo: un 70% en inglés, un 25% en español y no más de un 5% en italiano. No tengo ninguna dificultad en leer inglés durante horas, incluso en un autobús lleno de hispanos vociferantes, pero sólo consigo leer italiano cuando estoy en Italia; fuera de la inmersión lingüística, no soy capaz de concentrarme durante mucho rato, ni siquiera en la tranquilidad de mi casa.

Y por eso he tenido aparcado a Calvino más de un año, desde la última vez que estuve en Bolonia. Me quedaron entonces unas ochenta páginas para terminar "Se una notte d'inverno un viaggiatore...", a pesar de lo mucho que me estaba gustando el libro, y quiero acabármelo durante este viaje.

 
Italo Calvino es mi escritor italiano favorito.  Leerle es un placer agridulce: por un lado es una delicia adentrarse en esa prosa aparentemente tersa, elegante, bellísima, y participar de esos mundos complejos e imaginativos que construye con una (falsa) facilidad envidiable. Por otro lado, leer sus obras me hace sentir francamente estúpido y superficial. Calvino no crea relatos, sino cebollas: cada uno de sus textos se construye en capas y tiene muchas más de una lectura. 

Tomemos por ejemplo "Il barone rampante": uno puede leerla como una historia de aventuras fantásticas, prácticamente un relato juvenil, y disfrutar sin complicaciones de las peripecias de Cosimo Piovasco di Rondò, el chalado que en su juventud toma la decisión de subirse a un árbol y no volver a poner jamás los pies en tierra firme. O puede uno perderse en el gozo del lenguaje por el lenguaje, perdiéndose en la belleza de las palabras y las metáforas por sí mismas. También puede leerse como una novela histórica, a pesar de transcurrir en un país ficticio, ya que a través de sus páginas el lector presencia las metamorfosis europeas de la época de la Ilustración, la Enciclopedia, las guerras napoleónicas... Es a la vez un tratado de botánica y un retrato social. O puede uno perderse en un mar insondable de simbolismos y de referencias literarias. Existe también como en casi todas las novelas de Calvino un nivel profundo de contenido político, y un sustrato filosófico en el que se habla de conceptos como el libre albedrío y la volición frente a los imperativos sociales y biológicos. Todo esto, en menos de doscientas páginas.

Pero mi problema es que no consigo acceder a todos esos niveles: sospecho que me falta calado intelectual. Disfruto mucho de las historias de Calvino. Me divierten, me sorprenden, me inspiran... pero tengo la impresión de que no termino de entenderlas. También me pasa algo parecido con el Cine con mayúsculas: me quedo en un nivel superficial. O bien carezco de un adecuado dominio del metalenguaje, o es que simplemente soy un tipo poco profundo. Y mira que me fastidia admitirlo...


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Sufur,
lo que te pasa es que piensas demasiado, y que los juanetes te animan a dar un paso mas alla... en busca de un asiento.
P.

Leralion dijo...

Yo creo que lo único que pasa es simplemente que hay lecturas y películas que requieren más de una primera aproximación; hecho afortunadamente no siempre debido a la negligencia del autor/director. No puedo estar más de acuerdo con el italiano.

Eleuterio dijo...

Toda obra de arte que alcanza cierto nivel de la forma ofrece muchas lecturas, parece ser una regla.

Y leerlas en sus diversos niveles es un trabajo que lleva una vida si a uno le interesa, nunca se agota.
Yo conozco algunas óperas desde hace más de treinta años y todavía les encuentro modos distintos de lectura, como si las escuchase por primera vez.

Nadie puede dar cuenta de todas las lecturas posibles, eso es MUY de científico...y te entiendo perfectamente en ese afán. Uno lee como puede y lo que puede, ya se sabe. Disfruta y no te agobies.

Peritoni dijo...

Estoy con Eleuterio, prefiero disfrutarlo sin pensar en si me estoy perdiendo algo... uy qué rabia pensar eso!

Robin Shilvadin dijo...

Una entrada entera sin chulazos y con una foto que se ve una torre que se cae??? Pero qué te pasa, querido???

Sufur dijo...

Italia me pasa, Shilvadin... y eso que no has leído aún mi próximo post

LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin

Adoradores