Para entender mi obsesión enfermiza con la igualdad de roles en la pareja, hay que tener en cuenta no solo que nací a finales del siglo XX, sino también las circunstancias particulares de mi vida familiar. Tomemos como ejemplo la siguiente escena, que lleva repitiéndose a diario desde hace cuarenta años en la casa de mis padres, los Sufúrez:
Mi augusto padre, el Señor Sufúrez, está sentado en su poltrona viendo la tele, tapado con una bata y con un gorro de punto cubriéndole las meninges. A su lado, treinta centímetros hacia su izquierda, se halla la mesita donde reposa el teléfono. Mi Madre, la Señora de Sufúrez, se encuentra en la otra punta de la casa, limpiando, cocinando o tendiendo ropa. De repente, suena el teléfono.- ¡Chicaaaaaa! -brama el Señor Sufúrez-. ¡Teléeeeefonoo!- ¡Contesta tú, que estoy ocupada! -contesta la Señora de Sufúrez, con la sartén/aspiradora/calzoncillos en la mano.- ¡Teléeeefono! -vuelve a berrear el Señor Sufúrez, como si fuera un extraterrestre cualquiera.Total, que la Señora de Sufúrez acaba corriendo a coger el teléfono, haciendo malabarismos con lo que fuera que estuviera haciendo. Es entonces cuando se descubre que la llamada no es para ella, sino para él. Pero en vez de coger el teléfono, el Señor Sufúrez se dedica a gritarle a la Señora de Sufúrez lo que tiene que decir, mientras ésta intenta en vano escuchar a la persona que está al otro lado de la línea, y al final nadie se entera de nada, la llamada es un completo fracaso, las croquetas se queman y el Señor Sufúrez se enfada con la Señora de Sufúrez por ser una torpe y una inútil de tomo en lomo.
Este tipo de escena costumbrista explica a la perfección por qué el matrimonio de mis padres es para mí un ejemplo y parangón sin igual de lo que debe ser una pareja. Ante cualquier duda acerca de cómo debería ser una relación, pienso en qué harían mis padres y procuro hacer exactamente lo contrario. Hasta el momento, siguiendo esta sencilla regla me ha ido de maravilla.
Haciendo caso a esta brújula moral infalible que es alejarme lo más posible de esa batalla campal ajena a las convenciones de Ginebra que mis padres llaman "familia", he ido desarrollando la firme creencia de que en toda relación sana ambas partes deben de ser iguales en todo: una libre asociación de adultos que comparten objetivos, derechos, obligaciones, pérdidas y beneficios exactamente al 50%. Y, como he dicho antes, hasta ahora me ha ido bastante bien con esta regla.
El problema viene porque puede ser que esté dejando que esta regla vaya demasiado lejos, al menos en ciertos casos. Me explico: en el párrafo anterior se da por supuesto que los miembros de la relación (no necesariamente de pareja) comparten exactamente los mismos objetivos. Pero, ¿qué pasa cuando esto no es así? En ese caso la regla de la igualdad debería interpretarse menos literalmente, pero siempre sin faltar a su espíritu.
Es aquí cuando aparece, como ejemplo de lo anterior, el tema que quería sacar a colación desde el primer momento:
Estoy empezando a considerar seriamente el BDSM.
Especialmente la parte D del asunto, entendida de forma amplia como el juego (no necesariamente sexual) y consensuado (siempre) de intercambio de poder entre dos o más adultos.
Nada que ver con la memez de Cincuenta Sombras de Gray.
Especialmente la parte D del asunto, entendida de forma amplia como el juego (no necesariamente sexual) y consensuado (siempre) de intercambio de poder entre dos o más adultos.
Nada que ver con la memez de Cincuenta Sombras de Gray.
En mi obsesión por la igualdad estricta de las partes implicadas, siempre me he resistido a participar en escenarios tipo amo/esclavo, o dominante/sumiso, daddy/son o como quiera que queráis llamarlos. Toda la vida he considerado este tipo de juegos como denigrantes para al menos una de las dos partes, por lo que me dan, o daban, bastante repelús.
Antes de continuar, dejadme aclarar que los roles de dominante o sumiso no tienen nada que ver con los clásicos roles de activo/pasivo en el coito: uno puede ser perfectamente un pasivo dominante (y de hecho sostengo la teoría de que son los pasivos los que se follan a los activos la mayoría de las veces, no al revés), o un activo sumiso, o cualquiera de las dos cosas sin ser ni dominante ni sumiso.
El caso es que, a raíz de lecturas y conversaciones recientes, estoy empezando a reconsiderar mi postura. Hay dos hechos que me hacen pensar sobre ello:
Por un lado, resulta que hay mucha más gente de lo que yo creía que se embarca en juegos BDSM en algún momento de sus vidas y disfrutan como locos con ello, y me resisto a pensar que todos ellos estén chalados. De alguna manera, el tener una parte de sus vidas tan alejadas del convencionalismo les resulta tremendamente estimulante a muchas personas, y eso no significa para nada que se trate de individuos psicóticos o peligrosos, al menos no más que la mayor parte de mis vecinos o compañeros de trabajo.
Por otro lado, resulta paradójico que yo sea un apasionado de los juegos de rol de tablero, un teatrero del copón y un iniciado en el mundillo del dresscode, y que sin embargo al mismo tiempo me comporte de una forma tan conservadora y convencional en el rico mundo de los juegos de rol sexuales. Mi obsesión por la igualdad la llevo a la cama y hace que siempre folle de la misma manera civilizada, respetuosa, dialogada, simétrica y, por qué no decirlo, un tanto aburrida.
Y es que resulta que en mi argumento de la igualdad total, lo que falla a veces es la premisa. No siempre dos personas que se juntan para algo tienen los mismos objetivos. No todo el mundo desea lo mismo. Muchas veces las mejores asociaciones no son las de aquellos que tienen las mismas metas, sino las de aquellos que tienen objetivos distintos pero complementarios.
¿Qué pasa si una tarde uno desea abandonarse en manos de otro, sentirse dominado y sometido a una voluntad externa, mientras que otro desea precisamente sentirse autoritario y poderoso? ¿Qué hay de malo en ello, si ambos están de acuerdo en jugar al mismo juego y se embarcan en él libremente? ¿Cuál es el problema si luego los dos son capaces de volver a su vida cotidiana, con una fantasía satisfecha y una tensión descargada? Eso es lo que estoy meditando últimamente, pero sigo encontrándome con el obstáculo del mito de la igualdad.
Tal vez el truco esté en el consenso y en la igualdad a priori que supone el decir: tú y yo vamos a jugar a esto mientras nos satisfaga a ambos, y lo dejaremos en cuanto empiece a ser un problema para cualquiera de los dos. Y dicho esto embarcarse en una fantasía en la que no necesariamente cada actor represente el mismo papel.
Pero no termino de tenerlo claro. Mi mito de la igualdad es muy potente y no sé cómo desmontarlo. Todo esta historia me sigue pareciendo muy siniestra y perturbadora. Pero no quiero cerrarme a algo sin ver exactamente en qué consiste. El movimiento se demuestra andando, y he decidido que quiero iniciarme en el mundo del BDSM. ¿Alguien se ofrece a enseñarme?
Por un lado, resulta que hay mucha más gente de lo que yo creía que se embarca en juegos BDSM en algún momento de sus vidas y disfrutan como locos con ello, y me resisto a pensar que todos ellos estén chalados. De alguna manera, el tener una parte de sus vidas tan alejadas del convencionalismo les resulta tremendamente estimulante a muchas personas, y eso no significa para nada que se trate de individuos psicóticos o peligrosos, al menos no más que la mayor parte de mis vecinos o compañeros de trabajo.
Por otro lado, resulta paradójico que yo sea un apasionado de los juegos de rol de tablero, un teatrero del copón y un iniciado en el mundillo del dresscode, y que sin embargo al mismo tiempo me comporte de una forma tan conservadora y convencional en el rico mundo de los juegos de rol sexuales. Mi obsesión por la igualdad la llevo a la cama y hace que siempre folle de la misma manera civilizada, respetuosa, dialogada, simétrica y, por qué no decirlo, un tanto aburrida.
Y es que resulta que en mi argumento de la igualdad total, lo que falla a veces es la premisa. No siempre dos personas que se juntan para algo tienen los mismos objetivos. No todo el mundo desea lo mismo. Muchas veces las mejores asociaciones no son las de aquellos que tienen las mismas metas, sino las de aquellos que tienen objetivos distintos pero complementarios.
¿Qué pasa si una tarde uno desea abandonarse en manos de otro, sentirse dominado y sometido a una voluntad externa, mientras que otro desea precisamente sentirse autoritario y poderoso? ¿Qué hay de malo en ello, si ambos están de acuerdo en jugar al mismo juego y se embarcan en él libremente? ¿Cuál es el problema si luego los dos son capaces de volver a su vida cotidiana, con una fantasía satisfecha y una tensión descargada? Eso es lo que estoy meditando últimamente, pero sigo encontrándome con el obstáculo del mito de la igualdad.
Tal vez el truco esté en el consenso y en la igualdad a priori que supone el decir: tú y yo vamos a jugar a esto mientras nos satisfaga a ambos, y lo dejaremos en cuanto empiece a ser un problema para cualquiera de los dos. Y dicho esto embarcarse en una fantasía en la que no necesariamente cada actor represente el mismo papel.
Pero no termino de tenerlo claro. Mi mito de la igualdad es muy potente y no sé cómo desmontarlo. Todo esta historia me sigue pareciendo muy siniestra y perturbadora. Pero no quiero cerrarme a algo sin ver exactamente en qué consiste. El movimiento se demuestra andando, y he decidido que quiero iniciarme en el mundo del BDSM. ¿Alguien se ofrece a enseñarme?
10 comentarios:
No te voy a dar muchas claves en este tema,pero sí que mi nick "de guerra" incluye las palabras "perro" y "pasivo".Eso sí,me quedo con una frase de esta entrada:"de hecho,sostengo la teoría de que son los pasivos los que se follan a los activos la mayoría de las veces"; no he visto verdad más absoluta.A pesar de lo que se crean los activos.
No, esas prácticas no me van para nada, no sé, no me veo en ellas, me sentiría ridículo y provocarian el efecto contrario.
Ahora bien, si yo fuera la señora Sufúrez, las practicaria encantada con el señor Sufúrez, esas y alguna más...
Diego: cada día siento más y más ganas de conocerte en persona, fíjate tú qué cosas...
Eso pienso yo de mi mismo, Deric: que como no me creeré el papel será todo ridiculísimo. Pero nunca lo sabré a ciencia cierta si no lo pruebo...
cojonudo. dejo un comentario de tres párrafos y se lo come blogger ;(((
resumiendo
1) que mucha cabeza
2) que jodó con los precios
y 3) que qué quiere ser Vd. si dominante o dominado
Yo dando hostias soy el mejor, aunque no necesariamente en un contexto sadomaso;lo digo porque si vivieramos en la misma ciudad, lo esperaba en su portal sin previo aviso y oye, por probar...
Y ahora en serio; a mí lo que me pasa con estas cosas es que...No me las creo; las veo tan artificiosas, teatreras e impostadas que nunca he entrado en ese juego.
Uy,me ha salido tk y es .com
Yo lo estoy pensado desde que descubrí algunos les vuelve locos que les muerda con distintas intensidades la oreja. Han llegado a ciertos niveles de éxtasis y yo mirándolos perplejos sin poderr creer que por tan poco se pongan tan cachondos.
He de decir que me tomo mi tiempo y lo hago con placer...
Es cierto lo que dice Mocho de los precios de los toys.
Y me encantaría probar algunas cosillas de dominación. pero para ello necesito confianza, no puedo hacerlo con un desconocido...
Dominación no es sólo dar hostias o mordiscos, no tiene por qué haber violencia física, el juego verbal de dominación/sumisión puede ser mucho más efectivo y subyugante, digoooo.
A lo que iba antes: yo tengo unos amigos de esos que si los ves por la calle te cambias de acera por el miedo que te dan de las pintas que llevan: todo cuero y una ferretería encima. Y van de rol BDSM total. Pero saben dónde y cuándo tienen sus límites, y luego llegas a su casa y la tienen de un Laura Ashley que asusta: muebles de madera con volutas, florecillas, tapetes de ganchillo... ni la abuelita de Caperucita, vamos.
Don Sufur pruebelo usted, yo lo probe de una manera muy ligth hace un tiempo y me alucino lo que me gusto. ¡Que perra soy a veces!
Besucos.
Agustín.
Qué quiere que le diga, lo de su padre de usted, lo normal de los hombres de su generación. Con no parecerse usted a él ya es algo importante (tampoco es que de golpe y porrazo uno se convierta en chacha, me parece bien lo del equilibrio en la pareja).
En cuanto a lo de practicar un sexo dígamos un poco más durillo en algunos aspecto, no puedo ayudarlo mucho, por cuanto mi experiencia es bastante recortada y, de momento, estoy bastante satisfecho con besos y caricias y manoseo vario, regado con un poco de pasivo-activo.
De todas formas, por probar, sin daños colaterales, que no quede...siempre que a su osezno le vaya el tema también. ¿Él que opina?
Besos.
redder_2007@hotmail.com
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