Durante estos días un grupo de señores con bata y gorrito se preparan para reunirse a puerta cerrada y elegir, bajo la inspiración de una paloma (creo que se refieren a Twitter), al nuevo director de la mayor empresa de blanqueo de dinero del planeta. Es un momento interesantísimo para personas tan cabales e influyentes como Pitita Ridruejo, el comentarista ese gordito de Intereconomía, nuestra Ministra de Confeti y grandes profesionales del periodismo de investigación como Iker Jiménez, que estará en estos momentos haciendo un sesudo análisis de las profecías asociadas al reinado del nuevo Obispo de Roma.
Michel de Nôtre-Dame, Nostradamus para los amigos, era un adelantado a su tiempo, hablando literalmente. Su mente estaba seiscientos años en el futuro, lo cual era estupendo para seguir las retransmisiones de la Champions League pero bastante incómodo en el día a día. En efecto, Nostradamus tenía un problema: con su cerebro sintonizado a los apasionantes acontecimientos del siglo XXI, el pobre hombre tenía dificultad para centrarse en su entorno inmediato, lo que le hacía proclive a darse batacazos contra columnas, caerse en zanjas de obras públicas, colocarse por descuido en la trayectoria de caballos desbocados y dejarse encendida la vitrocerámica tras terminar de prepararse las patatas fritas de la cena; su factura de la luz era descomunal y además de tanto golpe en la cabeza Nostradamus acabó teniendo dificultades para expresarse con claridad.
Fruto de estos infortunios es el estilo habitualmente oscuro de sus profecías, que por otra parte han demostrado siempre ser totalmente infalibles. Un famoso ejemplo es este párrafo perteneciente a las Vaticinia Michaelis Nostredami de Futuri Christi Vicarii ad Cesarem Filium:
Cuando haya pasado un tiempo de cierto suceso,
a algunas personas les ocurrirán cosas
Pues bien, un estudio científico llevado acabo por la Universidad de Michigan ha demostrado que, efectivamente, esta profecía se cumplió en un pequeño pueblo de las afueras de Stuttgart en mayo de 1874.
La profecía que está en boca de todos en estos días es la que hace referencia al último papa, el fin de la Iglesia vaticana y el Apocrilipsis, o Apocalipsis Apócrifo, interpretado por unos como el Fin del Mundo y por otros como una alegoría de la Canción del Verano de 2013, lo cual es infinitamente más preocupante. Miles de estudiosos analizan estos días los críticos versos contenidos en las centurias de Nostradamus, intentando arrojar alguna luz acerca de estos inquietantes presagios.
Gracias a mis contactos con la Curia he podido tener acceso a uno de los textos secretos de Nostradamus que aún se ocultan en la fabulosa Biblioteca Vaticana. En primicia, les ofrezco dicho texto así como una exégesis interpretativa de la profecía y sus consecuencias para el próximo Cónclave:
En el tercer día del Mes de la Guerra,
en el glauco sábulo del áspero carel,
comprar:
dos kilos de tomates
una ristra de ajos
huevos
suavizante
tinta para la impresora
un paquete de chicles
Esta espeluznante profecía hace evidentemente referencia a los oscuros tiempos en los que vivimos. El mes de la guerra es el primer mes del calendario romano, marzo para nosotros, mientras que el glauco sábulo no es sino una oscura referencia a la gravilla que en tiempos de Diocleciano los obispos se metían en los bolsillos para hacer que sus pisadas sonaran adecuadamente sinuosas; Nostradamus nos está diciendo: en marzo los curas harán de las suyas. Lo del carel está puesto porque rima con "capitel".
Acto seguido Nostradamus se embarca en un listado de actividades aparentemente triviales, pero que bajo el escrutinio de un investigador de lo oculto se revelan como una descripción detallada del proceso de elección papal: el tomate hace referencia al color púrpura de los hábitos cardenalicios, la ristra de ajos es para ahuyentar a los vampiros, los huevos está claro que son una sutil alusión al patriarcado pontificio, y así sucesivamente.
¿Qué nos quiere decir con esto Nostradamus? Pues está clarísimo, y probablemente aquellos de ustedes con conocimientos de ocultismo ya se hayan dado cuenta: que en este mes de marzo un grupo de hombres santos, entre los cuales no habrá ningún vampiro (pero sí bastantes momias), se reunirán para elegir al nuevo papa, que se llamará como nombre de pila Jennífero Pitanza, y que no será negro sino de Albacete, y que subirá al Trono de Pedro con el nombre de Fulgencio I. Su papado será largo en comparación con la vida de una mosca de la fruta, pero se hará corto en comparación con la duración de un gobierno del PP, y se caracterizará por un retorno de los bordados floreados en las mangas de las sotanas; teológicamente el papa será audaz y progresista, y bajo su mandato la Iglesia se abrirá al mundo moderno introduciendo cambios como que los feligreses puedan ir al McDonalds durante la Cuaresma, siempre y cuando pidan ensalada y palitos de pescado rebozados. El tema de los mcflurrys puede ser problemático y conducir a un cisma, si no se lleva con cuidado. El número de Fines del Mundo durante este papado será, concretamente, de siete (o siete y medio si consideramos un conato de Apocalipsis Zombi que ocurrirá en una convención de seguidores de Star Trek en algún lugar de Indianápolis). Se llevarán mucho el rosa y el verde pálido, volverán las hombreras y los Sagitario (todos ellos) encontrarán en amor en una chica de Zamora (la misma siempre), que acabará un poco harta de todo el asunto, aunque con los regalos de tantos Sagitario podrá abrir una mercería. Por último, un detalle importante que se intuye en los dos últimos versos: aquellos que adquieran participaciones preferentes de banca serán malditos con una epidemia de ranas. Bien mirado, eso da para montar un restaurante chino.
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